Setmana de la pesca

Los 356 pescadores de la Barceloneta

En Barcelona, 29 embarcaciones se dedican a la pesca profesional en la actualidad

Moll de Pescadors de la Barceloneta

Moll de Pescadors de la Barceloneta / periodico

Toni Sust / Barcelona

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La Barcelona del2017, es decir, la Barceloneta, alberga en la actualidad a 356 pescadores, entre patrones y marineros. Son más que los 300 que salían al mar con idéntico propósito, y condiciones muy distintas, en el 1700, y bastantes menos de los cerca de 1.400 que se ganaban la vida pescando en la capital catalana hace solo 20 años.

Los pescadores, lamenta el sector, viven en una especie de burbuja: como si nadie en la ciudad supieran que existen. Para empezar a derribar ese muro, el Museu Marítim y la Confraria de Pescadors han organizado estos días la Setmana de la pesca a Barcelona. Una ristra de actos que acompañan el espíritu de iniciativas como www.capamarbcn.com, entidad que entre otras labores de pedagogía ha abierto la posibilidad de que la ciudadanía

17 barcos practican la pesca del cerco, 10 se dedican al arrastre y dos, a las llamadas artes menores

comparta una jornada en el mar con los profesionales.

Un buen pretexto para acudir al muelle de pescadores y husmear entre los que trabajan en las embarcaciones activas, que lo hacen en tres modalidades distintas: 17 barcos practican la pesca del cerco, 10 se dedican al arrastre y dos, a las llamadas artes menoresuna trasmallera y una palangrera. Los del cerco y el arrastre hacen un paro biológico de un mes al año. Según la práctica, los horarios y las capturas son distintos. En común: una vida dura, escasamente remunerada, pero un trabajo, coinciden los pescadores, que engancha.

‘Quarts de casa’

Jesús Antón, de 41 años, pesca desde los 13. Primero iba al cerco y desde hace 20 años, al arrastre. Lo cuenta mientras traslada una caja de gambas a la lonja. Antón vive en la Barceloneta. Se levanta a las 4.30 para estar a las 4.45 en el barco en el que trabaja, el ‘Nus’. A las 5 ya están en marcha para salir del muelle a las 6. “Siempre se intenta la gamba porque es lo que mejor se paga”.

De lo que se gana, una vez descontados los gastos, un 50% es para el dueño de la embarcación y el otro 50% para los marineros. No hay sueldo fijo. Los consultados hablan de entre 12.000 y 15.000 euros en los mejores casos, aunque en algunos, en los peores años, el salario puede quedarse en 7.000 euros anuales.

Si no se pesca, no se cobra, subraya Antón, que tiene dos hijas: “¿Un día malo? No cobras. ¿Se estropea el motor? No cobras”. Desde julio, el ‘Nus’ va a pescar a la zona de Sitges: “Arrastramos una hora y luego 45 minutos de recogida. Luego arrastre de nuevo y recogida”. A las cinco de la tarde ya están de vuelta. Antón ha hecho de camarero y tuvo una tienda. “Es verdad que la pesca te llama si te gusta”. Prefiere que sus hijos no sean pescadores.

“Pagábamos el alquiler y el seguro de entierro”

José Antonio Caparrós, es propietario del ‘Nus’ junto con su mujer y el patrón actual. Con 67 años, Caparrós es pescador desde los 18 –“Más tarde de lo normal, trabajé dos años y pico en una agencia de viajes”, dice- y se jubiló a los 58. Hijo de un pescador que llegó de niño de Andalucía, Caparrós nació en la Barceloneta, en la calle de Guitert. en el piso que en el que vivió con sus padres, dos hermanos y una abuela. Todos en 30 metros cuadrados.

De cuando empezó recuerda un mundo más precario y sin consumo: “La gente pagaba el alquiler y el seguro de entierro. Muchos no tenían luz, algunos la pinchaban”. Alguna ventaja tenían los profesionales del mar. Lo ilustra con un refrán: “A casa del pescador, l’home menja, la dona no”. Dicho que proviene del hecho de que los pescadores, a menudo, lograban desayunar, almorzar y cenar en el barco.

Caparrós recuerda como en tiempos de expansión industrial muchos dejaron el mar: “Se fueron a La Maquinista, a Catalana de Gas”. Cuando la crisis azotaba a las fábricas, la gente volvía: “Pero no todos cabían”. Con tres nietos,

En  pisos de 30 metros en los que antes se agolparon inmigrantes del resto de España lo hacen ahora extranjeros

asegura que no le importaría que alguno fuera pescador.

Donde comen cuatro comen 16

José Manuel Juárez tiene 55 años y es el primer marinero que llega a ‘patró major’, presidente, de la Cofradía de pescadores: “El primero del Mediterráneo”. Trabaja en una barca que se dedica al cerco, el ‘Nuevo Labio’. Se embarca cada noche, a las 10 de la noche en verano y a las 11 en invierno. A partir de las siete de la mañana está de vuelta.  Si el arrastre se basa, ¡oh perogrullo!, en arrastrar las redes, el cerco consiste en localizar un grupo de pescado, un cardumen (que se diferencia de un banco porque en este caso todos los pescados son de la misma especie y en de los cardúmenes, no necesariamente) y rodearlo con redes. “Pescamos ‘verat’, jurel, sardina, sobre todo, boquerón”. Cuenta Juárez que si en un arrastrero puede funcionar con un patrón y cuatro marineros, en el cerco trabajan de media 12 personas: “Hace unos años hasta 24”.

Juárez es hijo de barraquista del Somorrostro. Su abuelo decía que donde comen cuatro, comen cinco. “Pero a menudo eran 16”. Su abuela murió y su madre abandonó Barcelona, a la que él llegó en 1977, con 15 años. El año que viene podría jubilarse: los pescadores tienen la opción de hacerlo a partir de los 55 por lo duro de su labor.  No parece entusiasmado con la idea.

Juárez explica que si décadas atrás era frecuente que los inmigrantes del resto de España se agolparan en los ‘quarts de casa’, ahora lo hacen los senegaleses, marroquís y argelinos. Los alquileres en el barrio resultan inasumibles. Los extranjeros, rememora, llegaron cuando los Juegos Olímpicos generaron tanto trabajo que muchos dejaron la pesca. “La mitad de los pescadores vive en la Barceloneta, el resto en Badalona y otras localidades”.

Las artes menores

Dos barcos se dedican en Barcelona a lo que se conoce como artes menores: el trasmallo y el palangre. Uno es el ‘Trasmallero’, de Rafa Aguilera, 52 años, en el mar desde los 13, antes en el cerco. Cuenta que compró su primer barco a los 21 años, y cómo de apretado iba entonces. El trasmallo es un arte con tres partes de red, siendo la del medio más “ciega”, más densa. El pescado entra por los laterales y choca con al red. Aguilera va en esta época al lenguado: sale a las seis de la mañana y vuelve a las 12. Cuando va al langostino, de junio a agosto, sale a las nueve de la noche y faena hasta las dos o las tres de la mañana. En su barca van él y un marinero. Podría tener más gente, pero dice que así el reparto es mejor para el marinero y la cosa funciona.

También van dos personas en el único palangrero de Barcelona: el ‘Ponte de Rande’: Edgar Garcia, 34 años, 16 en el mar, y su jefe, su padre. Mediante el palangre, una línea con líneas de anzuelos ramificadas, García pesca en esta época castañuelas, un pez migratorio al que también llaman ‘hijaputa’. De marzo a junio va a la merluza, últimamente de baja. Garcia no duda: “No me voy a morir de hambre ni me voy a hacer rico. Pero yo no voy a cambiar de trabajo”.