LA HIDRATACIÓN DE LOS ANIMALES CUANDO APRIETA EL CALOR

Los cuidadores del zoo de la Ciutadella añaden helados a la dieta veraniega de algunas especies

"Se trata de estimular conductas naturales", asegura un experto

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Vieja se ha quedado sin helado. Esta canosa chimpancé de 43 años llegó al Zoo de Barcelona procedente de Guinea Ecuatorial cuando en el país africano aún ondeaba el aguilucho del régimen. Ha hipnotizado a un iluso extranjero, que le ha arrojado un plátano y varias galletas, y no se ha dado cuenta de que es la hora del polo, que hoy es de frutas pero igual otro día es de yogur o de zumos varios."No hay remedio, la gente hace lo que le da la gana y sigue tirando comida a los animales",se queja Luis Alberto, cuidador de primates, que acaba de lanzarles a los otros siete chimpancés una docena de ricos helados con pedazos de naranja y manzana incrustados. Sobre el terreno, tonto el último. Hay quien coge dos. Y si el peque se queda sin, pues haber llegado antes. Pero Vieja, la matriarca, tiene un caché, y una de sus hijas le acerca un pedazo como si le ofreciera el Santo Grial. Ni caso, plátanos y galletas no llueven del cielo todos los días. O igual sí. Por desgracia.

El mundo salvaje no es ajeno a la ola de calor. Los animales actúan tal y como lo haría un humano sin necesidad de prescripción médica: buscan la sombra, se refrescan a menudo y se mueven lo menos posible en las horas quelorenzogolpea con más mala leche. Si al sentido común alguien le añade un heladito, pues bienvenido sea."El objetivo, más allá de refrescarles, es estimular conductas naturales de los animales",apunta Conrad Enseñat, veterinario y conservador de mamíferos del parque zoológico barcelonés.

Además de los chimpancés, gorilas, osos, nutrias y suricatas (el canijo Timón enEl rey leónde Disney, para más señas) tienen su día del polo. Los gorilas los reciben con gesto cansino y lo consumen con lametazos largos y mordiscos que dan miedo. Son descendientes del malogrado Copito de Nieve, así que igual tienen licencia municipal para decidir si el helado de hoy les gusta o no.

Enseñat resalta que en el Zoo de Barcelona no hay"ningún animal ártico o antártico",lo cual es un alivio. ¿No les produce cierto repelús ver a un perro husky en agosto arrastrando su alma por el paseo de Gràcia? Si pudiera razonar, seguro que le diría un par de cositas a su dueño. Por esta razón, los pingüinos que viven en el parque de la Ciutadella proceden de Chile y los leones marinos, de la cálida California.

Los cuatro osos pardos, dos de Santander y dos de la República Checa que no parecen llevarse muy bien, rasgan el helado de miel para poder comerlo. Otros días igual incluye un pedazo de carne, pescado o fruta en su interior."Lo que hacen es imitar el mismo gesto que tendrían que hacer para acceder al interior de un nido de abejas para conseguir la miel. Se trata de que podamos simular de la mejor manera posible sus conductas naturales",insiste Enseñat."Mira mamá, le han dado un calipo gigante",resume una niña que casi no alcanza a la barrera para ver cómo uno de los osos devora el bloque de hielo sentado en su piscina.

Plan de enriquecimiento

Las 15 suricatas se acercan al cuidador. En su clásica postura vigilante, erguidas sobre las patas posteriores, estas pequeñas mangostas tienen de postre helado con gusanos. El hielo las refresca, de acuerdo. Pero no son tontas: ellas rascan para alcanzar los gusanos y cuando logran que asome una cola, tiran de ella hasta conseguir darse el festín. Acción-reacción, vamos."Los helados entran dentro de un programa de enriquecimiento que incluye, entre otras medidas, esconder los gusanos para que tengan que encontrarlos",explica el conservador de mamíferos del zoo.

De las nutrias no hay nada que contar. El helado de trucha no logra sacarlas del tronco en el que duermen para hacer buena su condición de bicho de hábito nocturno."Es una rata grande de agua",define un padre a su hijo. Enseñat, con la paciencia del buen divulgador, le concreta al pequeño que, de hecho, las nutrias están"más cerca de los perros que de las ratas".Pero, ¿a quién va a creer el niño? La nutria será para él una rata de agua. Porque lo ha dicho papá.

El zoo tiene un microclima entre curioso y extraño. La abundante vegetación y las numerosas zonas de sombra hacen que marque, según comentan sus responsables,"unos dos o tres grados menos que en el resto de la ciudad".La humedad, sin embargo, casi puede masticarse. Enseñat señala que los animales, de hecho, tienen más problemas en invierno. Muchos de los dormitorios y algunas de las estancias exteriores tienen calefacción."Son como nosotros: si uno coge un resfriado, se lo van pasando de unos a otros",señala.

A mediodía, los leones solo se mueven para bostezar o sacudirse las moscas. La pantera negra está espachurrada encima de un tronco. Un padre enseña un peluche de pingüino a uno de verdad. El pájaro bobo se lo mira con cara de yo no nací ayer y se tira al agua refrigerada. Los dromedarios se pelean por la sombra de una palmera.

Y es que en el fondo todos somos iguales. Los turistas se mueven al ralentí, vigilan a sus crías y se sientan bajo un árbol para tomar un helado. Es verano y, si tu corazón late, toca pasar calor. Algo que seguro agradecen los visitantes del zoo es que, a pesar de ser verano, aquí no haya ni una medusa.