Espacio en decadencia en el sur del Eixample

Urquinaona languidece a la espera de una reforma

La céntrica plaza presenta un aspecto descuidado y concentra actos incívicos

ESTAMPAS 3 Un hombre duerme en el césped de Urquinaona y otro orina en los arbustos. Baldosas rotas. Varios indigentes afincados en los bancos. Basura en el suelo. Y una esquina llena de orines.

ESTAMPAS 3 Un hombre duerme en el césped de Urquinaona y otro orina en los arbustos. Baldosas rotas. Varios indigentes afincados en los bancos. Basura en el suelo. Y una esquina llena de orines.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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«Es un territorio conquistado, y los vecinos estamos en retirada», resume un irónico habitante de la plaza de Urquinaona, quien considera que el céntrico foro, frontera artificial entre el Eixample y Ciutat Vella que tiene el privilegio de reunir lo peor de ambos distritos, se ha entregado al turismo de borrachera y al incivismo expresado en cualquiera de sus formas, expulsando a los pocos y resignados vecinos. El parecer de este ciudadano, uno de los pocos resistentes del lugar, es compartido por muchos de los que se niegan a abandonar el otrora codiciado espacio. «Los políticos no sufren porque saben que el problema se arreglará solo, cuando ya no quede un solo vecino y todos los pisos de la plaza estén ocupados por prostíbulos regentados por chinos y apartamentos turísticos», bromea muy en serio.

Los males que padecen los habitantes de la plaza de Urquinaona

-tanto de puertas adentro (pisos turísticos, bares en los bajos...) como de puertas afuera (botellón, gente orinando en cualquier esquina...)- son los propios de vivir en el centro de una gran metrópoli, a los que suman suciedad, un mobiliario urbano deteriorado, aceras levantadas y un campamento permanente de indigentes con lo que eso conlleva. Todo ello, con el agravante de tener la certeza de que nadie piensa en resolver sus problemas como mínimo hasta el 2012.

El principal argumento municipal para la demora de la reforma es que la plaza tiene pendientes dos grandes obras en el subsuelo -dependientes del gobierno autonómico-, y que «no tiene ningún sentido» reformar la plaza ahora, si en poco tiempo va a tener que ser levantada para los trabajos del metro y del nuevo túnel de maniobras de los Ferrocarrils de la Generalitat. Este argumento, que convencía al principio, empieza a sonar a excusa entre los habitantes de la zona, cansados de sentirse en tierra de nadie.

Es más, fuentes de la Conselleria de Política Territorial i Obres Públiques -responsables de ambas obras- aseguraron el viernes a este diario que el proyecto del túnel de los Ferrocarrils finalmente no prevé llegar hasta la plaza en cuestión. Por otro lado, las obras de adaptación de la estación del metro aún no tienen el proyecto redactado, y ni mucho menos un calendario de ejecución.

«ARGUMENTO IMPRESENTABLE» / Para los vecinos, quienes juzgan el argumento de las obras futuras de «impresentable», el problema es más de fondo, y no se trata «solo» de una cuestión urbanística. «Aquí de lo que se trata es de decidir qué tipo de plaza queremos, y eso parece que ellos [los políticos] ya lo han decidido. Basta con acercarse y ver los locales que tenemos en los bajos. Un Pans&Company, un Burger King, una Baguetina Catalana, un Telepizza, un Pastafiore y un pub irlandés. ¿Hace falta añadir algo más?», reflexiona otro vecino. «¡Ah! Y ahora a los locales que van quedando vacíos llegan también los tentáculos del vecinochinatown», añade. Maria, una anciana que se sienta en uno de los bancos que no está ocupado por el grupo de indigentes que se ha adueñado del lugar, apunta con sabiduría: «¿Qué tendrá que ver tener la plaza limpia y cuidada con las obras del metro?».

En la última audiencia pública del Eixample, un vecino preguntó al concejal Ramon Nicolau, por el eterno problema de la plaza. Concretó su intervención en pedir cómo era posible que hubiera unos colchones desde hacía varias semanas plantados en un lugar tan céntrico. La respuesta del concejal irritó al público sobremanera: «Les recomiendo que usen el teléfono del civismo, que es gratuito». Eso sí, al día siguiente los colchones habían desaparecido.