La visión de los residentes

Con los buses a otra parte

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Por la barra de pan y la bolsa del súper que descansan sobre su mesa, es fácil deducir que se trata de un vecino. Lo corriente de su vestuario -camisa de color claro y pantalón largo-, también ayuda en la deducción.«Sí, vivo aquí. Desde septiembre de 1965»,explica Josep Maria Lladó sentado en una terraza frente a su casa, mientras observa el constante ir y venir de turistas que se dirigen hacia el templo de Gaudí que tanto tiempo está costando rematar. Su«aquí»es la calle de Marina, entre València y Mallorca, justo en medio de la ruta que miles de turistas toman desde ayer, en el paseo que separa la parada de buses de la plaza de la Hispanitat -en Diagonal con Aragó- de la basílica.«La medida me parece mal. La mayoría de los turistas que vienen aquí, sobre todo en temporada baja, son personas mayores. ¿Por qué tenemos que hacerles andar tanto? Me parece injusto», apunta solidario Lladó, de 85 años.

Temor a más suvenires

Este hombre con dilatada carrera en lo que sucede en los alrededores de la Sagrada Família teme también que, con la prohibición de parar frente a la basílica, el número de turistas que transita por su calle vaya en aumento, esta pierda«los pocos comercios de proximidad que le quedan»y los locales se transformen en nuevas tiendas de recuerdos de dudosa calidad y menor belleza.

Alí Liaqat regenta un colmado en la misma a todas luces estrecha acera de la calle de Marina, lado Besòs, por la que ayer subían prácticamente todos los turistas dificultando el paso del resto de viandantes (pese a que la señalización vertical invitaba a usar la acera de enfrente). Todo apuntaba a que debía estar exultante, ya que el número de turistas que pasean frente a su comercio aumentará (y mucho), pero de sus palabras no se desprendía demasiado optimismo:«Hay muy poca venta. Son las 13.30 horas y mira la caja, 50 euros. Pasa más gente, sí, pero no compran»,señalaba el comerciante mostrando los pocos billetes que poblaban a esa hora la caja registradora. Quizá sea precipitado hacer un balance sobre la afectación el primer día de aplicación de la medida.

Los que sí han notado un aumento en las ventas son los comerciantes de la calle de Sicília, entre Provença y Mallorca, donde desde hace unas semanas se han trasladado las paradas del bus turístico.«Estamos encantadas. Lo hemos notado mucho. Quizá podemos decir que hemos incrementado las ventas en un 10%. Mientras esperan al bus, ven la cruz y entran»,relata Rosa, trabajadora de una farmacia situada en ese punto. Los que no están tan contentos con el cambio son los residentes en ese mismo tramo, que han visto cómo el problema de los buses se trasladaba justo frente a sus puertas. Frente a sus ventanas. Las quejas van dirigidas principalmente a los ruidos. Denuncian que los conductores dejan el motor en marcha durante la parada (unos cinco minutos por viaje), algo que ya denunciaban los vecinos de la anterior parada.