Evolución demográfica en la capital catalana

El Chinatown de BCN crece y se integra en el barrio de Fort Pienc

La agencia de viajes Lily Flor, en la calle de Alí Bei, el martes pasado.

La agencia de viajes Lily Flor, en la calle de Alí Bei, el martes pasado.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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es un mini Chinatown, un reflejo a pequeña escala de los barrios que la comunidad china ha forjado en grandes urbes como Nueva York o Londres, pero que, para la moderada dimensión de Barcelona, resulta visible y vistoso. Hace más de una década se configuró en el eje comercial de Trafalgar, al calor del trasiego de mayoristas textiles. Pero en los últimos años se ha aposentado, extendido y, sobre todo, diversificado al otro lado del paseo de Sant Joan, en el corazón del barrio de Fort Pienc del Eixample. Lo conforman casi un centenar de negocios de todo tipo, desde panaderías chinas hasta centros de estética y agencias de viaje. Con una gran particularidad, por primera vez la comunidad se está integrando firmemente en la red de comerciantes del barrio, gracias a la figura de una mediadora. Es solo uno de los vértices del plan piloto auspiciado entre el ayuntamiento y las entidades de la zona para favorecer la convivencia intercultural.

La complejidad del desembarco chino en el Eixample derecho ha hecho que en muchos momentos faltase comunicación entre el vecindario tradicional y los recién llegados. Con la sensación de que los últimos no se adaptaban a las costumbres locales, a juicio de los residentes autóctonos, que durante años se quejaron del monocultivo comercial oriental en el eje de Trafalgar. Posteriormente, la población china extendió su radio hacia Fort Pienc, donde no solo ha abierto negocios, sino que también reside, explica el concejal del Eixample, Gerard Ardanuy. Esta nueva realidad, que supone un millar de empadronados entre los 32.000 residentes, llevó al distrito a tratar de facilitar la conexión a través de dos estructuras clave, la escuela y el comercio. Desde hace unos meses, la mediadora ha establecido un puente entre las dos comunidades, mientras se llevaban a cabo diversas iniciativas.

Por ejemplo, Fort Pienc estaba falto de una asociación comercial que finalmente se constituyó a finales del 2011 y ya aspira a convertirse a corto plazo de unos de los ejes comerciales oficiales de Barcelona. Su presidente, Joan Farré, asegura que ya son más de 70 asociados «con ilusión y muchas ganas de trabajar con la zona». La novedad la aporta el fichaje, de momento, de una docena de empresarios chinos, fruto de la labor de intermediación. Recientemente celebraron una cena donde unos y otros expusieron sus proyectos e inquietudes y Farré no duda de que el pequeño Chinatown seguirá creciendo. Deja claro que la zona no es un gueto. «Son una parte de un barrio joven y muy dinámico, y queremos integrarlos», mantiene.

COSTUMBRES / El programa Xeix ayuda también a que el casi centenar de establecimientos chinos de la zona interpreten correctamente las normas de comercio de Barcelona y lo importante que es la mejora del atractivo de sus tiendas. Gracias a este, se ha contactado ya con medio centenar de empresarios, de los que una docena ya son parte activa de la Associació de Comerciants Eix Fort Pienc. Como ejemplo, en la reciente muestra de salud y belleza organizada en el paseo de Sant Joan, ocho negocios chinos tomaron parte por primera vez.

La huella china es visible en casi todo el barrio, aunque el eje de Alí Bei es uno de los epicentros. No faltan ni supermercados, ni agencias de viajes, de fotografía, de mobiliario y de cualquier servicio, con rótulos en dos idiomas. Incluso muchas tiendas con nomenclatura y textos en catalán tienen a un empresario oriental tras sus mostradores. Numéricamente, hay más chinos en otros puntos de la ciudad (como la Nova Esquerra de l'Eixample), pero su implantación comercial es más concentrada y diversificada en Fort Pienc que en cualquier otro punto de la ciudad.

En paralelo, en la escuela Ramon Llull se ha llevado a cabo un proyecto para fomentar la adaptación desde la infancia. No es el único, ya que los niños chinos asisten a distintos centros de la zona. Además, un instituto, el IES Pau Claris, se ha hecho célebre por sus clases de mandarín, que congregan los sábados a cientos de alumnos de mandarín de diversas edades de toda Barcelona, destaca Farré.

Fuentes del equipo de mediación destacan que la población china se ha mostrado muy abierta a participar en la dinamización comercial del barrio. Los empresarios más jóvenes hablan en castellano y han aportado ideas al plan de trabajo. El diálogo rompe mitos y barreras, subrayan. Y enfatizan que sus comercios no apuntan a su comunidad sino al vecindario, como una vía de prosperar en la ciudad que les acoge.