BARCELONEANDO

Armandine, el escándalo y la ciclista

Danielle Baudot Laksine, en la puerta del Palau Macaya. Sobre su cabeza, la escultura de la ciclista.

Danielle Baudot Laksine, en la puerta del Palau Macaya. Sobre su cabeza, la escultura de la ciclista.

ELOY CARRASCO

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No todos los días se le puede enmendar la plana a la Wikipedia, cuya infalibilidad, al parecer, es mayor que la de la mismísima Enciclopedia Británica. Dice la ciberbiblia que en el capitel izquierdo de la entrada principal de la Casa Macaya se aprecia la figura de un ciclista, y que ese ciclista es Josep Puig i Cadafalch, el arquitecto que levantó tan hermoso palacio sito en el 108 del paseo de Sant Joan, junto a la Diagonal. Y que está allí porque el escultor encargado del ornamento quiso homenajear el trajín diario del arquitecto sobre dos ruedas: de la Casa Macaya a la Casa Amatller, que también es insigne obra suya, en el paseo de Gràcia. Y de eso nada. Hay en ese capitel un ciclista, en efecto, pero no es quien dice la Wikipedia. Y si resulta que a la ciudad viene alguien con información de primera mano al respecto y la comparte con entusiasmo, pues honor y oídos.

Danielle Baudot Laksine pasa de los 70 y su brío ya lo quisieran muchas bicicletas. Formó parte del centenar de miembros del clan Macaya que se reunieron la semana pasada en el palacio que lleva su nombre (Palau Macaya de la Obra Social La Caixa, a decir del siglo XXI) por la presentación (en privado, si es que eso es posible cuando son tantos) de la 'Incompletísima y dispar historia de nuestros Macaya y de las familias de sus cónyuges'Como título no es muy comercial, aunque deja entrever la guasa del laboriosísimo autor del volumen, José Macaya, bisnieto del patriarca, Román Macaya Gibert.

El apellido, que quizá no diga gran cosa hoy, era puro cogollo de la nobleza barcelonesa hace poco más de un siglo (entre otras muchas cosas, daba nombre a la Copa Macaya, primer trofeo que ganó el Barça en su historia, en 1902). Román Macaya (1843-1923), acaudalado empresario que tocaba diversos palos, había hecho una fortuna con el algodón en América. Se codeaba con el rey Alfonso XIII y construyó el ferrocarril de Monistrol a Montserrat y el funicular de Vallvidrera. Era un hombre de mundo y un pez gordo, en suma, y en 1898 encargó a Puig i Cadafalch  la mansión del paseo de Sant Joan. Por entonces estaba casado con Carmen Sanmartí, con la que tuvo dos hijos antes de enviudar, en 1904. "Aquel año, unos anarquistas tiraron una bomba a la casa. Román se fue a París, conoció a Armandine  y tuvo un flechazo. En 1905 se casó con ella y fue otra bomba en la ciudad", recuerda sin asomo de drama Danielle Baudot Laksine, erigida en notaria del lejano culebrón.

Armandine -su abuela- tenía 18 años cuando llegó a Barcelona para casarse con Román, que superaba los 60. El enlace "fue un escándalo" en la vida social y familiar (los hermanos de Román se oponían furibundamente), y las publicaciones de la época no dejaron de sacarle punta. Contra todo pronóstico, el matrimonio duró. "Fue un amor loco de los dos. Cuando murió mi abuelo, en 1923, después de 18 años casados, mi abuela no quiso saber nada de otros hombres. Solo tenía 36 años y se podía haber vuelto a casar, pero decía que nadie le llegaba a la suela del zapato a su Román". Solo Gertrudis, una hermana del patriarca, encajó el terremoto de la bella, lozana y resuelta Armandine. "Mi abuela tenía mucho carácter, era muy divertida y se sobrepuso a todo. Ahora nos podemos reír de aquella moralidad", reflexiona la menuda Danielle, que pinta (su padre fue dentista de Picasso en la Costa Azul) y ha escrito dos obras sobre judíos supervivientes del Holocausto.

En el patio de la Casa Macaya, tras la amena presentación del libro que ha servido el ingenioso Pepe, un centenar de Macayas se juntan para la foto histórica. Muchos ni siquiera se conocían antes del acto. La propia Danielle descubre que su hija que vive en Silicon Valley es vecina de una prima lejana con la que acaba de conectar entre el gentío familiar. Ninguno de ellos sabe si la venta del palacete fue un buen negocio. Ocurrió en 1914, cuando la economía ya iba de capa caída. El poderío colonial español era historia y acababa de empezar el primer suicidio de Europa. Un industrial de Reus, Juan Vilella, compró la mansión, que desde 1947 pertenece a La Caixa. Y allí sigue, en el capitel de la izquierda, la figura ciclista, claramente una mujer.

"A principios del siglo XX -resuelve Danielle- vivía en Barcelona una francesa que daba clases de francés, era amiga de mi abuela. Iba siempre en bicicleta, aquello era algo inusual en aquel momento y a mi abuelo le gustó. Por eso encargó al escultor que le hiciera ese homenaje".