BARCELONEANDO

Las damas de Cerdanyola

El museo de la ciudad vallesana, plaza de veraneo burgués a principios del XX, custodia el culmen del arte del vidrio modernista

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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En 1911, Enric Granados escribió 'Goyescas' en Cerdanyola del Vallès. Enterarse es preguntarse qué hacía allí el músico. El municipio no pasa por ser el mejor de los destinos para encontrar la inspiración. Pero hay respuesta: la Cerdanyola de entonces era otra Cerdanyola. Nada que objetar al actual municipio, víctima del desarrollismo de los 60, pero es que hace un siglo era un pequeño y atractivo núcleo rural que la llegada del tren convirtió en lugar de veraneo de los burgueses de Barcelona. La concentración de industriales dándole al ocio quizá no sea la panacea para muchos pero es que había más: talento creativo. Con los burgueses llegó la arquitectura modernista y una gran colonia de artistas. Así que Cerdanyola le ganó la partida a otras plazas de asueto, como La Garriga, en  lo que a ambiente y actividades culturales se refiere. 

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Allí tenían casa banqueros, políticos, industriales y comerciantes. Sí. Pero también muchos artistas. Los primeros en llegar fueron los Buïgas que, además, ejercieron de instigadores de la migración burguesa de estío al reformar Gaietà Buïgas (el mismo que proyectó el monumento a Colón) el Castell de Sant Marçal en un palacete para los marqueses de Cerdanyola. Los Togores, la familia del pintor, y los Roviralta, que a la vez de dueños de la empresa Uralita ejercían de grandes mecenas, eran otros con casa propia en el municipio. Y estos atrajeron a creadores que pasaron allí largas temporadas como invitados, léase Ismael Smith, Enric Granados, Pau Casals, Adrià Gual, Caterina Albert y Alexandre de Riquer, por citar algunos; y a otros que acudieron puntualmente, como Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Eugeni d’Ors y Josep Puig i Cadafalch. Y todos juntos le dieron a las tertulias, los conciertos y las fiestas. A partir de 1915, en el Gran Casino; llegada la década de los 30, en el Cordelles Club.

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Antes las citas culturales, y sociales, por supuesto, tuvieron lugar en el Teatre-Casino que el propio Buïgas levantó en 1894. El ocaso de este escenario tuvo como razón una disputa política, que llegó a las manos, entre los partidarios del Partido Conservador y los seguidores de la Lliga. La pelea provocó la actuación policial y conllevó el cierre del local. Pero el edificio ha sobrevivido hasta la actualidad, algo que no pueden decir las numerosas torres modernistas que se levantaron: un 80% de ellas cayeron bajo la piqueta entre los años 60 y 90 del siglo pasado. Entonces, ya hacía mucho que Cerdanyola había dejado de ser destino de veraneo y que los burgueses no competían por tener la casa más rica y suntuosa. En ello mucho tuvo que ver la guerra civil.

El viejo Teatre-Casino es en la actualidad el Museu d’Art de Cerdanyola, un centro que recupera, y mantiene, la memoria de la colonia de artistas que por ahí pulularon durante el modernismo y el noucentisme; además de custodiar un gran tesoro: 'Las damas de Cerdanyola', un tríptico considerado el culmen del arte del vidrio del modernismo catalán. La idea se atribuye al arquitecto Eduard M. Balcells, los dibujos a Alexandre de Riquer y su construcción al único que tenía la técnica para hacerlo: el alsaciano Ludwig Dietrich von Bearn.

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¿Qué convierte el tríptico en obra maestra? La excelencia técnica y que es uno de los conjuntos más grandes que se conservan en el mismo sitio para el que fue concebido. Pero no siempre ha estado allí. Tras el cierre del Teatre-Casino, el edificio fue adquirido por el joyero  Evaristo López que encargo su reforma a Balcells y no escatimó en lujos. Lo más deslumbrante fueron las citadas vidrieras, y otras muchas.

En 1961, la casa se convirtió en sede de los laboratorios Domènech, y allí siguieron Las damas hasta que en 1984 se desmontaron para una exposición 'El vitrall modernista' en la Fundació Miró. Y ya no volvieron hasta el 2009. La familia Domènech las guardó en un almacén del Maresme, y allí fue a buscarlas el Ayuntamiento tras su compra, simbólica. Hubo sorpresa. 'Las Damas' no estaban solas gozaban de la compañía del resto de  vidrieras de la casa, que también regresaron a Cerdanyola.