Desconexión ferroviaria

Resignada normalidad en el primer día del corte de vías en Sants

Decenas de usuarios de Rodalies esperan en Bellvitge un tren de la R-2 sur, ayer.

Decenas de usuarios de Rodalies esperan en Bellvitge un tren de la R-2 sur, ayer.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Sea pequeño o inmenso, un cambio en la red ferroviaria que altere los hábitos del ciudadano genera siempre las mismas reacciones de resignación, seriedad y contenida indignación. Ayer empezaba la interrupción de trenes más importante llevada a cabo en Catalunya, y en ese primer día en el que 150.000 personas vieron modificado su esquema vital por culpa del corte de las vías de Sants demostró que las molestias, por decirlo finamente, no se digieren mucho mejor a pesar de las buenas intenciones, las disculpas y el sentido de la previsión de los responsables de Rodalies Renfe.

Esta desconexión de la red ha convertido dos humildes estaciones metropolitanas -L'Hospitalet y Bellvitge- en apeaderos centrales a los que ayer llegaban, más o menos despistados, los viajeros de más allá del Baix Llobregat con destino a Barcelona. Los primeros proseguían camino con la línea 1 de metro, los segundos hacían lo propio con los Ferrocarrils de la Generalitat. «Damos las gracias a los usuarios por su colaboración durante estos días de molestias», compartía en Sants el director de Rodalies de Renfe, Miguel Ángel Remacha, que a las 11 de la mañana ya ponía nota a este dispositivo cuyo alcance final no se conocerá hasta el 27 de agosto, cuando está previsto que finalice la cobertura de vías de los 700 metros que separan la calle de la Riera Blanca de Sants. La obra, largamente reclamada, se realizará en tres turnos las 24 horas del día.

DESORIENTADOS, NO PERDIDOS / Muchos viajeros llegaban a las estaciones con los deberes hechos. Por la cuenta que les traía, llevaban días estudiando la situación y memorizando la nueva rutina. Algo habrá ayudado la campaña informativa realizada por Rodalies desde el día 20 de julio y alabada ayer por Remacha, que calificó el dispositivo y el tráfico de trenes como «razonablemente bueno». Así las cosas, los usuarios menos diestros parecían desorientados, pero en ningún caso perdidos. En L'Hospitalet era más fácil atar cabos: salir del tren, andar 100 metros y coger la L-1 de metro. Más lioso podía resultar desembarcar en el barrio del Gornal. Muchos neófitos de la cosa ferroviaria se extrañaban de que FGC -«¿estos no son los de Sarrià?», se preguntaba una mujer de Sitges que llegaba tarde a trabajar- tuviera trenes en estos rincones de las afueras de la capital.

Los que si pagaron el pato ayer y lo seguirán pagando durante estos 23 días son los turistas, sobre todo los que llegan a Sants con la idea de subir a un tren que les deje en la arena de Castelldefels. Los informadores -«la idea es que los viajeros tengan siempre uno de los 330 desplegados a la vista», apuntó el director de Rodalies- no daban abasto con los extranjeros. Duro trabajo también el de estos jóvenes del peto, que ya sirven de esponja de la indignación que genera este nuevo corte.

La nota positiva es el transporte provisional en bus desde Sants hasta el aeropuerto. Lo que el tren cubre en media hora, el vehículo de TMB lo hace en 20 minutos. Es lo bueno de tener El Prat tan lejos y tan cerca.