INCIVISMO Y POLÍTICA

Los incendios de verano en Barcelona

Los problemas de convivencia estallan periódicamente en temporada estival, pero en el final del mandato de cada alcalde escalan más fácilmente a la categoría de crisis política

La fotografía con la que Vicens Forner denunció en el 2014 el incivismo de los turistas en la Barceloneta.

La fotografía con la que Vicens Forner denunció en el 2014 el incivismo de los turistas en la Barceloneta. / VICENS FORNER

ERNEST ALÓS

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Turismo incívico, ocupación de la calle por actividades irregulares, desinhibición nocturna y lacras sociales que dejan de estar escondidas (prostitutas explotadas, narcopisos) favorecen la generación de incendios veraniegos no en el monte sino en Barcelona. Son ingredientes objetivos, innegables. Y exacerbados cuando el conflicto veraniego entra en otra subcategoría, la crisis política de verano en final de mandato, cuando las elecciones se acercan y la oposición huele sangre. “Arma arrojadiza”, dice la teniente de alcalde Laia Ortiz respecto del plante general de la oposición por la agresión a un turista, la continuidad de los narcopisos. Arma arrojadiza que tuvieron que esquivar, sin demasiado éxito y en circunstancias similares, Joan Clos, Jordi Hereu y Xavier Trias, y que todos y cada uno de los grupos municipales lanzaron cuando estuvieron en la oposición.   

2005: vandalismo en Gràcia

Si repasamos la hemeroteca en búsqueda de crisis de vandalismo callejero podríamos recordar los altercados masivos de las fiestas de Gràcia en agosto del 2005, con 13 jóvenes detenidos, 11 policías heridos leves y decorados de los vecinos destrozados. Los grupos del PP y CiU forzaron un pleno extraordinario “para debatir el auge del vandalismo urbano y del incivismo”. Y eso que aún no se habían producido unos segundos incidentes, también en agosto, entre urbanos y grafiteros en Sants, con nueve heridos y cuatro disparos al aire. Al socialista Joan Clos, señalado por la oposición, por cierto, le quedaba un año como alcalde. El año anterior, tras una serie de denuncias interminables, había tenido que aprobar al dictado una ordenanza cívica contra la mendicidad, la prostitución callejera y la venta ambulante.

2011: sexo en la Boqueria

Acaba el agosto del 2011. Dos turistas practican el sexo con dos prostitutas africanas en los soportales del mercado de la Boqueria. El escándalo por las imágenes va en este caso en la cuenta de otro alcalde en fase terminal, Jordi Hereu. La prostitución callejera se convierte en otra crisis de ciudad (ya lo era para los vecinos que debían convivir con las escenas de sexo y peleas, y para las prostitutas explotadas). “Esto es una catástrofe”, exclamaron Xavier Trias y Alberto Fernández Díaz. “El Gobierno municipal está despistado y mira siempre hacia otra parte, parece que le dé vergüenza aplicar las normas cívicas”. Que había que tenido que modificar, tras varios escándalos mediáticos, con la presión de CiU y la oposición de ERC e ICV, para penalizar  el nudismo urbano y la circulación en bikini o bañador por las calles.

2014: barrios contra el turismo

En el 2014, último verano del mandato de Xavier Trias, fue a él a quien le tocó encarar otra crisis veraniega, la rebelión de la Barceloneta ante las consecuencias del monocultivo turístico (encarecimiento de alquileres, expulsión de vecinos, incivismo), que llegó a su culmen con una manifestación, el 31 de agosto, a la que se sumaron, Jaume Collboni (PSC), Ricard Gomà (ICV) y Alfred Bosch (ERC), con reproches al absentismo del alcalde en pleno verano (tuvo que regresar de sus vacaciones precipitadamente). Y que tuvo su imagen icónica en aquella de Vicens Forner, publicada en este diario, con dos turistas desnudos en plena juerga en un colmado del barrio.      

En el año 2015, reciente el relevo municipal, la guardia estaba baja. Un grupo de jóvenes propinó palizas gratuitas y salvajes durante las noches de las fiestas de Gràcia, en una de las cuales un joven acabó perdiendo un ojo.  Y la crisis de la Barceloneta se repetía, con idénticas quejas vecinales, con idénticos motivos, pero con algunos de los activistas del año anterior en el Gobierno municipal.

Pero el verano del 2016 ya fue movido, con el incivismo del turismo alcohólico que amargaba la vida a los vecinos de la Vila Olímpica, víctimas colaterales del desmadre del Port Olímpic. En julio, tras la agresión filmada de un mantero a un Guardia Urbano dos meses antes, Ada Colau dio un giro y puso un ‘skate park’ en Joan de Borbó para desalojarlos finamente. Tras la expulsión y varias detenciones de vendedores, se encontró en el mes de julio con una protesta de los vendedores, ocupando con su género toda la Rambla. Y tras ello, otro giro.

¿Y en el 2017? Los actos de sabotaje de Arran y Endavant contra bicicletas de alquiler y autobuses turísticos. La pugna entre restauradores y ayuntamiento por el espacio para las terrazas. Aunque en realidad los colapsos del aeropuerto del Prat ocuparon el grueso de la atención… hasta que el drama llegó el 17 de agosto. La emergencia de los narcopisos en el Raval, denunciada ese mismo verano desde este diario, se ha demostrado con el tiempo que era mucho, mucho más, que un incendio estival. O que la mayoría de crisis de agosto tienen bases más que reales. Aunque el momento de convertirlo en crisis política tardó unos meses en llegar.