INICIATIVA SOCIAL

Barcelona adapta su oferta de ocio educativo a las demandas de la calle

Jóvenes de Nou Barris construyen módulos de madera para practicar 'parkour'

El distrito de Nou Barris facilita a los jóvenes la construcción de módulos de madera en sus talleres para que realicen 'parkour' . / periodico

Elisenda Colell

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Trasladar las conductas de la calle a la oferta del ocio juvenil de la ciudad. Este es el trabajo que desempeñan un puñado de educadores sociales de Barcelona, día a día, desde la discreción absoluta. En el distrito de Nou Barris han desembocado las alarmas vecinales por peleas callejeras y otras conductas de riesgo, en clases extraescolares para adolescentes de familias humildes. Un trabajo silencioso, y de hormiguita, que vence estigmas y da oportunidades. Educación más allá de las multas, las broncas o la prohibición.

“Son nuestros ojos, sin su trabajo no sabemos lo que ocurre en la calle, nos hablan de la realidad de lo que pasa en el barrio”. Así es como las directoras de los servicios sociales de Nou Barris, Nuria Baniandrés, y del centro asistencial en la zona, Carme Balboa, definen el trabajo que desempeñan los educadores que comandan el servicio A Partir de Carrer en los barrios de Porta, Vilapiscina y Llobeta. Son Ariadna Dalmau y Toni Casas. Ellos dos los ojos de lo que hacen los adolescentes en la calle de la zona sur del distrito para el resto de entidades del barrio. “Preferimos resolver las situaciones en positivo y darles referentes que optar por la lógica punitiva”, sentencia Ariadna.

En la mayoría de casos, sus intervenciones empiezan con a observación directa: lo que ven en la calle. Otras, de las escuelas o los rumores vecinales que pueden llegar hasta los cuerpos de seguridad. Y la mayoría de intervenciones tienen que ver con chavales en riesgo de exclusión social. “Normalmente se encuentran con hijos de familias que antendemos en los servicios sociales”, explica Baniandrés. “Si la familia no les puede pagar la extraescolar que les motiva, lo van a hacer en la calle”, aseguran los educadores.

Y allí es donde puede empezar el riesgo. Caídas, heridas, miedo de vecinos... Pero en vez de cortar las alas, “por que si lo quieren hacer se van a ir a otro lugar…”, la clave es introducirlos en un ocio educativo, que también les acerca a salidas profesionales. Al final, este servicio logra llevar a los jóvenes hasta los recursos que ya existen en el barrio y que muchos desconocen. “Ya podemos montar talleres, que si a los chicos no les motiva, no tendremos ni uno”, dice Alba Sanjurjo, trabajadora del Casal de Joves de Porta, un espacio comunitario pensado sobre todo para jóvenes que se implican en la vida de su barrio.

Pasar del cuadrilátero de césped al parquet

Una decena de jóvenes organizaban encuentros en la calle para practicar el boxeo y pasar la tarde. Ahora, han logrado disponer de un entrenador en un 'casal' del barrio.

“Siempre hemos sido los liantes, y dábamos por hecho que no tendríamos ninguna oportunidad”, explica uno de los 10 integrantes de la Familia Flamante en la primera clase formal que les imparten sobre 'kickboxing' en el Espai Jove Les Basses. Este grupo de adolescentes, que comparten aula de apoyo educativo en su escuela y hacen piña como nadie, hace dos meses que no practican en la calle su deporte favorito, el boxeo. Entonces su cuadrilátero eran los parques del barrio. La semana pasada iniciaron la primera clase en una aula cerrada y un profesor.

“A nosotros nos gusta el boxeo, así que compramos guantes y quedábamos para practicar”, explica uno de los jóvenes que integra esta familia de amigos. En diciembre, los chicos empezaron los encuentros. El Turó de la Peira o la plaza Sóller fueron algunos de los sitios escogidos, siempre por la “tarde-noche”. Hubo al menos cuatro encuentros. Uno lo ponía por el grupo de Whatsap, el mensaje corría y se hacían los entrenamientos. Básicamente consistían en pegarse hasta que otro se rindiera. “Somos amigos, lo hacíamos para practicar no para hacer daño a nadie”. Si fuera una película, parecería que estamos dentro del 'Club de la Lucha'. Aunque ellos aún no habían nacido cuando se estrenó el film.

A sus ojos, esta actividad es simple y normal. Pero no todo el mundo opina lo mismo. Al menos un vecino avisó a los Mossos en febrero ante el miedo y la sensación de inseguridad de ver cómo una cuarentena de personas presenciaba un combate en el Turó de la Peira. Además, la escuela de los chicos, el Cor de Santa Maria, encendió las alarmas. “A veces llegaban a la escuela con heridas, moratones en los ojos…”, explica la educadora social Ariadna Dalmau. “Les enseñamos los vídeos de las peleas y los profesores se preocuparon”, reconocen los adolescentes, que cursan todos 3º de la ESO y tienen entre 15 y 17 años.

Paralelamente los educadores conectaron con los chicos. “No estamos hablando de peleas territoriales entre grupos confrontados”, afirma Dalmau. Y además los chicos se lo dejaron clarísimo. “Lo hacemos porque no tenemos otro sitio dónde ir a practicar”, aseguran. Y allí empezó el trabajo educativo. Tocó trabajar duro. Están acostumbrados a ser los “liantes” de la clase. Que los adultos se los tomen en serio, ya no es tan habitual.

