RESTAURACIÓN

Los niños de Obiols

La parroquia de Sant Vicenç de Sarrià ha restaurado los frescos del altar mayor, obra del pintor modernista

pinturas de Josep Obiols a Sant  Vicenç de Sarria

pinturas de Josep Obiols a Sant Vicenç de Sarria / periodico

Ernest Alós

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De una iglesia reconstruida a finales del siglo XVIII en un municipio entonces rural, que vio cómo su principal tesoro, ocho paneles de un retablo de Jaume Huguet, volaron en 1902 en dirección a un museo (hoy el MNAC), que fue incendiada en julio del 36 y redecorada en plena posguerra, no se puede aspirar, de entrada, que conserve muchos elementos de valor artístico. No es el caso de la parroquia de Sant Vicenç de Sarrià, en plena campaña de recuperación de su patrimonio. Conserva un retablo original del siglo XVI, acogió a un superviviente del 11 de Setembre de 1714 (el retablo de Santa Clara, que tras escaparse por los pelos del bombardeo, asalto y destrucción del convento del mismo nombre pasó, antes de llegar a Sarrià, por el Saló del Tinell) y dispone de un altar mayor con frescos de pintor noucentista Josep Obiols, cuya restauración se ha inaugurado este domingo.

La presentación a los feligreses de las pinturas recuperadas por la iniciativa restauradora del párroco Salvador Bacardit (ahora va a por el órgano) ha contado con la presencia de una buena representación de la familia Obiols. Era la parroquia del pintor, y su hermano Àngel Obiols era el organista de la iglesia. Entre los presentes, dos hijos del pintor, Montserrat Obiols y el ex primer secretario del PSC Raimon Obiols. Que mira que debe de haber pronunciado discursos en su vida, y hasta hoy no lo había hecho desde el púlpito de una iglesia (donde ha recordado la ausencia de una sobrina del artista, Clara Ponsatí Obiols).

Siempre ha corrido el rumor de que en los frescos de Josep Obiols, en Montserrat o en Sarrià, pueden verse angelotes con taparrabos, alitas y la cara infantil del político socialista. “Es un poco una leyenda urbana –responde-. Mi padre pintaba de memoria, no nos hacía posar. Pero utilizaba la fisonomía de la familia. Reconozco en sus pinturas caras de mis hijas”. “Y a veces veo las caras de sus biznietos, a los que por supuesto no llegó a a conocer”, añade su hermana, Montserrat. Con esta pista, al volver a mirar el altar mayor de Sarrià ya no se encuentra a un Raimon: las características caras angulosas y alargadas de todos sus ángeles, monaguillos y santos adolescentes resultan ser, uno tras otro, ‘obiols’ clónicos. Vaya, allí está la editora Isabel Obiols, nieta del pintor, con halo de santidad y casulla recibiendo devotamente la comunión. "Yo veo a mis primas", dice ella.

Isabel Pi, responsable del equipo de restauradores que ha limpiado a fondo las pinturas, mármoles y grupos escultóricos del altar mayor durante tres meses, e intervenido en las zonas deterioradas por las sales y humedades procedentes de unas goteras, destaca precisamente las caras de los niños que aparecen en las pinturas de Obiols, que a distancia corren el peligro de pasar desapercibidas. “Se nota el cariño que puso en las figuras de los niños pequeños, en el nacimiento, un niño que se coge del manto de su madre, un angelito negro…” Obiols pintó los frescos en 1952, cuando por todas las radios sonaban los ‘Angelitos negros'. En el altar de la Purísima, en un lateral, Fornells Pla también incluyó otro angelito moreno. Machín, realmente, consiguió que los pintores que pintaban con amor le hicieran caso. Obiols no olvidaba, especialmente en estas caras infantiles, el estilo noucentista de su producción anterior.

Además de las pinturas de Obiols, Isabel Pi destaca también la restauración de la figura central, el grupo escultórico monumental con un Sant Vicenç y dos angelotes. La intervención ha eliminado un repinte de esta figura prácticamente eccehómico. Si no icterícico. Esdrújulo es cualquier caso. Una capa incomprensible de amarillo ocre que simplificaba los rasgos del santo, quizá para hacerlos más visibles cuando se instaló a una altura superior a la prevista inicialmente. Ahora al mártir se le ve una realista barba de un par de días, en lugar de parecer un Simpson con capa.

El delegado de Patrimonio del arzobispado, Robert Baró, recuerda que la obra de Obiols en Sarrià tiene también otra lección. Tras los saqueos de las iglesias tras la guerra civil había varias opciones para la reconstrucción. El “revanchismo” triunfalista, el restaurar para hacer parecer que allí no había pasado nada o “construir algo nuevo a partir del amor al país”. Que es, sostiene, lo que hizo Obiols (y otros muchos).