Análisis
Alta rentabilidad política, discreta mejora social
Las autoridades han transmitido un mensaje claro:se preocupan de lo nuestro. Y también de lo suyo: la política
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
La jugada de TMB es redonda. Las<strong> </strong>tarifas congeladas por tercer año consecutivo, la gratuidad del transporte pasa de los 15 a los 16 años, se creará un billete barato para los días que no se pueda respirar y todo eso por un incremento del gasto de 20 millones, de los cuales la mitad se atribuye al Estado. Una combinación perfecta de sentido, sensibilidad y reivindicación. El precio del bus y el metro sigue siendo caro, muy caro en el caso de la tarifa de viaje sencillo, pero algunos miles de jóvenes viajarán gratis.
Las autoridades han transmitido un mensaje claro: se preocupan de lo nuestro. Y también de lo suyo. Lo suyo es la política. La unidad de la Generalitat y el ayuntamiento de Barcelona para hacer pagar al Gobierno de Madrid lo que le corresponde en materia de transporte público metropolitano tiene un alto valor simbólico, además del estrictamente práctico de ayudar a pagar el coste de las pequeñas mejoras introducidas. Los gobernantes de Madrid se lo merecen por su paulatino abandono de responsabilidades financieras en TMB. El cargo que se les endosa es tan solo de 10 millones extras sobre los 98 que aportaron el ejercicio anterior, una cantidad irrisoria comparada a lo que pagarán con gusto por el rescate de las <strong>autopistas de peaje fallidas</strong>.
Los 10 millones casi son lo de menos. Lo relevante para unos es la firmeza demostrada frente a Madrid, el acuerdo del presidente independentista con la alcaldesa de los pobres para subrayar que no solo de esencias viven los barceloneses y que el memorial de agravios del Estado español es inmenso y no quedará impune. Un ensayo de futuras fotos para cuestiones nacionales de altos vuelos.
Para los otros, para el Gobierno del PP, lo preocupante es la denuncia compartida por derecha e izquierda por sus incumplimientos económicos, ser señalados como insolidarios, presionados y acorralados públicamente como posibles causantes de un mayor déficit de la compañía, protagonista de una indiscutible buena obra.
Lo nuestro es la desconfianza, la prevención de que esta decisión no se vaya a traducir en déficit para la compañía, perjudicada por la gestualidad política. Y el déficit, siempre acaba perjudicando a los usuarios y a la plantilla. La mecánica es conocida, similar a la usada en otros presupuestos de la Generalitat, aunque de cuantía y riesgo menor.
PROMESAS Y EXIGENCIAS
Dado que el dinero no nos llega para todo, incluimos unos ingresos increíbles o unas subvenciones del Estado para equilibrar las cuentas. Como la Administración central siempre está en deuda con el país, y esto es cierto, hay que confiar en que cumplirá, no con sus promesas, sino con nuestras exigencias. Si lo hace, perfecto. Si incumple, también: otro ejemplo de abandono financiero por parte de Madrid. Es una manera de actuar de alto riesgo en estos tiempos de estricto control del déficit, pero muy popular cuando se practica frente al Gobierno central, fuente crónica de nuestro victimismo. Una alta rentabilidad política y una discreta mejora social.
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