Degustación nocturna en un mercado
Más lleno que la Boqueria
El Mercat del Carmel vivió ayer su primera noche de tapeo con colas en las paradas
Más lleno que la Boqueria y sin turistas. Así lucía ayer el Mercat del Carmel, del popular barrio de Horta-Guinardó, nada más abrir las puertas a su primera noche de tapas, llamada irónicamente La nit amb els més frescos, con motivo de las fiestas de la Mercè. Colas en la calle delante de la caseta de tíquets y colas por los pasillos ante las paradas decoradas con luces de verbena y familias enteras con el delantal recién estrenado sirviendo tapas.
Los escaparates cambiaron sus bistecs, tomates, melones y merluzas por bandejas repletas de platillos de albóndigas, croquetas, pinchitos, empanadas de atún, salchichas, ensaladilla rusa, tortilla de pimientos, piña con jamón, pescadito frito, hamburguesas de setas, callos, mejillones tigre... Un festín a 1,20 euros la tapa que entusiasmó al barrio desde las 7 de la tarde cuando en el escenario de la calle Llobregos actuó el grupo 40 p'arriba, 40 p'abajo, con sus radiantes yayas bailando en línea al son de la canción Y yo estoy aquí, borracho y loco.
Gení Vidal, a sus 79 años, impresiona con la gracia con que mueve su cintura. «Cada lunes nos reunimos para ensayar a ritmo de merengues y machacas con nuestra profesora Ana Pérez. Me encanta, aunque confieso que mi especialidad son las sardanas», cuenta entre animados aplausos de su grupo de fans.
El Carmel, edificado en 1969 con arquitectura de carácter funcional, ha seguido la estela de las exitosas noches de los mercados de la Sagrada Família, de la Barceloneta, de la Abaceria, de la Mercè, de la Llibertat, y de Santa Caterina. Ahora varios se han apuntado a La Mercè als Mercats, abriendo hasta la medianoche la jornada previa a un festivo, como pasó ayer y el sábado pasado.
Paqui Ruiz, ama de casa, piensa que este tipo de iniciativas deberían ser más habituales. «Se nota que los vendedores se han esforzado. Las tapas son exquisitas. Y me alegro porque a veces da la sensación de estar un poco abandonado. Es una pena pero las generaciones más jóvenes compran en grandes superficies. No podemos perder el mercado, da vida al barrio», reflexiona con una empanadilla en la mano.
Josep Frederic Olivella, presidente de la Associació de Venedors, confiesa que pensaba que vendría gente, pero no tanta: «Hemos impreso 5.000 tíquets de cinco consumiciones. Otros mercados, que contaban con menos, los agotaron a las 9 de la noche». Josep Coba da nombre a su charcutería. «Es una buena idea para que la gente venga al mercado». «A este ritmo, acabaremos todos bailando sobre la barra», bromea una clienta.
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