25 años de la nominación olímpica

Más alta, más fuerte

Maragall, entre Pujol y Serra, salta de alegría en Montjuïc, al regreso de Suiza.

Maragall, entre Pujol y Serra, salta de alegría en Montjuïc, al regreso de Suiza.

JOAN CARLES ARMENGOL
BARCELONA

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A las 13.32 horas de hoy lunes, exactamente 25 años después, muchos de los protagonistas de aquel 17 de octubre de 1986 se reencontrarán para rememorar el momento que cambió radicalmente una ciudad y un país. Será en el estadio de Mont-

juïc, muy cerca del pebetero y en la apertura del centro de estudios olímpicos que lleva el nombre del hombre más decisivo en todo aquel proceso: Juan Antonio Samaranch. A las 13.32, tras una simbólica cuenta atrás, se reproducirá el vídeo en el que el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) pronunció aquella frase que ha quedado en la memoria colectiva: «À la ville de¿ Barsalona».

Estará Pasqual Maragall, el alcalde olímpico, y la mayoría de los dirigentes que salen en las fotos que reproducimos en estas páginas, primero en el estallido de júbilo de Lausana y después en la mágica fuente de Montjuïc. Pero esos 25 años de posolimpismo barcelonés también se han cobrado sus víctimas: el propio Samaranch, Carles Ferrer Salat, el singular Alfonso de Borbón, duque de Cádiz (COE), Ignasi Masferrer (relaciones internacionales de la entonces candidatura)... Y, por parte de los testimonios, tampoco podrán glosar el acto de hoy informadores que apostaron sin reservas por situar a la ciudad en el mapa mundial: Juan José Castillo, Carlos Pardo, Andreu Mercé Varela, Quim Regàs y un Álex Botines que aquel día histórico, aquel 17 de octubre del 86, publicó su último articulo de opinión en EL PERIÓDICO, antes de que la enfermedad se lo llevara el 1 de noviembre. «Disponemos de 2000 años por detrás y de muchos siglos por delante. Y con un hijo de Barcelona como Samaranch y otros como Maragall y Pujol, que parecen estar leyendo la Carta Olímpica cada vez que abren la boca, no creo que haya que preocuparse de aquí al 92», escribía Botines.

Un cuarto de siglo después del punto de inflexión que transformó Barcelona y Catalunya, todos los protagonistas supervivientes coinciden en la importancia decisiva de aquella designación (47 votos obtuvo Barcelona en la tercera ronda, por 23 de París, 10 de Brisbane y 5 de Belgrado; Birmingham y Amsterdam ya se habían quedado por el camino) y en el cambio que supuso.

RECUERDOS FAMILIARES / «'Ya está', me dijo». La que así habla es María Teresa Samaranch Salisachs, hija del presidente del COI, que asistió como invitada al salón del Palais de Beaulieu, donde su padre abrió el sobre y leyó la sentencia. Pasaron muchos minutos hasta que sus obligaciones le permitieron dirigirse a su hija. «Ya está» fue lo primero que le dijo. Y lo segundo: «Menudo lío».

Samaranch padre sabía perfectamente la responsabilidad que recaía sobre su ciudad natal, pero también estaba viviendo un momento único. «Yo creo que de los seis días más importantes que mi padre vivió relacionados con el deporte, tres tienen que ver con los Juegos de Barcelona: aquel 17 de octubre, el día de la inauguración, el 25 de julio del 92, y el día de la clausura, el 9 de agosto. Siempre decía que iba todo muy bien, pero que se tenía que acabar mejor», dice Mo Samaranch, cuya segunda hija, Ana Eugenia, nació pocas semanas antes de su viaje a Lausana para asistir a la elección de Barcelona como ciudad olímpica.

«La designación me sorprendió por partida doble, porque estaba convencida de que mi padre anunciaría primero los Juegos de Invierno». Antes de abrir el sobre, la delegación de Barcelona empezó a recibir señales de los miembros del COI que entraban en la sala. Unos se rascaban la oreja, otros se tocaban la nariz, alguno (el italiano Franco Carraro) incluso se atrevió a levantar el dedo pulgar. Pero nadie quiso creerse la feliz noticia hasta que Samaranch,

tras una paradinha, pronunció en barcelonés el nombre de la ciudad.

«La expectativa era muy alta y, por lo tanto, la decepción habría sido enorme en caso de no haber ganado. Tanto como la alegría de todos y la satisfacción íntima que tuvimos los que de alguna manera habíamos participado en los preparativos», asegura Enric Truñó, hace 25 años concejal de Juventud y Deportes. Truñó aún recuerda el recibimiento de la ciudad en Montjuïc, por la noche, y el discurso íntegro de Maragall, el más corto de su historia. «Hoy es un gran día para Barcelona, y lo que es bueno para Barcelona es bueno para Catalunya, y lo que es bueno para Catalunya es bueno para España», dijo Maragall tras saltar en el entarimado embutido en su gabardina.

SALTO AL SIGLO XXI / Como todos sus colegas de candidatura de hace 25 años, Truñó cree que los Juegos son lo mejor que le ha pasado a la ciudad. «Suerte tuvimos de los Juegos como instrumento, porque, si no, no habríamos salido adelante como sucedió. Había cosas que hacía 30 años que estaban sobre la mesa (como las rondas) y no se hicieron hasta que se concedieron los Juegos».

Lo mismo opina Josep Lluís Vilaseca, secretario general de Esport de 1980 a 1994. «Se dio un salto muy importante para construir infraestructuras, porque hasta entonces siempre nos habían dejado al margen. Y para el deporte catalán también fue un gran salto. Los pabellones y las piscinas en los pueblos los hubiéramos tenido igualmente, pero los Juegos nos trajeron el Palau Sant Jordi, el Estadi, canales de remo y piragüismo, el INEFC, incluso el Circuit de Catalunya, a la larga. Cosas que hubieran sido imposibles de conseguir», explica Vilaseca, que destaca la luz verde que le dio Jordi Pujol desde la Generalitat para colaborar sin sectarismos. «'Catalunya está por encima de los intereses de partidos', me dijo. Y lo cumplió».

Romà Cuyàs, entonces secretario de Estado para el Deporte (1982-87), aún recuerda la noche en la suite de Maragall intentando cuadrar los votos prometidos por los miembros del COI. «Íbamos justitos, creíamos entonces, pero luego la explosión de alegría es de las que se recuerdan toda la vida», rememora Cuyàs del viaje a Lausana. «El sueño se había cumplido, y 25 años después pienso que se ha aprovechado bien el legado. Barcelona era en los años 80 una ciudad dejada de la mano de Dios y, con el billón de pesetas de inversiones públicas y privadas, dio un salto al siglo XXI y logró el reconocimiento universal. ¡Y sin déficit!», exclama el autor del informe Cuyàs, el primer estudio de viabilidad sobre los Juegos, encargado por Narcís Serra en 1982 y bendecido por Samaranch.