Reto biológico en el zoológico de Barcelona

¡Milagro, milagro...!

Aunque conocido desde hace 100 años, hasta el 2006 no se supo que las hembras de la especie practican la inmaculada concepción

El afortunado  Guntur, el hermano menor de los dos dragones del Zoo de Barcelona.

El afortunado Guntur, el hermano menor de los dos dragones del Zoo de Barcelona.

CARLES COLS
BARCELONA

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El dragón de Komodo fue exhibido por primera vez en un zoológico en 1934. Allí, en Washington, aquel pobre pionero sobrevivió apenas dos años. Tan poco se sabía de sus necesidades en cautividad que la muerte prematura era lo que les aguardaba a todos los ejemplares capturados en Indonesia y transportados habitualmente a latitudes septentrionales. Fue determinante en este sentido, para resolver el problema, descubrir que lo que añoraban era el sol, de ahí que excelentes instalaciones como las de Barcelona tengan perfectamente disimuladas bajo falsos troncos de árbol lámparas de rayos UVA. Bajo su calorcito es habitual ver a Guntur, Ombak y Asmara.

El paso de los años, sin embargo, no ha permitido aún alcanzar un preciso consenso científico sobre otra incógnita, sobre si el dragón de Komodo es o no una especie venenosa. Su boca, eso sí se sabe, es muy infecciosa, cultivo de hasta 70 bacterias distintas, por lo que su mordedura, cuando no es mortal al instante, lo es al cabo de unas horas o días. A esa extraña salud bucal se une el hecho de que al dragón de Komodo suelen sangrarle las encías, lo cual no hace más que acrecentar su aspecto terrible. Pero lo más fascinante de esta bestia no fue descubierto hasta diciembre del 2006.

Un año antes de esa fecha, en el Zoo de Londres, puso varios huevos una hembra, Sungai, que no había estado con un macho desde mediados del 2003. Los cuidadores creyeron que, de algún modo, había almacenado esperma de su última pareja. Del error se salió a finales del 2006, cuando en otro zoo inglés, en este caso en Chester, Flora, que jamás había conocido varón, también se quedó preñada. Las pruebas de ADN certificaron que el dragón de Komodo es el mayor vertebrado conocido capaz de recurrir a la partenogénesis, para entendernos, la tesis final de la películaParque Jurásico, donde, pese a que la población prehistórica de la isla es íntegramente femenina, esta logra procrear en ausencia total de machos de cada especie. Desde el punto de vista científico y aunque en lenguaje religioso, lo sucedido en Londres y Chester fue una inmaculada concepción, un recurso que emplean las dragonas de Komodo para perpetuar su especie en situaciones límite. Se supone, claro, que vivir en un zoo lo es.

Aquella noticia, es fácil deducirlo, fue la repera para la comunidad internacional de herpetólogos. Y más cuando se supo que de las hembras que recurren a esa técnica extrema solo nacen ejemplares macho. El material genético de la madre se divide de modo que es capaz de procrear una camada de aguerridos dragones que huyan de la isla, en la que la madre teme haberse quedado sola, en busca de pareja al otro lado del mar. Lo dicho, para los herpetólogos fue la repera, pero también un aviso de que en los zoos es recomendable la cópula para no empobrecer genéticamente la especie.