"El problema es el modelo"

Vecinos, floristas y expajareros coinciden en que la cuestión de fondo es la saturación

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Carme Romero fue durante años presidenta de asociación de floristas de la Rambla, y la única que se sumó al fracasado plan de suvenires "de calidad" promovido por el anterior equipo de gobierno en el marco del Pla Cor, iniciativa que la recién elegida concejala del distrito, Gala Pinanunció el domingo en una entrevista en este diario que aparcaba, así como el plan especial de reordenación de la Rambla, que ya contaba con una aprobación inicial. "Acaban de llegar y es normal que se lo quieran mirar todo con calma y tomar sus decisiones; pero yo soy de la opinión de que algo hay que hacer. Aparcar la Rambla es peligroso, es un ecosistema muy frágil", asegura la florista. "Cuesta mucho hacer cosas y muy poquito deshacerlas", añade la mujer, quien apunta que está a favor de la moratoria hotelera promovida por Colau.

"El principal problema de la Rambla es la saturación", concluye la florista, quien comparte con la alcaldesa la idea de repensar la Rambla en el marco del modelo turístico de la ciudad. La florista, testigo de excepción de lo que sucede frente a sus rosas, asegura que la proliferación de vendedores ambulantes de esta primavera -"se instalaron antes de las elecciones, con el buen tiempo", precisa- ha sido sofocado con más presencia policial, como también anunció Pin en la citada entrevista.

El colectivo de antiguos pajareros -cuya polémica reconversión impulsada por el último gobierno socialista protagonizó uno de los grandes despropósitos del paseo- ve con buenos ojos la congelación, ya que el plan de Trias les daba por amortizados. "En su día ya presentamos alegaciones", apunta Mònica Trias, una de las paradistas más reticentes a abandonar el paseo.

"Tengo claro que tengo mi licencia en vigor y todo el derecho a seguir aquí. Siempre me he mostrado dispuesta a repensar el diseño de los puesto y el producto que vendemos. Lo que no me planteo es dejar la Rambla", sentencia la paradista, cuya familia lleva 150 años en el lugar. "Le tengo más miedo a los lobys que a los políticos", concluye la mujer. En idénticos términos se expresa Xavier Cuenca, presidente del colectivo de expajareros -recovertidos en casi de todo-, quien coincide con Pin y con Romero en que el problema de la Rambla hay que tratarlo en un marco general sobre el modelo turístico. "Si coges a los cruceristas, los dejas en la plaza de Catalunya y les dicen que en dos horas tienen que estar en el puerto, ¿qué van a hacer?", reflexiona el joven, hijo y nieto de pajareros, quien también habla de lobis: "Tenemos la esperanza de que el nuevo ayuntamiento nos escuche más a nosotros que a los lobis que nos quieren fuera". Esos lobis -principalmente hoteleros- centran también el discurso de Maria Mas, de la Xarxa Veïnal de Ciutat Vella. "Es positivo que se pare el plan especial de Trias con el que no estábamos de acuerdo, pero somos muy escépticos. Hay demasiados poderes por medio. El nuevo equipo de gobierno tiene poco margen", lamenta.

Reme Gómez, presidenta de la asociación de vecinos del Gòtic, insiste en que su opinión sobre la Rambla no ha variado porque haya cambiado el gobierno, pero ve con buenos ojos que se abra un nuevo debate. "El proceso participativo para decidir el plan ahora parado no fue tal. Era un mero órgano informativo en el que nos comunicaban sus planes. No había una participación real. Cuando vimos que la participación se reducía a decidir de qué color eran las sillas decidimos desmarcarnos", recuerda.Y, en el extremo mar de la Rambla, tras los recién reordenados pintores, resisten algunas estatuas, pocas. Estas también ven en el cambio de gobierno una oportunidad. "Necesitamos una norma más flexible. No tiene sentido que haya tantos sitios libres y no nos dejen doblar turnos", reclaman.