BARCELONEANDO

Tribulaciones de un poeta

Martín Grinberg perdió gran parte de su trabajo en una mochila que le robaron hace unas semanas en la plaza del Raspall, en Gràcia

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Mauricio Bernal

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La nota está colgada en la plaza del Raspall, en Gràcia, y dice así: "Gente del barrio: hace dos semanas, en Foguerons, me robaron el ordenador y una carpeta blanca donde llevaba toda mi poesía. Si alguien sabe de algo, por favor que me avise. ¡Gracias!" Firma Martín, y enseguida anota un número de teléfono. En la nota, "toda", "ordenador" y "carpeta blanca" aparecen en mayúsculas; "ordenador" y "carpeta blanca", además, subrayados. Hay una decena de estos carteles pegados por las calles de Gràcia, todos en las inmediaciones de Raspall, donde a Martín le robaron sus cosas, y dado que están escritos a mano, hay pequeñas variaciones entre uno y otro, pero todos condensan en unas pocas palabras la misma desdicha: el poeta ha perdido sus poemas. Todos los poetas que lean esto entenderán la envergadura de la tragedia.

"Gente del barrio: hace dos semanas, en Foguerons, me robaron el ordenador y una carpeta blanca..."

Martín Grinberg nació hace 28 años en Barcelona. Hijo de padres argentinos exiliados durante la dictadura, su decisión de dedicarse a la poesía nació del hallazgo de un poema de Mario Benedetti que leyó en uno de los habituales viajes familiares a Buenos Aires, cuando tenía 14 o 15 años. ‘Chau Número 3’, ese que dice: "Te dejo sin mis dudas / pobres y malheridas / sin mis inmadureces / sin mi veteranía". "Me acuerdo de leer el poema y fliparlo bastante", recuerda. Estudió en la UB lo que antes se llamaba Literatura comparada y hoy se llama Estudios literarios, y ha juntado una parte de su profusa producción poética en tres libros que ha intentado por todos los medios publicar y no ha podido: ‘Manos’, ‘Plano sin refugio’ y ‘Martina y los viajes del camino’, este último de poesía para niños. Es un poeta sin publicar pero un poeta con todas las letras, que no es sino otra forma de decir que la poesía la lleva dentro. "Publicar está muy complicado", dice. "No sé si es de ahora o si siempre estuvo complicado".

"Devuélveme los poemas"

La mochila donde cargaba el ordenador y la carpeta blanca con toda su poesía –además de una agenda y un reproductor de cedés– se la robaron una noche de finales de enero, cuando prolongaba con amigos la fiesta de los Foguerons de Sant Antoni, de especial interés para él porque la música, en particular la música tradicional, ocupa un segundo y honroso lugar en la lista de sus debilidades. "Al final de la noche me puse a tocar la pandereta, la mochila la perdí de vista unos minutos y ahí me la robaron. Iba todo el día cargando con una mochila que pesaba un montón y volví a casa con una pandereta". Había poemas impresos en la carpeta y poemas guardados en la memoria del ordenador, y al principio Grinberg reaccionó como cualquiera que pierde su principal tesoro: mal. "Me puse a dar vueltas por la plaza y por todas las calles de los alrededores y a preguntar a todo el mundo si habían visto una mochila negra, pero nadie sabía nada. Me dio rabia… No sé. Fue muy raro". Al llegar a casa escribió en su Facebook: "Al ladrón que me robó esta noche, al menos devuélveme los poemas".

"Al ladrón que me robó esta noche, al menos devuélveme los poemas", escribió en su Facebook

Unos días después recibió una llamada de un vecino que había encontrado la agenda en la calle; pero de los poemas no había noticia. Entonces decidió poner los carteles, pero han pasado un par de semanas y nadie lo ha llamado. No es que Grinberg se haya dedicado a mirar fijamente el teléfono esperando esa llamada feliz: el episodio lo ha llevado a desempolvar carpetas como la que cargaba ese día, donde había poemas antiguos que creía perdidos y algunos de los que estaban en la memoria del ordenador, y en general lo ha obligado a llevar a cabo una labor concienzuda de recuperación. "Pero la verdad es que todavía no sé cuántos poemas perdí". Da por sentado que algunos no los va a recuperar nunca. En una fiesta una chica le dijo que, bueno, al menos el episodio era poético, y él le respondió: "Mira, es poético si le pasa a otro, pero si te pasa a ti es una putada".

En general, Grinberg no se lo toma a la tremenda. Un mes después del episodio, su actitud ha evolucionado hacia un sensato: "Qué le vamos a hacer". Recuerda que en diciembre alguien le recomendó ‘L’art de perdre’, la novela de Alice Zeniter cuyo título está basado en un poema de Elisabeth Bishop que –el azar tiene estos derroteros– él se tomó el trabajo de traducir en su día. Habla del arte de perder cosas y recomienda perder algo cada día. Le hizo gracia.