MEDIDA EN FAVOR DEL CIVISMO EN EL GÒTIC

El patrimonio de orinar donde toca

El nuevo baño público de Duc de Medinaceli, a punto para recibir a los primeros usuarios.

El nuevo baño público de Duc de Medinaceli, a punto para recibir a los primeros usuarios. / periodico

Carlos Márquez Daniel

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Hay muchas maneras de medir el patrimonio. Lo primero que viene a la cabeza es lo material: arquitectura, urbanismo, arte... Habrá quien también se quede con la gastronomía, o las fiestas tradicionales. En lo personal se impone hablar de fortuna y de bienes. Y en Ciutat Vella, y en este caso, en el Gòtic, referirse al patrimonio, por escasos y cada vez más insólitos, implica hablar cada vez más de los vecinos. Por eso la colocación de un baño público en un enclave del siglo XIX apenas les llama la atención. Habrá quien se lleve las manos a la cabeza. Pero la inmensa mayoría prefiere salir a la calle sin tener que aguantar el insoportable hedor a orina, aunque suponga encasquetar un bloque de hierro en la plaza del Duc de Medinaceli

El lugar es bonito desde la lejanía. Se urbanizó en 1844 y fue obra del arquitecto municipal Francisco Daniel Molina, que también se encargó de diseñar la plaza del Rei. En el centro, una fuente ornamental con una escultura dedicada al almirante Galcerán Marquet, un navegante del siglo XIV bragado en mil batallas mediterráneas. Aquí hubo antes un convento franciscano; lo más cerca que estuvo la plaza del cielo. 

Deshumanización

El lugar deja de ser bonito desde la cercanía. Árboles con grafitis, bicicletas atadas al vallado de la presunta zona verde, motos arremolinadas en todas las laderas, un plátano con un agujero en la base por el que pasa un niño a gatas. Y un suelo de tierra irregular trufado de bancos desnutridos. El uso intensivo de la plaza la ha llevado a un desgaste inquietante. Y a la deshumanización. De todas las fincas que lo rodean, solo quedan un puñado de residentes locales. Apenas les alcanzaría para un partido de fútbol sala. Hay dos hoteles, el Registro Civil de Barcelona, un edificio de oficinas y un inmueble gigantesco con pisos de lujo propiedad de adinerados extranjeros que vienen a pasar temporaditas a la ciudad. 

Martí Cusó, de la asociación de vecinos del Gòtic, no pone reparos a la instalación del wc metálico. "La plaza ya está muy agredida en muchos sentidos, así que no creo que moleste en absoluto". Cuenta que la elevada concentración de oferta de ocio nocturno les llena las calles de orina humana. Sucede, sobre todo, de jueves a domingo. Uno o dos no pasaría nada, pero hablamos de pis en cantidades industriales. Y eso es molesto de verdad. Un portavoz del ayuntamiento explica que ya han colocado siete de estos mingitorios, que otros cinco están en proceso de instalación, y que tienen pendientes dos más. En total, 14. La ubicación, sigue esta voz municipal, cumple distintos criterios: "Distribución territorial, que haya gran afluencia de gente y que se pueda conectar con facilidad a la red eléctrica y de alcantarillado". En el caso del Gòtic hay que añadir la estrechez de las calles, lo que dejaba poco margen de maniobra.

Otras necesidades

"Podría haberse elegido la plaza de la Mercè, pero generaría el mismo debate", aporta Martí. Ahí, por cierto, aparcan a diario una docena de vehículos con sello de la Administración pública. Como sucedía en Sant Jaume hace años. Este vecino cree que el hecho de que Duc de Medinaceli sea una plaza histórica no quita que se le puedan añadir servicios públicos. "No se ha alterado ningún monumento, y la verdad es que ahora nuestras necesidades son otras".

¿Y tienen éxito estos lavabos? Los de las plazas del Teatre y de los Àngels acumulan 200.000 usos anuales, lo que significa que cada día pasan por ahí, para obras mayores o menores, unas 555 personas. Las cabinas, por suerte, son autolavables. Y si alguien antepone el patrimonio histórico a los apretones de propios y extraños, que sepa que pronto habrá uno en la plaza de la Catedral