El auge de los paseos culturales por la capital catalana

Los espías de 1914

La primera guerra mundial y su influencia en Barcelona centra una ruta sobre los agentes secretos y el dinero que llegó de la contienda

C. S.
BARCELONA

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Espías, contrabandistas de armas, aventureros, prostitutas extranjeras y pistoleros. Los personajes novelescos convivían con los habitantes de Barcelona hace un siglo, cuando en 1914 estalló la primera guerra mundial. Durante los años que duró el conflicto que finalizó el 11 de noviembre de 1918, Barcelona, al encontrarse en territorio neutral, se convirtió en el principal proveedor para Europa, no solo de armas, sino también de productos manufacturados, como alimentos básicos y tejidos.

La ciudad era un territorio abonado de intrigas y de inflitrados de ambos bandos. De todo ello versa la ruta ¡Y la gran guerra transformó Barcelona!, que acaba de iniciar el periodista y escritor David Revelles, a través de Itineraplus, por la Rambla, por el Arc del Teatre, por la calle de la Unió, por las Drassanes y por la avenida del Paral·lel, que en esa época emergió como la gran arteria nocturna de la ciudad.

La primera parada es la plaza de las Tres Xemeneies, donde se encontraba la antigua fábrica de La Canadenca, llamada así porque el principal accionista era Canadian Bank of Commerce of Toronto. El objetivo de Revelles es explicar el conflicto social entre los obreros y la patronal de esta empresa que monopolizaba el servicio eléctrico en una época en la que Barcelona aumentó su capacidad productiva pero los salarios se mantuvieron congelados y los agónicos y largos turnos no mejoraban.

El antiguo hotel Cuatro Naciones, en la Rambla, es uno de los escenarios que aparece en la novela Ciutat d'espies, de Jordi Solé, y uno de los lugares elegidos para hablar de la masiva infiltración de los servicios secretos de los países que combatieron. Allí se alojaron muchos agentes. «Ello transformó la capital catalana en un inmenso tablero de ajedrez lleno de estrategias y de sobornos para que muchos diarios de la época se convirtieran en altavoces de la propaganda de cada bando», relata Revelles, que después cita a Rafael Moragas, que con el seudónimo de Juan Cabañas Guevara, se adentró en esa convulsa Barcelona en su Biografía del Paral·lel.

«La guerra, lejos de representar miseria para la industria catalana, fue un periodo de vacas gordas. El dinero entraba a raudales y la fiebre de adquirirlo abarcó a una gran parte de la población. Ningún sector de la vida cotidiana se vio libre de tener en su seno a logreros y especuladores. Unos en la industria, otros en el comercio, muchos en la prensa y los libros, y un buen número en los servicios de espionaje». Es el párrafo del libro que lee Revelles a las cinco personas que ayer por la tarde hicieron la ruta contratada por internet.

A ellas, les descubre personajes como el barón de Roland, que coordinaba la red de espías alemanes; el policía Bravo Portillo, que controlaba a los sindicalistas, y el barón de König, un agente doble que trabajaba para la patronal pero fingía falsos atentados de los sindicalistas para aumentar sus beneficios.

«Fue una época apasionante pero peligrosa. Por vez primera llegaron drogas como la cocaína. Y el jazz y el tango fueron la banda sonora de cabarets y prostíbulos cercanos a la Rambla, como el lujoso Madame Petit, en el Arc del Teatre».

Independentistas

Otro fragmento de historia que  aparece en la ruta hace referencia al Comitè de Germanor amb els Voluntaris Catalans. «El independentismo catalán, al igual que ocurre ahora, quería situar a Catalunya en el debate político y así conseguir proyección internacional. Por eso un millar de voluntarios participaron en la gran guerra junto al Ejército francés para apoyar al bando de los aliados. Así, tomaron parte en batallas tan sangrientas como la de Flandes», recuerda Revelles.

A su lado, a Judit Solà se le ponen los ojos como platos. Trabaja para Turismo de Flandes y está muy sensibilizada con el tema: «La ruta es un regalo de cumpleaños de mis compañeras de trabajo. No tenía ni idea de cómo era Barcelona entonces. Es fascinante lo que llegó a influir la gran guerra».

Ana Barros, que trabaja en una entidad bancaria, y Albert Hernández, mecánico de aviones, no se pierden ni una de las rutas que propone Revelles. «Lo conocimos en un itinerario sobre la Barcelona masónica. Nos encanta. Para nada son las típicas rutas turísticas», aseguran. Rosa Mari Escolà es licenciada en Antropología y enfermera jubilada. «Mi gran afición son los itinerarios históricos. Una ruta te lleva a otra. Me interesan los temas más desconocidos».