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El decano de los corredores de Barcelona

Miquel Pucurull cumple 80 años con la moral intacta para seguir corriendo maratones

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zentauroepp46144906 miquel181209170230 / Ricard Cugat

Carlos Márquez Daniel

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Tiene un trote suave. Algo más que andar deprisa. El cuerpo bien erguido, quizás con cierto exceso de talones. A un ritmo que facilita hablar sin ahogos, que permite ver pasar la ciudad. Miquel Pucurull corre desde hace 40 años. Son muchos, pero el verdadero mérito es que el 3 de dicembre cumplió 80. Y ahí sigue, saliendo a entrenar cinco días a la semana, “porque en la vida necesitas ponerte objetivos”. Es el decano de los corredores de Barcelona. Los ‘runners’, que se busquen a otro. 

La cita es en la Diagonal. La conoce bien; su suelo algo inestable, sus semáforos traicioneros que a la vez dan un respiro, su carril bici, de los más rápidos y de los primeros que se pintaron en la ciudad; sus paseantes absorbidos por el móvil. Sale pronto de casa, junto al parque del Escorxador, sube a la avenida y la recorre hasta el parque de Cervantes. Le salen unos 10 kilómetros. Si quiere un poco menos, da la vuelta en el Corte Inglés. Antes subía a la carretera de las Aigües, pero dejó de conducir y se quedó sin esas vistas. Por extraño que parezca, esta ciudad no ofrece transporte público para llegar a uno de los paseos más bonitos del mundo.

"Que la gente corra me gusta mucho. Que hagan ‘running’, no”

Correr a su lado es volverse invisible. Uno podría ir desnudo o rodeado de los Rolling Stones interpretando ‘Brown Sugar’ y la gente seguiría mirándole a él. Como debe ser. Hay una mezcla de sorpresa y admiración entre el público accidental. “También habrá quien piense que este abuelo está loco. Lo que no saben es que seguramente ya estaría muerto si no lo hiciera”. 

“¡A la cocina!”

Miquel, ‘Pucu’ para los amigos, nunca tuvo un físico olímpico. Más bien todo lo contrario, y fue precisamente el exceso de peso lo que le animó a empezar a correr a finales de los 70, tras una visita al médico de esas que hacen saltar las alarmas. Por eso está convencido de haber tenido dos vidas: “Desde que nací hasta los 40, y desde entonces hasta hoy”. Porque todo ha girado alrededor de esta afición que hoy es el opio del pueblo pero que en tiempos del alcalde Narcís Serra era cosa de bichos raros. Cuando llevaba siete meses corriendo, y todavía arrastrando una generosa barriguita, participó en su primer maratón. “Una locura que no le recomiendo a nadie”. Su mujer, Felicitat, también se aficionó. En su caso, sin embargo, tuvo una doble batalla: contra los kilómetros y, como recuerda Miquel, contra los hombres que en los primeros 80, en lugar de admirarla, “le gritaban por la calle que se volviera a la cocina”. 

El maratón le permitió conocer a Ramon Oliu, “un químico catalán de Cantonigrós que vivía en Estados Unidos y que fue el primer organizador de la carrera en Barcelona después de dos ediciones en Palafrugell”. Oliu escribió un artículo en el ‘Avui’ con recomendaciones de cara a la prueba, e invitó a los corredores a pasarse por la redacción para recoger un plan de entreno que había confeccionado. Miquel fue a por él. “La primera semana, un minuto de trote y un minuto de andar, con cinco repeticiones. Y así cada día, con dos de descanso. La segunda semana, dos de trote y uno de caminar. Se trataba de ir sumando minutos corriendo para terminar suprimiendo el paso rápido”. La de la capital catalana fue la primera de los 46 maratones en los que ha participado. También ha trotado por Nueva York, Londres, San Sebastián y Valencia. Su mejor tiempo es de 3 horas y 14 minutos.

De los trajes a la impresión

Nació en 1938 en una portería del Eixample que estaba al cuidado de su madre. Estudió hasta los 13 años y se puso a trabajar, como muchos adolescentes que, en los 40 y 50, o no tenían medios o no le veían futuro a eso de los libros. Primero atendiendo el teléfono para una empresa de champú sita en el barrio de la Sagrada Família, y luego como sastre. No fue por casualidad: era el oficio de su hermano. Se dedicó a los trajes hasta los 22 años, cuando dio un vuelco profesional que le llevó primero a la Hispano Olivetti y luego a Gestetner, una compañía de máquinas multicopistas. Ahí pasó 38 años, siempre en tareas comerciales, lo suyo. El único deporte que practicó en todos esos años fue el baloncesto, en unos tiempos en los que el rarito era el alto. Jugaba en el club PEM del Guinardó y guarda un recuerdo “excepcional” de aquella etapa. 

Miquel no le escucharán jamás hablar de ‘running’. No entiende de anglicismos. Es más: los rechaza. “Que la gente corra me gusta mucho. Que hagan ‘running’, no”. Es un purista de la materia, por eso no ha tenido nunca entrenador aunque sí ha leído un montón de libros que le han enseñado a correr más y mejor. Ha tenido también tiempo para la solidaridad, recogiendo durante sus maratones cerca de 30.000 euros para la diabetes infantil, dolencia que padece una de sus nietas. Ha escrito un libro y es un incansable tuitero.

A su mujer le dice siempre que este es el último maratón. Ya prepara el del 2019 “Me gusta seguir porque creo honestamente que doy buen ejemplo”. Sabe que llegará un momento en el que ya no podrá correr. Por la razón que sea. “Entonces caminaré. Pero si voy un poquito más rápido, ya estaré corriendo otra vez”.