ÉRASE UNA VEZ EN... LA MATERNITAT I SANT RAMON (11)

Vivir junto al Camp Nou, los vecinos más goleados

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Toni Sust

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Un domingo, la madre de Josefa Díaz se encontró mal. De edad avanzada, ya enferma desde tiempo atrás, le habían dado el alta tras su última visita al hospital tres días antes y estaba en el domicilio de su hija, que vive delante del Camp Nou. Se daba la circunstancia de que aquel día se jugaba un Barça-Madrid, así que llegar hasta el edificio se convirtió en un reto considerable para los servicios sanitarios. "Llamé a una ambulancia y a los 45 minutos no había llegado. Volví a llamar  y al final había cuatro ambulancias viniendo y ninguna lo lograba. Con el partido empezado, el problema fueron las motos. La ambulancia no podía acercarse a la portería".

El de Josefa fue un problema especialmente grave, pero no es ninguna sorpresa para el colectivo de vecinos del barrio de la Maternitat i Sant Ramon. Saben que en día de partido lo mejor es reducir la actividad. No salir de casa y no recibir visitas suele ser la norma. Lógicamente,  entre los que residen en el barrio queda todavía mucha gente que ya vivía aquí antes de que llegara el futbol. 

Huertos y descampados

Es el caso de Ana Ramón, que tenía ocho años cuando, en 1957, se inauguró el Camp Nou, que siempre tuvo ese nombre de forma oficiosa, hasta que la denominación también se convirtió en la oficial en el 2001: quizá pueda considerarse el único legado de la presidencia de Joan Gaspart. En el césped en el que trota Lionel Messi –y ahora también Riqui Puig-, había huertos que trabajaban los vecinos. En la zona había bóvilas (tejerías), fábricas de ladrillos. Las casas eran bajas y había mucha población emigrada de localidades del resto de España. "Este era el bar del Sebastián. Aquí delante estaba el abrevadero. Los carreteros que venían de las bóvilas ponían el caballo a beber", relata la mujer, que dice que la llegada del Barça fue un acontecimiento. 

El traslado fue culpa de Ladislao Kubala, el hombre que trajo a la liga española el chut con efecto en las faltas y la paradiña en los penaltis, entre otras innovaciones. Tanto gustó, que el campo de Les Corts, con espacio para 60.000 espectadores, se quedó pequeño y el Barça optó por construir un nuevo estadio. 

"Cuando llegó el Barça fue una ilusión. Todos eran del Barça. Mi abuela, mi madre, mis tías hacían las almohadillas (que antes se alquilaban a los abonados), las cosían. Cuando el partido estaba a punto de terminar, cuando faltaban 15 minutos, te dejaban entrar. Entonces aquí no había nada, esto eran las afueras. Decíamos: ‘Vamos a Barcelona’. Ahora el campo está dentro de la ciudad. Ese es el problema", explica Ramón. Con el tiempo llegó alguna molestia concreta, como cuando un día, durante la reforma previa la Mundial 82, las obras taparon la señal y los vecinos se quedaron sin tele de un día para otro.

La proximidad del ‘templo’ culé genera problemas. Por citar uno, en tráfico, que dificulta las salidas y las entradas: "Si hay partido, los hijos ya no vienen a verte", cuenta Ramón, que también confiesa con desparpajo que ella se acabó haciendo del Espanyol, el equipo de su marido.

Motos y meados

"Décadas atrás no había tanto follón",  recuerda Josefa Díaz, que también nació en la calle de Benavent, en el número 38, y que ahora reside en la Travessera de les Corts. "Era más tranquilo, no había ningún peligro y el agobio era menor". Para ella, como para el resto de vecinos consultados, quizá el problema más grave sea el de las motos que aparcan en la zona, aunque también abomina de la gente, mucha, que se pone a beber antes de los partidos, y que acaban orinando en cualquier sitio.

"Las aceras están tomadas. A veces no se pueden ni abrir las porterías. Se lo dices a la policía y te dicen que hay partido, que no hay nada que hacer. Mi marido trabaja en Badalona y si hay partido se va en metro. Deja el coche, porque es imposible volver a casa. Las motos no te las suben a casa porque no pueden", lamenta.

Bueno, eso de que no pueden es un decir. Josefa Gala, vecina de la calle de Arizala, que no es nacida en el barrio, pero ha vivido aquí con su marido y sus dos hijas y su hijo, se encontró un día una moto literalmente dentro de la portería: "Habían dejado un cartel en la moto que decía: ‘Estoy en el Camp Nou’". Con todo, cuenta Gala que el peor día que ha vivido es el del último, y aplazado, Barça-Madrid, en el que el partido se mezcló con la protesta de independentistas, los contenedores ardiendo y ultras futboleros persiguiendo a manifestantes. Coinciden otros vecinos. La tensión se elevó como nunca.

Elena, una de las hijas de Gala, dice que ser vecina del Camp Nou la ha llevado a odiar el futbol: "Digamos que el ambiente del fútbol moderno no es algo que pudiera querer nadie en su barrio ni en su calle". Recuerda la acera pegajosa por la cerveza, la dificultad para volver a casa en transporte público y más en coche, y los casos, varios, en los que algún energúmeno la ha incordiado en un día de partido, capítulos de acoso: "Tendrían que poner más cámaras para la seguridad de las mujeres". Elena también tiene un recuerdo positivo: "Un día, después del partido, con un noviete, nos colamos en el Camp Nou, saltamos al césped y nos dimos un morreo en el centro del campo".

Permeabilidad

Saturnino Cuevas es de esos socios y abonados del Camp Nou que apenas va al campo y deja el carnet  a familiares. Para él el problema está claro: otros estadios están en zonas más despobladas, o por lo menos más esponjadas. Y eso espera del futuro, después de la reforma pendiente del campo y su entorno: más espacio para que no quede todo colapsado. Calles más permeables.

Aunque suene contradictorio, los vecinos del Barça afirman que no hay forma de plantar cara ante una entidad de esta medida al tiempo que la disculpan. Pedro Merino, que llegó hace 10 años a la zona, dice algo que el resto comparte sobre los problemas de vecindad con el Barça: "El club puede hacer poco". Es el ayuntamiento, opina, el que debe propiciar que la gente use más el transporte público. Aunque todos tienen alguna queja, coinciden con lo que afirma Josefa Gala: "No voy a cambiar de barrio. Este me gusta mucho".

El estadio fue inaugurado en 1957

El Camp Nou fue inaugurado el 24 de septiembre, día de la Mercè, de 1957. La primera piedra se colocó en 1954. El mismo presidente de la junta que decidió contruir un nuevo estadio lo inauguró: Francesc Miró-Sans. Es obra de Francesc Mitjans Miró y Josep Soteras Mauri, con la colaboración de Lorenzo García Barbón, según precisa la web del F.C. Barcelona. El presupuesto inicial era de 67 millones, pero acabó costando 288. Cuando  había gente de pie en los campos de fútbol, en el del Barça la capacidad máxima era de 120.000 espectadores. Al eliminarse esa opción, la cifra bajó: 99.354 personas caben en el Camp Nou, el más grande de Europa.