Turismo cronometrado

Dicen que sí les va de cinco minutos, que todo está cronometrado y que llegar a la hora no es ninguna tontería. Una cosa es perder un avión. Total, en unas horas, o minutos, saldrá otro . ¿Pero un barco? Los autocares que llevan a los cruceristas siguen una pauta horaria que deben cumplir con excelencia. Primero, para no perder la confianza de la naviera, y segundo, para no tener que cobijar a 50 personas.

Jorge ilustra sobre la cuestión. Lleva un coche de Julià y explica su mañana. Le ha tocado una visita larga, de las de cuatro horas. De infarto.«Recojo a los turistas en el barco. Subimos a Montjuïc. Anillo olímpico, vistas de la ciudad... Bajamos a plaza de Espanya, cogemos Gran Via hasta llegar a paseo de Gràcia. Subimos al parque Güell, donde tenemos una parada de 40 minutos. De nuevo al autocar y bajamos a la Sagrada Família, donde tienen 30 minutos. Luego vamos a la plaza de Catalunya, donde les damos una hora de shopping. El tiempo que quede, lo pasamos en la Catedral y vuelta al puerto».Admite que es un poco estresante, que cada recuento de pasajeros le genera un sudor frío.

Con el tiempo que se perderá en los paseos desde la Diagonal hasta la interminable obra de Gaudí, les tocará priorizar. Quizás acortar las compras en el centro, o evitar la Catedral porque con un templo ya basta, o prescindir de la magia de la montaña de Montjuïc porque de aquello hace ya casi 20 años.

Alberto y Jordi también son conductores y esperan en la parada de la plaza de la Hispanitat. Coinciden en que están demasiado lejos de la Sagrada Família y que eso es algo que no gusta a las empresas que les contratan. ¿Volverán las clásicas trampas de esperar en un chaflán cercano a la basílica? No lo niegan ni lo admiten, pero su silencio delata intención. Confiesan que deberán pasar unos días para que vuelva la picaresca. Todo vale para cumplir con el horario.