PLAGA EN EL CENTRO DE BARCELONA

'Escudos humanos' contra los narcopisos del Raval

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Guillem Sànchez / Beatriz Pérez

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TereDavid y Mar se han convertido en un remedio casero que los vecinos del Raval de Barcelona han ideado para contenter la plaga de narcopisos que está envenenando este barrio. Salvo eso, no tienen nada más en común. Tere es una madre soltera de 39 años y en el paro que necesitaba un techo para sus hijas de 9 y 16 años. David, de 25 años, es un excamarero y exteleoperador al que su sueldo no le daba para vivir y pagar el alquiler, y escogió lo primero. Mar es una estudiante mejicana de 29 años que decidió mover ficha cuando vio que en este barrio los vecinos sufrían un acoso de los narcotraficantes que le sonaba demasiado a lo que había vivido en su infancia.

Los tres han sido 'seleccionados' por los vecinos de la plataforma Acció Raval para ocupar narcopisos -a menudo propiedad de entidades bancarias que se desentienden de sus posesiones- que se habían quedado momentáneamente vacíos tras una operación policial, explica Ángel, uno de sus miembros.

Mientras el Ayuntamiento de Barcelona sigue estudiando la manera de contener un fenómeno complejo que se enquista gracias a la perversión de la ley -los domicilios ocupados por traficantes son tan inviolables como los que habita una familia-, Acció Raval ha decidido buscar una solución no exenta de contradicciones, dado que las ocupaciones paliativas que promueven tampoco encajan dentro del marco legal. La lógica de sus acciones es aplastante: si el motivo principal que ha convertido su vecindario en un terreno fértil para los pisos de la droga es la existencia de demasiados pisos vacíos que atraen a los traficantes, los habitantes de la zona de Vistalegre y Riereta, una de las más afectadas por la epidemia, han optado por rellenarlos con personas, como Tere, como Mar y como David.

"Entré con mucho miedo"

"Yo estaba buscando piso y una amiga que me dijo que los vecinos de Vistalegre querían que yo, una mamá con dos niñas, ocupara esa casa", recuerda. 'Esa casa' fue durante casi cuatro años un narcopiso que había desencadenado un infierno en toda la finca. Los vecinos, conscientes de que tras la operación policial los traficantes regresarían, eligieron a Tere para evitarlo.

La comunidad cambió la puerta de la entrada principal, la cerradura del exnarcopiso y entregó las nuevas llaves a Tere. "Entré con mucho miedo. Porque los traficantes podían volver. Gracias a Dios, no han vuelto", se tranquiliza. La situación incomoda a Tere, que sabe que está en la cuerda floja. La orden de desalojo que toda la calle había estado implorando durante años para echar a los traficantes, ha acabado llegando ahora, cuando es Tere quien es la ocupa. El próximo 5 de marzo, si nada cambia, podría ser desahuciada. Para desesperación de los vecinos, que se temen que eso dejará un hueco que olerán de nuevo los traficantes, y para la de Tere, que volverá a quedarse sin techo para su familia.

"Forcejeé con los traficantes"

En los bajos del número 9 de Vistalegre había un "laboratorio de droga que suministraba mercancía a otros narcopisos de la zona", explica Mar. Ella y un compañero ocupan este espacio desde el 10 de noviembre, un día después de que los Mossos y la Guardia Urbana irrumpieran en el local para que desmantelarlo.

El primer mes "fue el más difícil", porque los traficantes que habían anidado en este local, quisieron regresar para reabrir el 'negocio'. Una noche, a Mar y a su compañero les tocó -literalmente- sujetar con las manos la puerta de entrada para impedir que se colaran. Hubo más embestidas nocturnas, pero las resistieron todas. Ahora explica que su intención es crear en estos bajos "un centro cultural" para el barrio. 

"El narco ya no vive aquí"

David vive en los bajos del 3 de la calle Riereta, a escasos metros de Tere y de Mar. Este local ha estado durante tres años también en manos de traficantes. Del mismo modo que sucedió con Mar y Tere, él también entró en un espacio del que los camellos acababan de ser expulsados policialmente para evitar que regresaran.

En su caso, coinciden la ideología y la necesidad. David defiende las ocupaciones como una manera útil para luchar "contra la gentrificación". Durante los primeros días, hasta su puerta siguieron llegando toxicómanos para comprar heroína. "El hombre [el narco] ya no vive aquí", les fue diciendo uno a uno. El propio traficante también regresó, y recibió la misma respuesta. 

David, y el resto de personas que ahora habitan en estos bajos, procedentes de otra ocupación anterior, la de la Residència d’Estudiants Autogestionada (REA) -desalojada el 8 de enero- están "rehabilitando" un local que encontraron lleno de basura y de jeringuillas usadas.