CRÓNICAS ZOOLÓGICAS

El macho alfa del ateísmo

El eminente primatólogo Frans de Waal presenta en el Zoo de Barcelona la conclusión a la que le han llevado los procaces bonobos: que la religión no tiene el monopolio del bien y del mal

Grandes simios 8 Frans de Waal, ayer, junto al recinto de los chimpancés del Zoo de Barcelona, donde una hembra adoptó a una cría.

Grandes simios 8 Frans de Waal, ayer, junto al recinto de los chimpancés del Zoo de Barcelona, donde una hembra adoptó a una cría.

Carles Cols

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Sexo, ateísmo, bestias salvajes... A ver quién dice que no a una convocatoria así, que finalmente tuvo lugar ayer por la mañana en el Zoo de Barcelona, donde la editorial Tusquets decidió presentar el último libro del primatólogo Frans de Waal, 'El bonobo y los 10 mandamientos', una obra tan recomendable como desconcertante. A partir de la observación de la vida social de esta especie de gran simio de vida lujuriosa, que ha convertido la selva centroafricana en un 'peep-show' para etólogos, De Waal se ha convertido en uno de los nuevos faros del ateísmo internacional, disciplina con escaso arraigo intelectual en España, pero que en el mundo anglosajón da pie a enconados y apasionantes enfrentamientos.

Antes que nada, sin embargo, convienen un par de aclaraciones.

En el Zoo de Barcelona no hay bonobos. La razón, se cuenta entre jaulas, es que cuando a punto estuvo de haberlos, el entonces concejal responsable del parque zoológico lo impidió con el argumento de que son «demasiado humanos». A De Waal le da la risa. Más cuando se le cuenta que además aquel era un político de izquierdas. La cosa tiene su gracia porque en Francia se les conoce también como los 'chimpancés de izquierdas'. Es un juego de palabras. Los chimpancés viven en la riba derecha del río Congo. Los bonobos, con su estructura matriarcal y su alegre vida sexual, en la izquierda. "Son admirados por las feministas y por los homosexuales", explica  De Waal. Es una especie en la que los conflictos no se resuelven a manotazos, sino que se usa una moneda inusual en el reino animal: el sexo. "Las relaciones sexuales entre dos hembras suelen ser mucho más largas y orgásmicas que entre un macho y una hembra. Entre machos también se relacionan, pero sin cópula". Pero lo que ha llevado a De Waal a los púlpitos del ateísmo no es la observación de ese 'Play Primate animal', sino una conclusión que requiere más paciencia.

Los chimpancés, pero tal vez más los bonobos, muestran comportamientos que hasta bien entrado el siglo XX se consideraban exclusivamente humanos. Son altruistas, son capaces de hacerse cargo de sus inválidos, son compasivos y, todo ello, en principio sin un aparente beneficio material a cambio. Ayer, por ejemplo, De Wall se fotografió frente a Kala, una chimpancé que adoptó a Yuma, hija de una congénere de un zoo holandés que, por culpa de la edad, no producía suficiente leche para amamantarla.

La tesis de este holandés afincado en Atlanta es que existe en los humanos una predisposición ancestral a comportarse correctamente incluso en ausencia de religión. A su manera, sostiene que los tres grandes monoteísmos no pueden reivindicar el monopolio de decidir qué esta bien y qué está mal, porque es innato.

Otros intelectuales del antiteísmo sostienen también ese punto de vista. Lo expusieron el ya fallecido Christopher Hitchens en Dios no es bueno y Richard Dawkins en 'El espejismo de Dios', pero, como decía muy divertidamente este último, conseguir que los ateos militantes vayan todos a una es como reunir un rebaño de gatos. De Waal no ha sido bien recibido en el club. "Sí, es verdad, les he criticado un poco y les ha molestado". En realidad, el pecado de De Waal ha sido desafiar a sus colegas con el argumento de que, aunque Dios no existe, la religión parece cumplir una función social que no debería ser tan rápidamente menospreciada. A la editorial Tusquets, de hecho, lo que le hubiera gustado habría sido presentar el libro con un cara a cara entre Dawkins y De Waal. Está en disputa nada menos que el puesto de macho alfa del ateísmo mundial, que no es poco. Dawkins, lamentablemente, tiene una agenda inflexible o, quién sabe, tal vez teme que su rival trate de resolver la discusión como un bonobo.

El libro, en resumen, es una delicia, con el plus añadido de que los humanos compartimos un 98,8% del  ADN con los bonobos. Son tipos muy listos. En la selva es cierto que apenas usan herramientas. Tampoco los amish usan cremalleras y botones, así que no debería ser ese, la manipulación, el argumento para medir la inteligencia. Es su manera de vivir en sociedad la que llama la atención, y no solo por su sexualidad explícita, que a los más pacatos hasta incomoda, sino por su inquietante humanidad. A De Waal le ha servido para concluir que la religión no es indispensable para vivir en sociedad.

Gracias, bonobos.