MOVILIDAD URBANA

Los expertos ven BCN «inmadura» para dejar que la bici pase en rojo

Varios ciclistas pasan  por el cruce de Sant Joan con Consell de Cent, ayer por la tarde.

Varios ciclistas pasan por el cruce de Sant Joan con Consell de Cent, ayer por la tarde.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Todo lo que rodea a la bici en Barcelona genera pasiones encontradas. El ciclismo urbano no deja indiferente a nadie: rechazo o adoración, hay poco margen para los grises. Y cada cual, con sus respetables razones, aunque todos de acuerdo en que esta no es una moda pasajera. La noticia publicada ayer en este diario sobre la posibilidad de que las bicicletas pasen en rojo en según qué cruces  enfrentó a unos y otros en internet. Lo que está sobre la mesa, sin embargo, no es la legalización de una indisciplina, como muchos quisieron ver. París lo aplicará tras varios años de pruebas que han demostrado que el número de accidentes no aumenta y que la fluidez del tráfico se incrementa. La cuestión es si la capital catalana está preparada para importar esta idea. Desde el punto de vista del peatón (ver los testimonios de la parte superior), el recelo es evidente.

Ester Boada es la presidenta de la Asociación de Bicitours de Barcelona y propietaria de la empresa Un Cotxe Menys, la primera que, a mediados de los 90, puso bicicletas al servicio de los turistas. Ve factible que los ciclistas tengan un ceda el paso en vez de un semáforo en según qué intersecciones, y se apoya en la percepción de que la ciudad "es hoy mucho más fuerte en materia de bicicleta que años atrás". "Veo un cambio cultural potente pero todavía queda un largo camino hacia la madurez", señala. Creu Agustina, presidente del Gremio de Comerciantes de Bicicletas y propietario de la tienda Cicloturisme, se acuerda de los tiempos del alcalde Pasqual Maragall, cuando se pintaron los carriles bici de Consell de Cent y Diputació. "Los vecinos, los comerciantes, toda la opinión pública estuvo en contra. Y mira ahora, ¿a quién se le ocurriría poner en duda la necesidad de esos dos corredores?". Defiende el plan parisino, aunque admite que requiere "valentía y voluntad política en una ciudad en la que cultura del coche no tiene quién le tosa".

"CONVIVENCIA EFECTIVA"

El ayuntamiento, que es quien debería dar ese paso al frente, esquivó ayer el debate y optó por no posicionarse. Sí lo hizo el concejal socialista Daniel Mòdol, quizás el único de los 41 ediles que usa la bicicleta a diario. Le parece bien, pero la suya es una reflexión más de fondo, pues parte de la idea de que "solo será un vehículo más el día que los carriles bici desaparezcan". Suena radical, y por eso se explica: "Hay que trabajar para que los ciclistas compartan espacio con el resto de vehículos, solo así lograremos desincentivar el transporte privado y crear un convivencia efectiva, como la que existe en las zonas 30. Si seguimos tecnificando los espacios para cada uno, no conseguiremos nunca una movilidad  compartida». Eso también es llamar a la madurez. De máximos.

Albert Garcia es el coordinador de Amics de la Bici y lo primero que hace es acordarse de "los países europeos que están legalizando la normalidad de ir en bici", es decir, regulan de manera racional, desde el punto de vista del ciclista, permitiendo, como se hace en buena parte del viejo continente, ir en sentido contrario por las zonas 30 (en Barcelona solo se autoriza por las calles de plataforma única donde la velocidad está limitada a 10 o 20 kilómetros por hora). "Lo de los semáforos llama mucho la atención pero es una buena bandera y es poner negro sobre blanco algo que ya se hace: miras a ambos lados, y si no hay riesgo para nadie, sigues adelante". Admite, sin embargo, que para el peatón puede ser difícil de entender que un ciclista pase un semáforo en rojo.

Ricard Riol, presidente de la asociación Promoción del Transporte Público (PTP) se refiere primero a la indisciplina diaria de los ciclistas, de cómo basta con pararse frente a un semáforo del Eixample para comprobar hasta qué punto este colectivo respeta las normas. Aun así, considera que si lo estudios lo avalan, podría llevarse a cabo sin problemas. Pero repite en varias ocasiones que Barcelona "no es una ciudad madura en cuanto a la bici se refiere». Y puntualiza: "La indisciplina depende de las personas, no del vehículo que llevan".