EL PRESUPUESTO MUNICIPAL

Acto dos: el alcalde Alberto

CiU y PP sellan un acuerdo que garantiza que Barcelona pueda invertir este año 197 millones en nuevos proyectos Trias cede al líder del PP la presentación de un pacto de difícil reedición

Bici segura 8 El pacto estima instalar 6.700 separadores de goma.

Bici segura 8 El pacto estima instalar 6.700 separadores de goma.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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La política municipal barcelonesa cierra estos días su segundo acto. La introducción partía del delicado liderazgo de Xavier Trias, que con 14 de los 41 concejales del pleno tuvo que templar su fragilidad con un cortejo al PP que le permitiera aprobar los presupuestos del 2012. Aquel flechazo estuvo cerca de alumbrar una entrada de los conservadores en el gobierno. Y ahí, en ese quedarse a medio camino, se pasó página y empezó el nudo de la obra. CiU pactaba poco después el plan de acción municipal -la hoja de ruta del mandato- con un PSC en horas contemplativas, pero la solidez del proyecto residía de nuevo en las cuentas; las del 2013, en este caso. Se puede funcionar con la contabilidad prorrogada, pero esa situación solo atiende las inversiones fijadas antes del 1 de enero. Para evitarlo, Alberto Fernández Díaz volvió a galopar. Hasta ayer, cuando se bajó del caballo con un pacto bajo el brazo que de nuevo rescata a la doncella. Sorprendió su discurso, la solemnidad, las promesas..., más propias de un alcalde que de un férreo líder de la oposición.

Ayer cayó el telón. Y el tercer acto promete giros argumentales.

La noticia era el acuerdo para desbloquear 93,25 millones de euros, que sumados a los 103,72 pactados hace mes y medio dan un total de 197 millones que la ciudad puede emplear para iniciar nuevos proyectos en urbanismo, movilidad, seguridad, bienestar, cultura o reactivación económica. Ahí aparecen obras como la Diagonal (reformalow costcon aceras ampliadas y carril bici segregado en la que en el 2013 se invertirán 400.000 euros para redactar el proyecto), Sant Joan, la reforma de Balmes a su paso por Sant Gervasi, la mejora del paseo de la Zona Franca o la instalación de 6.700 piezas separadoras de carril bici. Si se añaden los trabajos pendientes, aquellos que se iniciaron en ejercicios anteriores y que siguen desarrollándose, la capital catalana podrá cerrar el 2013 con un saldo de unos 347 millones dedicados a inversiones, una cantidad insólita en tiempos tan aciagos.

Galones y talones

Visto desde el Parlament, el pacto CiU-PP destila cierto tufo de oxímoron político. Artur Mas avanza junto a ERC hacia una consulta todavía algo difusa mientras ningunea a una Alicia Sánchez-Camacho que pide su dimisión tres veces por semana. ¿No resulta raro que Trias y Fernández Díaz vayan de la mano mientras sus líderes se pelean a diario? Puede ser una mezcla de galones y talones.

El alcalde está pagando facturas que el Govern no puede asumir. Becas comedor, guarderías, subvenciones a Montmeló, museos..., la generosidad del consistorio con la Generalitat da a Trias una cierta libertad de movimientos. En cuanto al líder del PP, el maridaje entre un potente apellido, tener asegurada la reelección como candidato y los buenos resultados logrados en una plaza complicada como Barcelona le permiten un amplio margen de maniobra. Pero firmado el pacto, ¿les conviene mantener viva la llama de este matrimonio de conveniencia que podría pasar factura en un año tan patriótico como el 2014?

El alcalde tira de astucia y elegancia cuando alguien le pregunta sobre su independentismo:«Lo que quiero es dejar de ser depediente». Resulta curioso que sea el PP quien por el momento trunque ese anhelo, pero prima la suerte de blandir la bandera de ciudad que, pese a la crisis, puede afrontar hercúleos planes urbanísticos, como Glòries o el cajón de Sants. Los conservadores, por su parte, logran comer terreno al PSC con mejoras en distritos que hasta la fecha han sido un caladero de voto socialista.

Será difícil que el pacto se repita. Quizás por eso, el acuerdo CiU-PP incluye partidas para el 2014 por valor de unos 200 millones de euros. Inversión plurianual, lo llaman. El problema es que si la crisis aprieta, Barcelona puede encontrarse con un montón de obras iniciadas que la necesidad mandará detener. Eso, por desgracia, ya sucede hoy con la L-9 de metro.