JORNADA SOLIDARIA EN LA MAR BELLA

La medicina del deporte de Cruyff

La Fundación Cruyff reúne a cerca de 300 niños con discapacidad en su quinto Open Day

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Eva Pecharromán tiene 27 años y es profesora de música. Se apuntó a la lista para acceder a una plaza pública y le tocó ejercer en la escuela de educación especial Les Aigües de Mataró. Nunca había trabajado con personas con discapacidad, y al principio no pudo evitar cierta sensación de vértigo, la clásica inseguridad que genera enfrentarse a lo desconocido. Ayer, dos años después de dar el paso, marcaba el ritmo de una marchosa batucada junto a una quincena de alumnos. «Cuando empecé fue durillo, pero ahora me doy cuenta de que, aunque tardas un poco más en conseguir las cosas, la satisfacción es mucho más grande». El éxito no es una sinfonía perfecta, sino la sonrisa del niño con su tambor. O la del niño marcando un gol, o metiendo una canasta. Como las que se pudieron ver ayer en el Open Day de la Fundación Cruyff mientras Eva y sus muchachos le daban a la percusión con el mismo garbo con que Carlinhos Brown hizo saltar a Joan Clos encima de un autobús.

En la quinta edición de este encuentro deportivo que cada año reúne a más de 300 jovencitos en las instalaciones de la Mar Bella, el sol puso a prueba la piel del padre de la cosa, Johan Cruyff. A pesar de la crema solar factor holandés, el rostro del maestro del fútbol iba cada vez más a juego con el naranja de su camiseta. En su largo paseo por la pista de atletismo, los niños le reconocían por el personaje de Crackòvia, le pedían firmas en la gorra, en la camiseta, una foto. Uno de ellos le seguía por todas partes y le preguntaba por el paradero de Charlio. Padres, monitores y voluntarios se tronchaban ante tan depurada imitación.

Calidad de vida

Cruyff intentaba derivar todo el protagonismo en los niños y explicaba que la práctica del deporte es «la mejor manera de conseguir más autonomía para no tener que pedir ayuda». «La calidad de vida mejora con el deporte. Si juegas a tenis en silla de ruedas, la pelota se te cae mil veces y te tienes que agachar. Eso luego lo aplicas a tu vida diaria y te permite ser más independiente». Todo el mundo disfruta detrás de una pelota. Estos niños, además, mantienen la sonrisa también cuando pierden. Y cuando se sienten algo desorientados, buscan la mirada de alguien que les da seguridad y regresan al juego como si nada.

Edgar, con 20 años, es voluntario  de la Escola Nadís y se extraña cuando alguien le pregunta si trabajar con niños con una grave discapacidad es duro. Cada avance de los niños es una alegría; cada vez que les hace reír, una victoria. «¿Duro? Esto es un privilegio», explicaba.

Marta Ferrusola, patrona de la fundación, acudió un año más a la cita. Dijo que muchos deportistas profesionales «deberían aprender de la honradez de estos jóvenes», y animó a «todo el que tenga los bolsillos llenos» a tomar ejemplo de iniciativas como la de Cruyff.