Folletos contra el incivismo

Paradas del bus turístico, terrazas de restaurantes, parques o en la propia salida del metro de Barceloneta. Cualquier lugar del barrio marinero de la ciudad es bueno para repartir folletos informativos a los turistas. Eso es lo que han pensado los vecinos de este barrio trabajador que podían hacer ante la impotencia que sufren tras «muchos años soportando todo tipo de actos incívicos», detallan.

Son 3.000 trípticos repartidos que contienen frases de este tipo: «Nuestros hogares no son hoteles, nuestras calles no son baños públicos. Los problemas que sufrimos por el incivismo tienen un impacto directo en la salud y el descanso de los residentes». Todo ello, en cuatro idiomas principales -inglés, francés, italiano y alemán-, «porque la gente que ha de conocer el problema no es la de aquí, que ya lo sabe, sino la que viene de fuera», detallan.

«Alcemos nuestra voz clara y potente y verás el poder de su sonido». Con estas líneas, de un poema de Paco Jover Garre, vecino ilustre de la Barceloneta, dieron ayer comienzo los vecinos la «marcha informativa». Una movilización que pretende dar a conocer las principales reivindicaciones que intentan hacer realidad.

INDIGNACIÓN VECINAL

«Con esta iniciativa lo que tratamos es de poner en aviso a los visitantes sobre los problemas que tenemos la gente que llevamos viviendo aquí toda la vida. Ya que el ayuntamiento no se atreve a decírselo, lo tendremos que hacer nosotros», explica Fernando Prieto, uno de los portavoces de la asociación de vecinos de la Barceloneta. Especulación (uno de los problemas más preocupantes), inseguridad e incivismo son los puntos clave por los que protestan y se reúnen frecuentemente. La marcha informativa, protagonizada ayer por medio centenar de vecinos, tuvo su punto final en la plaza de Sant Jaume, frente al ayuntamiento.

«Estas pasadas noches la situación ha sido insostenible», explica Sergi Arnás, enfundado en una camiseta amarilla con el lema La Barceloneta no se vende, durante la marcha. «Algunos de los turistas incluso se dirigen con cierto aire de chulería hacia los pisos de los vecinos cantando y riendo» detalla cabreado. Mai Casas Català, también vecina (su familia ha vivido en la zona durante cuatro generaciones), explica que «entrar a vivir en alguno de estos pisos ya es imposible. Y es que no solo es el ruido en las noches lo que les molesta, «sino lo que hay detrás de este tipo de negocios». «Las personas que se lucran con estos pisos, ya sean legales o ilegales, intenta echarnos de nuestras propias viviendas», narra impotente.