BAZARES, MERCERÍAS, CAMISERÍAS, TIENDAS Y ALMACENES DEDICADOS A LA MODA
Modistas de Barcelona
Elisenda Albertí, en su nuevo libro 'Un passeig per la moda de Barcelona' (Editorial Orígens de Albertí), dedica un capítulo a los sastres ('Els sastres, un gremi valorat') y otro a las modistas ('Les modistes, un gremi discutit') con títulos que dejan claro que para las mujeres fue muchísimo más complicado labrarse un camino en ese mundo de agujas, telas e hilos. «Las mujeres que confeccionaban vestidos sudaron tinta antes de que se las reconociera», asegura Albertí, autora de los ensayos 'Dames, reines, abadesses; Dones de Barcelona' y 'Catalanes medievals'.
«Antes de 1784, solo la viuda de un sastre, y en determinadas condiciones, podía seguir con el negocio», cuenta la escritora. A partir de ese año, el Gremi de Mestres Sastres permitió a una mujer liderar un taller de confección con los mismos derechos que hasta entonces eran exclusivos de los hombres.
«Los sastres barceloneses, por miedo a la competencia, alegaron que legalizar a las modistas significaría su ruina. En esa época muchas costureras francesas trabajaban aquí», señala Albertí. No consiguieron cambiar la normativa y la incorporación de las modistas cambió el mundo de la moda, aunque hasta 1909 con la fundación del Sindicato Barcelonés de la Aguja no se asociaron en un gremio que las ayudara en su formación y a la hora de encontrar trabajo.
«Las modistas de Barcelona trabajaban los patrones a partir de vestidos en miniatura que llegaban de París y de Londres. Con las nuevas tendencias de la moda europea, vestían a unas muñecas que enseñaban a sus clientas para que percibieran el efecto antes de hacer el encargo. Hoy son cotizadas por los coleccionistas».
Llega la máquina de coser
La aparición de la máquina de coser en 1851 marcó un antes y un después en el oficio. Los talleres de corte y confección, en los que las clientas elegían las telas sentadas ante el mostrador, entonces estaban ubicados en el Call, el antiguo barrio de judíos, y en las calles de Avinyó y Boqueria, y desde 1910, en Ferran. «Ese fue el centro neurálgico de la moda. Venían muchos marineros y mercantes a confeccionarse trajes a medida». Allí se encontraban las hermanas Montagne, llegadas de París, a las que la autora dedica un capítulo. Algunas de sus creaciones han sido cedidas al Museu Tèxtil i d'Indumentària de Barcelona, que abrirá en la plaza de las Glòries el próximo año.
«El oficio de modista se consolidó como una alternativa laboral con prestigio social», define. A finales del siglo XIX y principios del XX destacaron Carme Ruiz y Carme Martí de Missé, que en 1893 patentó el método Sistema Martí. «Fue una revolución: el mismo patrón servía para todas las tallas. Aún se utiliza hoy».
Las tiendas de moda surgieron en el siglo XIX con la llegada de los bazares. El primer establecimiento data de 1807 y era propiedad de Ramon Bosch. Se situó en la Rambla. Hasta entonces los sastres que distribuían ropa confeccionada para campesinos se encontraban en la Ribera. En 1820 surgió la Camiseria Xancó, que sobrevive. Le siguieron Bel y Cía (1842), y Santa Eulàlia (1843), en la Rambla. Y en 1850 nacieron los almacenes El Águila en la plaza Reial. Una nueva era.
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