El Síndic abre una investigación sobre los narcopisos del Raval

Indaga sobre la cooperación entre Mossos y Ayuntamiento para combatir la venta de droga en el barrio

Cacerolada de los vecinos contra la presencia de traficantes en el Raval y miembros de la Guardia Urbana ante el número 18 de la calle de Sant Vicenç, donde han sido ocupados pisos.

Cacerolada de los vecinos contra la presencia de traficantes en el Raval y miembros de la Guardia Urbana ante el número 18 de la calle de Sant Vicenç, donde han sido ocupados pisos.

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El Síndic de Greuges, Rafael Ribó, ha abierto una investigación de oficio a la vista de la información que el pasado 16 de agosto publicó EL PERIÓDICO, en la que se revelaba que la plaga de narcopisos que sufren los vecinos del Raval desde hace meses había alcanzado incluso a algunas fincas viviendas de protección oficial en régimen de alquiler. El titular de la sindicatura ha solicitado al Ayuntamiento de Barcelona y a los Mossos d’Esquadra datos que confirmen si esas denuncias vecinales son ciertas y, en caso de respuesta afirmativa, que aclaren qué medidas han tomado para resolver el conflicto.

El problema de los narcopisos, según vecinos del Raval, lleva meses larvándose, aproximadamente desde finales del 2016. La situación, sin embargo, ha estallado este verano, primero con un epicentro de terremoto social en la calle Roig. Allí, los residente, hartos de las molestias que les causa la venta y consumo de heroína (entre otras sustancias) en su calle, y de los enfrentamientos con algunos narcotraficantes decidieron salir a la calle a protestar.

Los narcopisos, al menos en su versión actual, no tienen apenas antecedentes en el centro de la ciudad. No son solo pisos en los que se vende droga al detalle. En algunos de esos apartamentos se proporciona a los consumidores todo aquello que necesitan para consumir su dosis: la jeringuilla, la cucharilla, el filtro y un colchón en el que tumbarse. No es, ni mucho menos, un lugar aseado. Al revés. Los vecinos del resto de la finca se quejan de suciedad y de que lo común es toparse con algún heoinómano en la escalera, a veces tirado en el suelo, orinando o con actitudes hostiles.

A 50 metros de los Mossos

Eso sucede, por ejemplo, en el número 9 de la calle Om, un bloque de pisos del Patronato Municipal de la Vivienda, construido a finales de los años 80 y a apenas 50 metros de la comisaría de los Mossos d’Esquadra, donde las familias que allí residen tienen que convivir, según dicen, con al menos dos narcopisos.

Tras la publicación de la información en la que los afectados denunciaban la situación, el Ayuntamiento de Barcelona reconoció ser conocedor del problema, pero recordó, en su descargo, que este tipo de conflictos requieren un tiempo de resolución que obviamente no satisface a los vecinos. La policía solo puede entrar en los pisos con una orden judicial y esta solo la pueden obtener tras una paciente recopilación de pruebas que demuestren que allí se comercia con sustancias estupefacientes.

El Síndic de Greuges, entre otras cuestiones, solicita al ayuntamiento y a los Mossos d’Esquadra cuál es la cifra exacta de narcopisos del Raval, un número difícil de determinar porque, según fuentes de la policía autonómica, el comercio va itinerando de un piso a otro para burlar la vigilancia.

El barrio recuerda los 80

El consumo de heroína en Barcelona, a diferencia de lo que sí ocurre en algunas ciudades de Estados Unidos, no ha experimentado un fuerte aumento, según los datos de la Conselleria de Salut. La novedad es que, en cierto modo, el Raval ha vuelto en parte a los años 80. Fue una etapa dura. Era frecuente ver víctimas de la heroína por la calle y, en ocasiones, descubrir que algunos de ellos moría por sobredosis en las aceras del barrio. Los 80 fueron en el Raval violentos por esa cuestión. La heroína no era una droga económica, por lo que los atracos por parte de consumidores necesitados de su dosis eran habituales.