Las aventuras del doctor Olé

Jaime Ollé ha pasado casi toda su vida de médico visitando zonas conflictivas. Pero no para hacer el bien (que también), sino para huir del tedio

Jaume Ollé, médico sin fronteras recién llegado de Haiti.

Jaume Ollé, médico sin fronteras recién llegado de Haiti. / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA / BARCELONA

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Cada vez que acudo a la consulta de uno de esos médicos desmotivados que te dedican displicentemente un minuto y medio de su precioso tiempo mientras ponen cara de que ni saben muy bien lo que te ocurre ni les importa un rábano, me acuerdo de mi amigo Jaime Ollé, que es todo lo contrario de todos esos galenos cuyo modelo vital parece ser Alberto Sordi en 'El médico de la mutua' (hilarante y cruel comedia italiana de los años 60 sobre un cantamañanas de la medicina que colecciona cartillistas y, si es preciso, se los roba a sus colegas, siempre en vistas al lucro propio). Jaime acaba de volver de Haití, donde colabora activamente en el hospital Albert Schweitzer, especializado en enfermedades infecciosas, que él mismo contribuyó a crear a través de la Fundación Actmon, de la que es fundador y presidente. Cuando nos vemos, viene de atender a los tuberculosos de un centro en la avenida Tibidabo, y tras comentarle yo que suponía la tuberculosis erradicada entre nosotros, me ilustra al respecto: “No lo está, pero se ceba especialmente en los viejos. Puedes tenerla latente durante años sin que te afecte en exceso, pero cuando aparecen los achaques propios de la vejez, se reanima y contribuye a jodértelo todo”. 

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De ahí pasamos a Haití, donde la situación está peor que nunca, según me asegura, y hasta hay gente que alquila su plaza de refugiado a quienes están todavía en peores condiciones que ellos. De momento, no hay ni un gobierno claro: “Hubo una primera vuelta de las elecciones, pero la segunda no llega nunca”. Le pregunto por Sean Penn, esperando que me lo ponga verde, pero le considera un tipo cargado de buena intención. La tarea en Haití parece inmensa, inabarcable y entorpecida por el desorden y la violencia, que está más desatada que nunca. Pero él tiene un hospital que atender y le gusta su trabajo: “Lo mío no es buenismo. Me gusta lo que hago. Y las alternativas, además, son muy aburridas. Ya estuve cuatro años, del 83 al 86, al frente del servicio de epidemiología de Catalunya y me di cuenta de que los trabajos de despacho no eran para mí”.

LA HISTORIA DE CHOUKRI

Cierto. El amigo Ollé (Barcelona, 1943) lleva huyendo de su ciudad natal desde los años 70, cuando se instaló en Nueva York y acabó asistiendo en primera fila al estallido del sida. Ante la imposibilidad de pronunciar correctamente su apellido, muchos de sus pacientes de entonces le llamaban doctor Olé, cosa que a él le hacía mucha gracia. Cuando publicó su primer libro en el 2013 -'Crónicas de un médico en el mundo' (Icaria), que ahora se reedita con tres capítulos nuevos, pero conservando los estupendos prólogos de Margarita Rivière y Eduardo Mendoza-, la editora le convenció para que lo firmara como Dios y la patria mandan, y así fue como Jaime Ollé se convirtió en Jaume E. Ollé Goig, nombre pelín pomposo tras el que se oculta el siempre optimista y animoso -pese a los horrores que ha presenciado- doctor Olé.

Jaime está especialmente satisfecho de uno de los nuevos capítulos, el que cuenta la historia de Choukri, acaecida en Djibouti, donde nuestro hombre pasó tres años: “Su madre era una emigrante etíope, enferma de sida, que se la confió a unas monjas mientras intentaba recuperarse. Pero las monjitas, que son unas santas, tenían montado un negocio de adopciones en Francia y un poco más y a esa pobre mujer la dejan sin hija. Tuve que emplearme a fondo, pues de las adopciones también chupaba el gobierno y otra gente, pero conseguí devolverle la niña a su madre y decirle que se volvieran a Etiopía con cuatro perras que les pasé. Huelga decir que la cosa no sentó nada bien, pero a mí me hizo sentir mejor”.

CONSULTOR DE LA OMS

Para algo ha de servir, digo yo, su cargo de consultor de la OMS para el sida, la tuberculosis y la malaria. El doctor Olé es uno de los 50 médicos internacionales que gestionan un fondo global para el tratamiento de esas enfermedades y que cíclicamente se reúnen en Ginebra para poner hilo a la aguja. En cuanto a ACTMON, se me queja de que, con la crisis, cada vez hay más ricachones a los que no les viene bien aforar: le recuerdo la entrañable relación sentimental de ese personal con todos y cada uno de sus euros, pero me asegura que es plenamente consciente de ello, aunque no por eso va a dejar de poner el cazo.

Un gran tipo, el doctor Olé. Sé que le recordaré de nuevo cuando vuelva a enfrentarme a esos (presuntos) colegas suyos que me dedican un minuto y medio de su tiempo desde el desinterés y la inopia más absolutos.