El Ingenio evita el cierre gracias a El Rey de la Magia

La propietaria había anunciado la inminente clausura ante la dificultad para encontrar un sucesor digno del negocio

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Carles Cols

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Como un Harry Houdini, El Ingenio, una de las tiendas decanas de Barcelona, acaba de escapar de una muerte que se anunciaba como irremediable. El pasado mes de febrero, su dueña, Rosa Cardona, anunció que al establecimiento le quedaban pocas semanas de vida. Colgó los carteles de liquidación y descuento para vender cuantos más mejor de sus singulares productos (cabezudos, monociclos, zancos, disfraces, artículos de broma, dentaduras postizas monstruosas…). Hacía meses que buscaba a quien traspasar el negocio, alguien con buena mano en la artesanía, pues en la trastienda de El Ingenio se realizan a mano las piezas más notables que se exhiben en los estantes. Se había rendido ya en esa búsqueda cuando llamó a la puerta otro miembro del cada vez más reducido club de tiendas emblemáticas de Barcelona. Era Pau Martínez, de El Rey de la Magia. Si los orígenes de El Ingenio se remontan a 1838, los de El Rey de la Magia hay que ir a buscarlos a 1881. Han cerrado un acuerdo de traspaso. Esta es una feliz e inesperada noticia en mitad del camposanto en que se ha convertido el comercio tradicional de Barcelona de un tiempo a esta parte.

El Ingenio no se reconvertirá en una extensión más de El Rey de la Magia, explican fuentes de esta segunda empresa. Aunque Cardona siempre ha tenido un rincón del establecimiento dedicado a la prestidigitación y el ilusionismo, el tuétano de El Ingenio son las figuras artesanas de las fiestas populares catalanas, que tanto enamoraron, por ejemplo, a Joan Brossa, quien agradecido regaló a la tienda un par de sus letras mayúsculas circenses, que están colgadas sobre el quicio de la puerta principal.

Martínez explica que estos son días de poner orden y hacer inventario, que la resurrección de El Ingenio se anunciará oficialmente en septiembre. Asegura que su propósito es no tocar apenas nada. La gran novedad será, en cierto modo, que al estar las dos empresas bajo un mismo paraguas podrán ofrecer una potentísima oferta al mundo de las artes escénicas. El Rey de la Magia ya es por sí solo un referente para prestidigitadores del sur de Europa, a los que ofrece productos de su propio taller de fabricación. El Ingenio ha tenido a lo largo de su historia clientes sobradamente conocidos, como Comediants. Tal y como explica Martínez, la fusión de esas dos ofertas concederá a esas dos marcas una inaudita potencia de disparo comercial.

OBITUARIOS Y RESURRECCIONES

Si el acuerdo de trapaso produce los beneficios deseados, el tiempo lo dirá. Lo indudable es que, desde una visión más romántica, Barcelona salva gracias a El Rey de la Magia una de sus tiendas más singulares, justo ahora que, al parecer, el cierre amenaza a otros dos establecimientos icónicos, como son el London Bar y la cerería Luis Codina. Los obituarios comerciales se han convertido estos dos últimos años en una suerte de nuevo género periodístico. El Ingenio inaugura, pues, la subsección de la resurrecciones milagrosas, aunque no es esta la primera vez que eso ocurre en el número 6 de la calle de Rauric.

La tienda la fundó en 1838 Benet Escaler. El negocio pasó de padres a hijos hasta que en 1920 la familia se vio en la necesidad de vender el negocio. Aquello pudo ser el final de la tienda. La compró el abuelo de Rosa Cardona, Delfí Homs, con el propósito de ampliar el establecimiento que entonces regentaba junto a la catedral. Vendía figuras de santos, así que durante un tiempo en el escaparate de El Ingenio había eso, santos y vírgenes. Pero Homs muy pronto, por fortuna, se dio cuenta del error, así que metió la imaginería católica en cajas de cartón y volvió a poner las cabezas de ‘diables’ en la puerta principal. Idéntico acierto tuvo cuando dio el visto bueno a su hija para que se casara con Josep Cardona, el padre de Rosa. Era campesino en Eivissa, con lo cual lo más natural es que se hubiera interrumpido la saga familiar, pero su primer contacto con El Ingenio parece que fue un amor a primera vista. Quedó tan prendado de la hija como del contenido de aquella tienda, tanto que aprendió el oficio de artesano de la imaginería popular. De dar continuidad a esa pasión se encaragrá ahora Pau Martínez.