TRAYECTORIA INTERMITENTE

El museo maldito

Arts Santa Mònica no ha sabido conectar con el público a pesar de su inmejorable emplazamiento en la Rambla

Expositores de la Feria Arts Libris en el Arts Santa Mònica.

Expositores de la Feria Arts Libris en el Arts Santa Mònica. / periodico

Cristina Savall / Barcelona

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Los continuos giros en temas de política cultural por parte de la Generalitat, los cambios de dirección, los recortes presupuestarios y la ecléctica, elitista y experimental programación que ha ofrecido Arts Santa Mònica en estos últimos años no ha consolidado el proyecto de crear un espacio abierto a públicos diversos y lograr una influyente plataforma para la cultura participativa.  Su objetivo de ser un escáner de la vitalidad del ecosistema cultural catalán y de la creación de la cultura contemporánea (así se define en su página web) no ha terminado de cuajar entre los barceloneses.

El año pasado, este privilegiado espacio de la Rambla, con claustro incluido, fue candidato a convertirse en el Centre Nacional de Fotografia, aunque finalmente albergará un espacio de reflexión entorno a la arquitectura a mediados del 2018. 

Se inauguró el 1988 con el nombre de Centre de arte Santa Mònica y con el encargo de ser un espacio de difusión y producción de arte contemporáneo. En los primeros años lo dirigió Josep Miquel García, que supo compaginar la presencia de artistas de renombre internacional con la revisión de los distintas épocas del arte catalán con restropectivas como 'El surrealismo en Catalunya'.

Sin competencia

Entonces no existían ni el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, ni el Museu d'Art Contemporani de Barcelona, ni la Fundació Tàpies. En esos años, nació la Primavera Fotográfica, expusieron el fotógrafo Joan Fontcuberta, el pintor Antonio Saura y los diseñadores Philippe Starck, Enzo Mari y Ron Arad.

Después atravesó diferentes etapas con más subidas y bajadas que una montaña rusa. La más ambiciosa comenzó en el 2004, año en el que el centro se abrió a la Rambla e inició las obras para disponer de una nueva sala de exposiciones de 300 metros cuadrados. El proyecto de ampliación y remodelación, que costó más de un millón de euros, también fue obra de Albert Viaplana

La etapa más crítica se remonta al año 2008 cuando Joan Manuel Tresserras, entonces 'conseller' de Cultura, quiso convertir el espacio artístico entonces que dirigía Ferran Barenblit en el Centre de Cultura, Comunicació i Ciència, un proyecto que propició muchas protestas en el sector. "No puede ser que un equipamiento público situado en un lugar por donde pasa medio millón de personas al día esté vacio", respondió Tresserras a los más críticos, recordando que el número de visitas no ascendía de las 70.000 al año.

Al final, en el 2009, Barenblit, que había apostado por que Santa Mònica participara en los primeros años del Sónar, presentó su dimisión y el equipamiento de la Rambla se transformó en un centro de pensamiento y debate sobre arte, cultura, ciencia y comunicación, con una programación coordinada por Vicenç Altaió. En el equipo directivo entró Josep Perelló, físico, como responsable del área de ciencia y tecnología del centro, pero dimitió a los pocos meses al no tener las garantías de poder llevar a cabo Espai Laboratori, el proyecto que inició.

Bajo la dirección de Altaió, pasó a llamarse Arts Santa Mònica, pero en el 2013 se volvió a reorientar su trayectoria convirtiéndose en un centro de creatividad. Lo iba a sustituir Conxita Oliver, nombrada de forma provisional por el entonces consejero Ferran Mascarell, que fue quien hizo saltar a Altaió, a quien le sustituyó el historiador y gestor cultural Jaume Reus, que en el 2015 logró que el centro aumentara las visitas a 137.000 personas.

En estos últimos años, han destacado la retrospectiva de Brian Eno, la feria de libro de artista Arts Libris, 1 Dia 1 Foto, la exposición dedicada a los 50 años de Serrat y la de fotografías realizadas por la actriz Jessica Lange y las proyecciones del histórico festival Art Futura.