BARCELONEANDO

De tertulia en casa del orangután

El Zoo de Barcelona inaugurará en breve el nuevo hogar de los tipos listos de la selva

Maria Teresa Abelló, la primatóloga alfa del Zoo de Barcelona, en una de las hamacas del nuevo hábitat de los orangutanes.

Maria Teresa Abelló, la primatóloga alfa del Zoo de Barcelona, en una de las hamacas del nuevo hábitat de los orangutanes.

Carles Cols

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Las oportunidades de visitar el Zoo de Barcelona desde el otro lado del proscenio, es decir, no desde el lado del público, sino desde el escenario, donde se representa la vida salvaje, son muy escasas. Lo hizo en 1983 el actor Albert Vidal, exhibido durante unos días como ejemplar representativo del hombre urbano. Fue una performance. De aquello hay que ser un cincuentón para acordarse. Así que cuando Maria Teresa Abelló, primatóloga alfa del parque zoológico de la ciudad, ofrece la oportunidad de pasar un rato en el que dentro de unos días será el nuevo hogar los orangutates de Barcelona, solo resta decir gracias y adelante.

Dos espaciosos hábitats exteriores, dos a cubierto, dos dormitorios, cascada de agua, hamacas para retozar…, en total 1.100 metros cuadrados para la familia numerosa que encabeza Karl, ese pelirrojo que recaló en Barcelona en 1996 para aparearse con Jawi, misión que cumplió con gran placer, sin duda, pero que ya puestos, como un Dustin Hoffman con la melodía de Mrs. Robinson de fondo, yació también con la que debía ser en principio solo su suegra, Locky, de modo que los orangutanes del parque de la Ciutadella son hoy ya un clan de siete miembros que ríete tú de Modern Family.

Abelló, tumbada sobre una de las hamacas de chez Karl, explica que esta no es solo una mejora sideral en las condiciones de vida para esta especie de gran simio en Barcelona (hasta ahora vivían en un pisito de 70 metros cuadrados), sino que es también el perfecto reflejo del camino por el que avanza el Zoo, en el que por encima de la exhibición está la labor de preservar especies amenazadas. Eso tiene un precio. El espacio disponible es el que es, así que para que los siete pelirrojos campen a sus anchas ha sido necesario prescindir de los mandriles, que han terminado con sus culos pelados en Portugal. Qué se le va a hacer.

Unos avezados escapistas

El parque anunciará de forma inminente que los orangutanes ya están en su nueva casa. Quedan cuatro detalles de decoración por pulir. Es un consejo no perderse la inauguración de esta nueva y estupenda instalación. No solo por observar como descubren las estancias de su nuevo hogar, incluso ese mando con el que podrán mantener guerras de agua con el público (quedan ustedes avisados), sino sobre todo porque, con todo el cariño del mundo, los orangutanes son unos tunantes, tipos capaces de meditar un plan de fuga. A uno de ellos le pillaron tiempo atrás en el Zoo de Barcelona con una llave Allen, manipulando una cerradura. Fracasó, pero hay que ir con cuidado, pues entre los primatólogos del mundo entero es célebre el caso de otro ejemplar que atesoraba escondido bajo la lengua un clip con el que de noche abría la puerta y salía a por fruta.

«Parecen tranquilos, observan, no avisan, y cuando menos te lo esperas te dan la sorpresa», cuenta Abelló. Vista desde la hamaca, sin embargo, la instalación se antoja a prueba de orangutanes. Y es entonces, allí a la bartola, el pasado lunes, justo a la misma hora en que Ada Colau dedicaba sus primeras horas como alcaldesa a detener un desahucio, cuando se echa de menos no poder charlar con KarlJawi y Locky, tapear unas frutas y conversar sobre qué animal que es esta sociedad, que hace solo ocho años tenía una ministra, Carme Chacón, que anunciaba con pompa la apertura de nuevos juzgados para acelerar los desahucios, y eso después de que su antecesora en la cartera gubernamental de Vivienda, María Antonia Trujillo, propusiera construir pisos de protección oficial de 25 metros cuadrados para que los jóvenes españoles pudieran independizarse, y no era un chiste. Luego llegó el PP, con ese irritante latiguillo de que hay que respetar el imperio de la ley, que la ley es dura, pero es la ley... Sería estupendo preguntarle a Karl y a sus señoras, ahora que accederán por fin a una vivienda digna, si esto no es peor que una selva, pero no puede ser. ¿Por qué? Pues cuentan en Borneo que los orangutanes son tan listos que saben hablar, pero que no lo hacen para no les pongan a trabajar. Lo dicho. Una lástima.