PROBLEMA DE CONVIVENCIA

Quejas vecinales por las fiestas de un hotel de lujo del Eixample

Helena López

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En el 300 de la calle de Aragó, un coqueto palacete modernista acogió desde el año 1951 la Clínica de Santa Madrona, una de las principales maternidades de la Barcelona de la época. En ella dio a luz la suegra de Nieves Sierra, quien todavía vive en el edificio de enfrente, en el señorial pasaje de Méndez Vigo, igual que sus hijos y nietos. Al cerrar la clínica, en 1983, derribaron el palacete y en su lugar levantaron una imponente torre de oficinas. Tuvo ese (tranquilo) uso -fue la sede de Carburos Metálicos-, hasta hace pocos años. Tras un año de obras, en agosto del 2017 el edificio reabrió convertido en el OD Barcelona, hotel de cinco estrellas que lleva "la organización de eventos musicales en su ADN", según palabras de su director. Hasta ahí, un ejemplo más del devenir de la ciudad.

Pese a que es evidente que vivir en la calle de Aragó no es vivir en un pueblecito perdido en el Pirineo -no seria precisamente el enclave más tranquilo de Barcelona-, tampoco es lo mismo tener de vecinos a un bloque de despachos que a un hotel que ofrece "una experiencia ibicenca", con un "OD Sky Bar" en la azotea, "abierto de mayo a octubre, pensado para disfrutar de excelentes bebidas, compañía y música de pinchadiscos locales e invitados", "que se puede reservar para eventos privados", según anuncia el establecimiento en su página web.

"Te roban la privacidad"

"En este pasaje vivíamos muy tranquilos hasta que abrió el hotel. En verano, es horrible. No solo por el ruido de las fiestas tanto en la terraza de arriba como en la de abajo, sino por la intimidad que hemos perdido. Te roban la privacidad en tu propia casa", explica Sierra en el comedor de su casa, con las persianas bajadas. Vive en el primero, y, si las sube, la ven y ve a los turistas que en ese momento desayunan en la terraza. "Mi hija hizo la selectividad este año y se tenía que ir a estudiar fuera porque aquí no podía. No son solo las fiestas, escuchamos hasta el hilo musical", recuerda. "Cuando no es un concierto es un evento privado", señala la mujer, quien habla en nombre de toda la comunidad de propietarios. 

"El domingo a las cuatro de la tarde ya empiezan los ensayos y no hay quien duerma la siesta. Es horrible porque se meten en tu casa. Tienes que cerrar las ventanas y bajar las persianas y no tienes escapatoria. Esto es ya una cuestión de salud", relata la portavoz vecinal.

Antonio Huguet, director del hotel, reconoce que "lógicamente" hacen más ruido que la empresa anterior, ya que abren 24 horas al día y tienen a personas que vienen a alojarse, más las que acuden a los "eventos", pero defiende que han puesto "todo de su parte" para intentar minimizar el impacto y que cuentan con todos los permisos. "Somos los primeros a los que nos interesa llevarnos bien con los vecinos, hemos venido aquí para quedarnos", asegura. 

Expediente sancionador

Según fuentes municipales, el 2 de agosto la Guardia Urbana se personó en el hotel y levantó acta. "Encontró una fiesta de unas 40 personas con un pinchadiscos. Ya tenemos el expediente de disciplina abierto en base a esta actuación. Siguiendo los procedimientos, esto derivará en un requerimiento al establecimiento, así como en un expediente sancionador", señala una voz municipal. La misma asegura que la normativa permite a los hoteles organizar fiestas, pero que para hacerlos deberían solicitar previamente una licencia extraordinaria de actividad, "al no ser ese uno de los usos autorizados de carácter permanente del hotel". "Si la obtuvieran podrían llegar a hacerlas con unos horarios concretos y unas condiciones acústicas limitadas", concluye.