El microcosmos de las pujas se da cita en la ciudad

Lote no apto para menores

Un anticuario saca a subasta una colección que satisfizo el morbo a principios del siglo XX

CARLES COLS
BARCELONA

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El lote 2.146, con un precio de salida de 5.000 euros, no se muestra a la vista del público en la sala de exhibición de Balclis, más que nada por no ofender. Hay que preguntar expresamente por él. Son cuatro realistas e impactantes figuras de cera que recrean distintas formas de parto (natural, fórceps, cesárea...) y 19 piezas más complementarias sobre anatomía y  espeluznantes enfermedades venéreas que a principios del siglo XX se exhibían en alguna suerte de circo ambulante en Uruguay. El cartel de promoción de aquel show va en el lote. «Cómo venimos al mundo». «Algo magistral e impresionante». «Por la índole reservada de este espectáculo científico, no se exhibe propaganda». Durante años, esa colección freak durmió olvidada y sin dueño en la aduana de Montevideo, hasta que hace una década un anticuario español de Ferrol, David Sanesteban, especialista en material náutico, dio con ella. Dudó, pero se la llevó a casa, aunque no completa. Los tarros de cristal con restos humanos se quedaron allí.

No se equivocó. Al poco tiempo la revendió a un anticuario de Bilbao y este hizo lo mismo poco tiempo después y le traspasó las piezas a Víctor Gómez, uno de esos anticuarios de Barcelona que vale la pena conocer. Su especialidad es sobre todo el material científico y médico. Tiene a la venta ahora, por ejemplo, un sobrecogedor maletín de doctor de principios del siglo XX, con todo el instrumental indispensable para realizar sin tacha una amputación o una trepanación. Así que no extraña tanto que intuyera que esas acongojantes figuras de anatomía que le ofrecía un colega de Bilbao eran más una oportunidad que un disparate. El jueves se subastan en Balclis.

«Lo más probable es que acaben en manos de algún coleccionista extranjero», prevé Gómez. Será una lástima, porque en realidad el lote 2.146 iría la mar de bien para contar una de aquellas historias de Barcelona que corren el riesgo de ser olvidadas, como es el caso del Museo Roca, que abrió al público en la calle Nou de la Rambla en el año 1900. Aquello se vendía como un museo de divulgación de la medicina, pero allí se iba por morbo, para ver en realistas recreaciones de cera los estragos de una sífilis avanzada o para ver cómo era el cuerpo humano, preferentemente el femenino, claro, tanto por fuera como por dentro.

Aquello fue un exitazo de público, como 60 años después, por cierto, lo fue la exhibición en un cine de arte y ensayo de Barcelona de Helga, el milagro de la vida. También allí se iba por morbo, aunque solo era un documental destinado a la educación sexual de los adolescentes alemanes. La comparación es oportuna por aquello de no reírse de lo lo que hicieron nuestros bisabuelos si también lo hicieron nuestros padres.

Posible muestra en el CCCB

El caso es que las piezas del Museo Roca existen. Están perfectamente conservadas en Amberes, en manos de Leo Coolen, un coleccionista con el que, aunque de forma muy incipiente, se mantienen conversaciones desde Barcelona para tratar de organizar algún día en el CCCB una exposición que recree lo que en sus tiempos fue el Museo Roca y aquella Barcelona en la que una parte del Raval fue bautizada por el periodista Francesc Madrid como «el barrio chino», que hizo gran fortuna.

Pepe Pardo, comisario de la exposición Salvadoriana y especialista casualmente en el Museo Roca, se sorprendió el pasado viernes cuando supo a través de EL PERIÓDICO que una colección de piezas como aquellas que volaron en los 90 hacia Amberes se van a subastar esta semana en Barcelona. Dio por hecho que, como entonces, ninguna institución comprenderá su valor simbólico: «Probablemente incluso fueron fabricadas en el mismo taller. Francia era a finales del siglo XIX el gran proveedor internacional de este tipo de materiales para gabinetes médicos y espectáculos circenses».

A Pardo, no obstante, la procedencia de las piezas le ha encendido una bombilla. Busca desde hace años una película extraviada, rodada al parecer en 1920, que se proyectaba en esas exposiciones. El cartel que se subasta en Balclis la menciona en grandes caracteres: «Es una película instructiva que si usted no es excesivamente sensible, puede y debe ver. Al hablar de sensibilidad y teniendo en cuenta la gran delicadeza del bello sexo, es por lo que Cómo venimos al mundo se recomienda para hombre solos, no siendo permitida la entrada a menores de 18 años».

Quien sabe. Tal vez aquella película aún anda perdida dentro de una caja en los almacenes de las aduanas de Montevideo.