LA REACCIÓN EN LA CALLE
Sin noticias del plan
Los floristas, quiosqueros y pajareros del paseo desconocían los cambios anunciados
María Asunción Anglès nació en la Rambla hace 92 años, donde ha vivido todo este tiempo. Casi un siglo en el que ha visto en primera línea cómo, en sus palabras, les han ido robando el paseo "pellizco a pellizco". Primero fueron los hierros de la estación del metro de Liceu. "Ya nadie se acuerda, pero esta estación era preciosa. ¿Dónde está ese forjado? ¿Por qué lo quitaron?", recuerda la mujer, quien asegura que cuando era más joven era más guerrera, pero ya está cansada de batallar. "Después fueron los pájaros, que eran tan nuestros y también los quitaron. Y así poco a poco, sin decirlo, pero nos van robando la Rambla para entregársela a los cruceristas", explicaba el martes la anciana frente al puesto de flores de Joan Rossell, uno de los más veteranos del paseo. "El año de la gran nevada [1962] yo ya estaba aquí", terciaba el florista, uno de los pocos -el único de hecho, junto a su vecina Carolina Pallés-, que jamás sucumbió a los cantos de sirena de los suvenires.
El martes a mediodía, poco rato después de que la concejala del distrito, Mercè Homs, presentará el plan especial de ordenación de la Rambla, los trabajadores del centro del paseo, los principales afectados del plan, decían no tener ni ideal del mismo. "La primera noticia del plan es la que me estás dando tú", aseguraba Rossell a este diario al ser consultado sobre este. "Lo único que puedo decir es que la Rambla está muy abandonada. Han apurado demasiado para actuar y ahora ya está invadida por los turistas. Ya no cabemos todos", concluía el florista. Carolina Pallés, desde la floristería vecina, celebraba la suspensión de licencias de restaurantes prevista en el plan de usos y sentenciaba: "Todo lo que se haga por mejorar la Rambla e intentar que vuelvan a ella los barceloneses será bienvenido".
Ni uno ni la otra, tenían noticia de que la nueva ordenación suponía mover los puestos del centro del paseo de lugar. Tampoco lo sabía Carme Romero, la que durante años fue presidenta del colectivo, y la única que se sumó al fracasado plan de suvenires "de calidad" promovido por el consistorio. "Una está cansada de leyes, leyecitas, normas y normitas que al final acaban en nada. Hasta que no veamos resultados es difícil confiar", señalaba la florista, quien indicaba que "no es tan fácil mover los puestos".
Lo mismo opinaba un quiosquero que lleva 30 años en el paseo. Sobre los antiguos puestos de pájaros reconvertidos a tiendas de pseudoartesanía, aún no hay pacto. "Llevamos negociando desde otoño, pero no hemos alcanzado ningún acuerdo", apuntó Xavier Cuenca, cuya familia tiene cinco de las 11 paradas. "Desde que gobiernan nos quieren fuera. En la oposición no pensaban lo mismo", resumía Cuenca, quien asegura que siguen negociando.
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