SAGRADA FAMÍLIA. TURISMO
«Hay barullo en la calle y en el piso turístico»
MONTSE AURÍN . 44 AÑOS. DOCUMENTALISTA
El boom turístico de Barcelona vive un momento álgido en verano, pero el éxito de la marca Barcelona hace que los visitantes lleguen a miles a la ciudad durante todo el año. En términos de convivencia, se produce una disonancia entre los turistas y los barceloneses que Montse Aurín, documentalista de 44 años, resume en una frase: los vecinos intentan hacer «la vida normal» y los turistas están de vacaciones.
Montse Aurín sabe muy bien de lo que habla, ya que vive desde hace siete años en una de las zonas turísticas por excelencia de Barcelona: la Sagrada Família. «He visto el cambio del barrio y el turismo es un problema constante: tengo el barullo de los visitantes en la calle y las terrazas de los bares, el del tráfico con el autobús turístico, el de todo tipo de actividades sociales...» Además, y como guinda, ella vive en un primero y tiene un piso turístico en el segundo. «Toda esta escandalera me afecta mucho. No puedo dormir, me genera una situación de estrés enorme. El estado de tensión te hace difícil dormir», explica Aurín.
Ha tomado todas las medidas posibles para que los ruidos no la afecten: duerme con tapones y ha reforzado la insonorización de las habitaciones de su casa. En vano, porque sigue oyendo ruidos. «Es un ruido constante pero en verano aumenta por las terrazas», denuncia. Al jaleo del turismo, añade como molestia las fiestas vecinales que el ayuntamiento promueve cada año, sobre todo los festejos populares en primavera. «No es nada agradable, tú estas intentando hacer vida normal en tu casa y tienes que cerrar las ventanas del ruido que entra. Una vez estuvimos dentro de casa a 50 decibelios a medianoche», recuerda. Sus reiteradas denuncias ante policía y ayuntamiento, dice, no le han servido de nada así que reclama más medios para controlar el ruido de los turistas. «Yo avisé una vez a la medianoche y se presentaron a las dos de la madrugada», explica.
PISOS TURÍSTICOS / Y luego está el piso turístico. El apartamento, dice, suele estar habitado por unas cuatro o seis personas, familias generalmente, pero ha habido veces que ha sido imposible conseguir paz debido a los ruidos que proferían los inquilinos. Un ejemplo más de que el turismo tiene dos caras: una fuente de ingresos pero también un problema de convivencia con los barceloneses. Es lo que tiene mezclar a gente de vacaciones con gente trabajando. C.C.
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