La consulta vecinal de Vila Olímpica rechaza la apertura del macroalbergue

Se imaginan a los 440 huéspedes que puedan convivir en el futuro albergue juvenil de la avenida de Icària, 145, como “una granja de pollos”, a razón de 5,3 huéspedes por metro cuadrado. Y oxigenándose en la calle, porque dentro no hay espacios exteriores. Ese negro panorama que vaticinan los vecinos de la Vila Olímpica, con una fuerte presión turística, sumado a sus sospechas de que la concesión de la licencia se saltó pasos imprescindibles para un alojamiento de este calado, desembocaron en una movilización sin precedentes en el barrio, cuya última cruzada, una consulta popular, se ha saldado con la notable participación del 21% del censo de la zona y un rechazo casi unánime al establecimiento. Si el ayuntamiento no se aviene a “negociar con la propiedad” en los próximos días, interpondrán un recurso contencioso administrativo por las circunstancias que han rodeado la tramitación del albergue e iniciarán más acciones de protesta.

La Associació de Veïns i Veines de la Vila Olímpica está dispuesta a jugar todas sus cartas. La de las reiteradas protestas en la calle ha tenido pocos frutos. La política, con el apoyo de ERC, tampoco ha funcionado. Los republicanos avalaron el plan especial urbanístico de alojamiento turístico (PEUAT) a cambio de crear una comisión que evaluaría la situación del albergue en 30 días, pero los informes presentados por el equipo de Colau descartaron poder parar el proyecto a falta de argumentos legales (tiene licencia) y tras estimar que comprar el edificio costaría más de 15 millones de euros. También se descartó una consulta popular desde el consistorio.

No obstante, la asociación quiso medir por su cuenta la respuesta del barrio al plan del albergue, y el resultado ha sido concluyente, tras 22 días de consulta. De un censo de 6.211 vecinos con derecho a voto, casi el 21% ha acudido a la urna popular, con el resultado de 1.260 negativas al proyecto, 30 votos favorables, 6 en blanco y uno nulo.

ARGUMENTOS EN CONTRA

Para Jordi Giró, presidente de la entidad, el ayuntamiento no puede desoír la voz de la Vila Olímpica. La oposición frontal del barrio hace inviable su implantación, según los representantes vecinales. En un acto celebrado este jueves, han presentado numerosos argumentos en contra. Saben que la licencia es legal y no tiene vuelta atrás, pero las condiciones en que se gestó les llevan a planear un recurso contencioso administrativo el próximo mes si antes no mueve ficha el ayuntamiento.

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El hecho de que la licencia se aprobase hace un año sin un estudio de impacto ambiental previo, sin aviso a los vecinos, sin un plan de mejora de la zona y otros, y con lo que ellos consideran triquiñuelas urbanísticas, avalaría la vía judicial. 

El colectivo vecinal no se opone a los alojamientos turísticos ni a los albergues, sino a las sombras que ve sobre el proceso, al proyecto en sí –ponen en duda desde la falta de ventilación de muchas estancias a la seguridad- y al volumen del establecimiento, insisten. Por eso, reclaman que el ayuntamiento negocie con la propiedad para reconducir el proyecto hacia un equipamiento público, oficinas o residencia de estudiantes, algo con menos impacto en el barrio.

ERC Y COLAU

El líder municipal de ERC, Alfred Bosch, autoproclamado defensor de los intereses del barrio ante Colau, ha declarado vía Twitter que el resultado de la consulta es “clarísimo” y ha pedido a la alcaldesa que “escuche a los vecinos y acate”, recalcando que “no valen excusas”. A su juicio, si el Gobierno municipal insiste en que no hay nada que hacer, que se vaya. "Claro que hay herramientas para negociar”, insiste.

El equipo de Colau, por su parte, muestra “todo el respeto por la movilización vecinal y comparte con los vecino que el albergue no es bueno para el barrio”, pero insiste en que la comisión creada al respecto concluyó que la expropiación no era viable. No obstante, dicen seguir trabajando para buscar un acuerdo con los propietarios, “aunque estos pueden ejercer sus derechos”.

Unos derechos que ya se traducen en cambios en la fachada, tras semanas de obras en horarios limitados (solo los viernes), ya que esta fase de trabajos es ruidosa y sería incompatible con la actividad administrativa de Mercats de Barcelona en dos de las plantas alquiladas para ese uso en el edificio.