CONSECUENCIAS DEL ÉXITO DE BCN COMO DESTINO
Caos turístico pese al plan de la Sagrada Família
B astó un solo día -el mismo 5 de junio del 2012 en que se estrenó el plan- para evidenciar que la restricción de tráfico de autocares en el entorno de la Sagrada Família y la obligatoriedad de desencochar a los turistas a tres manzanas tenía efectos secundarios poco deseables, como la invasión de las aceras de Marina y Sardenya por ejércitos de viajeros en visitas guiadas. Dos años después, la situación no solo se ha complicado por el creciente volumen de visitantes de la capital catalana, sino que los comercios del entorno se quejan del efecto de dicha medida en sus facturaciones.
Los excursionistas llegan en visitas contra reloj (invierten de 20 a 30 minutos en llegar al templo a pie desde el aparcamiento del autocar), sin tiempo de consumir en los restaurantes ni de gastar en las tiendas. Y hasta los vecinos, que pidieron la restricción, se quejan del modo en que se ha ejecutado: les faltan aceras ampliadas para desembozar el tramo hasta la Diagonal y medidas para regular el trasiego de viajeros en grupos organizados y más control de las nuevas tiendas turísticas abiertas pese a la normativa que las limita. El distrito del Eixample asegura que en respuesta a estas irregularidades en los últimos meses ha abierto 17 expedientes.
Los residentes del entorno se movilizaron durante años para pedir un reordenamiento que alejase de sus hogares los motores de cientos de autocares que a diario llegaban al templo. El plan municipal redujo humo y ruidos en el epicentro turístico, por lo que el distrito ve «positiva» la actuación, que «ha pacificado el entorno». No obstante, se ha trasladado el problema. El principal se atribuye al perfil del viajero que llega en los autocares, porque siempre va en grandes grupos guiados. Su paso colapsa aceras hasta el punto de que los vecinos de la calle de la Marina (de Diagonal a Mallorca) a menudo se ven obligados a aguardar unos segundos en su portal, sin poder salir hasta que pasa la riada humana.
Desde la Associació de Veïns de la Sagrada Família, Joan Itxaso lamenta que las cosas no se hayan hecho de forma más ordenada. «El visitante es libre de circular, pero cuando va en grupos debería haber unos requisitos para que no entorpezca el paso y acabe envenenando la relación con los vecinos», opina. A esta situación se agregan las paradas en plena calle para que el guía compruebe que nadie del grupo se ha perdido o le haga indicaciones antes de llegar a pie del templo. El vecindario reclama que se establezcan más claramente circuitos de ida y de vuelta en distintas calles (Marina y Sardenya, sobre todo), sin paradas, y que el ayuntamiento amplíe aceras en ambos tramos, para suavizar la invasión. Con la implantación del plan de movilidad, la ampliación se ejecutó solo en el entorno del monumento, zona en la que creen que deberían citarse los grupos para volver hacia los buses.
El vecindario está preocupado también por el modelo comercial que está desarrollando la zona, pese a que un plan especial del 2008 (ampliado en el 2012 hasta un total de 24 manzanas) prohíbe nuevas tiendas de suvenires para frenar el efecto parque temático. Pero como ya denunciaron el año pasado, se han abierto al menos seis locales de este uso (sobre todo en Marina). En los últimos meses el ayuntamiento ha abierto expediente a 17 tiendas que destinan más del 20% de su superficie a recuerdos, límite que se impuso para frenar esta oferta.
MÁS POLÉMICA / Como guinda a este problema, la asociación critica la inminente apertura de una tienda turística, «disfrazada de museo del Bar-ça». Fuentes del distrito del Eixample matizan que es un caso «de obras y usos provisionales», pero lo cierto es que en el 406 de Mallorca habrá una edificación temporal de módulos prefabricados de planta baja y primera planta «destinado a espacio museístico interactivo sobre el FC Barcelona y con tienda para vender los productos de su marca».
El monocultivo de tiendas de recuerdos y restaurantes preocupa a los residentes y también al resto de comerciantes, que ven cómo el comprador tradicional empieza a huir de la saturada zona. De ese modo, en la Sagrada Família se pervierte el éxito comercial. Por una parte, los 3,2 millones de visitantes que se adentran en el templo (más los millones que solo hacen una visita panorámica a la zona) son una mina de oro que ha disparado la cotización de los locales comerciales hasta los 70 euros por metro cuadrado y mes, según datos de Cat Real State. Pero por otra, la masificación genera un efecto pantalla que hace que muchos no puedan ni adentrarse en tiendas o bares, ante la visión de calles colapsadas, se quejan en los establecimientos.
El traslado de los autocares debía ampliar la posibilidad de negocio a más tramos del barrio, al abrir los itinerarios de a pie, pero las prisas de estos grupos que solo se acercan para una visión panorámica (a la que descuentan media hora de desplazamientos, al paso que marcan los más lentos) no deja margen para entrar en tienda alguna por el camino.
En pleno coto al autocar -con un total de 201 denuncias en dos años, 104 por no respetar la restricción de acceso y 97 por estacionar fuera de los siete espacios habilitados-, comerciantes y vecinos reclaman que se limiten también los buses turísticos (el oficial y el explotado por una empresa privada). Ambos pasan sin cesar a unos metros de la obra de Gaudí, con paradas incluidas en primera línea.
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