Tras conocer sus demandas, los educadores de calle optaron por una intervención educativa muy concreta basada, sobre todo, en el compromiso. Los chicos tuvieron que hacer un informe explicando la motivación y creación de su grupo, exponiendo todas sus demandas y proponiendo posibles soluciones. Cuando lo tuvieron hecho, les tocó asistir a una de las reuniones de la mesa de entidades del barrio, donde están, por ejemplo la Agència de Salut Pública y los Servicios Sociales. Y explicar su caso. “Nos costó mogollón, no pensábamos que lo acabaríamos haciendo, y menos que nos dirían que sí”.

Pero, contra todo pronóstico, lo lograron. Han conseguido tener cada miércoles una sala para ellos en el Espai Jove Les Basses, y también han conseguido presupuesto para un profesor. “Nos ayudaron mucho”, dicen los jóvenes señalando a Toni, el educador social de la calle. El día 24 de abril fue la primera clase.

“Motivación cien”, respondieron uno a uno, los jóvenes cuando el entrenador les preguntaba cómo andaban los ánimos. “Bien, yo os enseñaré a pegar, pero también cuándo tenéis que pegar, porque si os pensáis que los problemas se resuelven así no vais bien”, les advierte el profesor. Ellos le aseguran que no. Justifican los encuentros callejeros porque han visto videos en Youtube de boxeadores, les gusta la disciplina, el deporte de contacto, pero no pueden ir al gimnasio.

Un educador, Toni, sigue la clase con los chavales. La idea es que el grupo se consolide, haga estos encuentros y el educador se pueda retirar para atender, en ese tiempo, otros jóvenes que también requieren su atención.

“Si caes, te aguantan”

Un proyecto pionero en el barrio de Porta ofrece un espacio a adolescentes para que puedan practicar 'parkour' con supervisión adulta

El 'parkour' o ‘arte del desplazamiento’ es una disciplina que consiste en moverse por la ciudad saltando muros, bancos o cualquier otro obstáculo de la forma más rápida con la única ayuda del cuerpo humano. Muy conocido entre jóvenes, que muestran sus habilidades en las redes sociales, llega a los barrios barceloneses. A la estupefacción y miedo de vecinos que confunden este deporte con la delincuencia se le suman los golpes que pueden asumir quienes practican la disciplina. Tras los numerosos encuentros y la motivación de los chicos, los educadores de la calle y el Casal de Joves de Porta aportan un espacio seguro para que los jóvenes puedan practicar este juego minimizando riesgos.

Pol es un joven adolescente que hace al menos un año que hace 'parkour' por la ciudad. “Normalmente íbamos al parque de Trinitat Nova”, explica. Viendo el éxito que tenía por Instagram, decidió hacerse profesor de 'parkour', junto a otro amigo de disciplina. A través de esta red social convocó hasta tres encuentros para quien quisiera aprender. Llegó a haber encuentros de hasta 40 personas en la plaza Sóller. La única premisa, como la que tenía él en Trinitat Nova. “Si te caes, te aguantas”. Pol lo sabe bien. Se ha caído varias veces en este deporte. “Una vez me rompí un brazo”. Pero no dejó de practicar. “Me encanta”, reconoce. 

Entre los trabajadores del Casal de Joves de Porta, en la plaza Sóller, y los educadores de la calle, llegaron a contactar con estos chicos. “La alarma que se genera es lo de menos, el problema es que se pueden hacer mucho daño entre ellos”, alertan los educadores sociales y los responsables de los servicios sociales municipales. Y así nació un proyecto que, sin contar con la colaboración y compromiso de los chicos, de nada hubiera servido.

Ahora el taller está en la primera fase: construcción de módulos de madera. Los chicos aprenden el oficio de carpintero y se dedican a construir los módulos sobre los que luego van a saltar. “Aunque a ellos no se lo parezca les estamos dando una oportunidad de conocer un oficio”, opinan los promotores del proyecto. Ellos, están encantados. Cada módulo nuevo es un reto. Plantean las formas y se hacen responsables de ellas. Guardarlos bien cuando llueve, lijarlos para evitar heridas… en una palabra: compromiso.

Jóvenes de Nou Barris construyen módulos de madera para practicar 'parkour'

El distrito de Nou Barris facilita a los jóvenes la construcción de módulos de madera en sus talleres para que realicen 'parkour' . / periodico

La segunda fase será la de saltarlos. Un especialista en la materia les podrá dar consejos, supervisar los saltos, enseñar lo que hacen mal y darles consejos para su autoprotección. Todo ello, además, cuenta con la mirada puesta de educadores.

Un ejemplo es el momento en que se tomó la imagen que ilustra este reportaje. Pol, orgulloso, saltó el módulo que él mismo había creado. Resbaló y su pierna chocó contra una esquina del módulo. Al segundo, un educador contactó con el Servicio de Emergencias Médicas y el menor fue atendido de inmediato. En la calle, sin ninguna supervisión, estas cosas no pasan. “Aquí si te caes, no es tu problema. Alguien se hace responsable de ti”, explica el menor.

Si el proyecto prospera y tiene futuro, la idea es derivar a los jóvenes para hacer una formación de monitores en el tiempo de ocio o técnico deportivo. “Ojalá nos ayuden, sería brutal, aunque aún nos queda mucho por aprender”, dice Pol. La vocación educativa la tienen: ellos solos montaron jornadas de 'parkour' en su barrio donde llegaron a venir niños de hasta 5 años con sus padres. El problema estaba en si un chaval de 15 años puede proteger uno de 12, que también viene solo. Pero, de esta forma, en vez de regañarles, o girar la cara a esta situación, se puede reconducir hasta al punto que logren un trabajo o una salida académica.