El ayuntamiento no logra erradicar el 'botellón' de las calles de Gràcia
La práctica delbotellón, tan arraigada en el barrio de Gràcia, no ha podido ser extinguida tras un año y medio de la entrada en funcionamiento de la ordenanza cívica que prohibe el consumo de alcohol en la vía pública. La policía local reconoce las dificultades y falta de medios para desalojar todas las calles y plazas de manera simultánea. Los expulsados de otros lugares y los vendedores de latas acuden a la plaza de la Revolució --la última que se limpia-- para continuar con las reuniones nocturnas. Una vez expulsados, buscan otro lugar y luego regresan.
La práctica es de sobra conocida por la Guardia Urbana, que estos días tiene asignadas dos furgonetas para el desalojo delbotellónen las 10 plazas del barrio que más acogen las reuniones nocturnas, generalmente acompañadas de alcohol y cigarrillos de todo tipo. La policía asegura que el trabajo de desalojo es complejo y que muchos jóvenes alegan al derecho que tienen de permanecer en el espacio público. La policía lo acepta siempre que no estén bebiendo alcohol ni entorpezcan los trabajos de los equipos de limpieza.
Pero los vecinos reclaman su derecho a dormir sin ruidos, un lujo que muchos no pueden cumplir. "Nos cuesta dormir. Todos los días se quedan hasta las cuatro o cinco de la mañana. Cuando cierran las discotecas, vienen otra vez", explica Pilar Monsalve, vecina de la plaza de la Revolució.
DENUNCIAS DIARIAS La madrugada del pasado viernes, la plaza de la Revolució estaba ocupada por unos 60 jóvenes. Muchos de ellos se sientan en el pequeño parque infantil. Tras el cierre de las terrazas y después de haber desalojado la plaza del Sol, la Guardia Urbana procedió a identificar a todos los jóvenes que bebían alcohol dentro del espacio infantil. "Creo que no es ningún delito tomar tranquilo con un grupo de amigos en la calle. Los policías me pidieron el DNI como si fuera un delincuente", dijo M. P., un vecino de Gràcia de 24 años, identificado por la policía la madrugada del viernes.
A. R. G., de 21 años y vecino de la plaza de Francesc Macià, también fue identificado ese mismo día por fumar porros. Sus amigos dijeron que no volverían más al barrio porque ahora les dará "mal rollo".
Los agentes explican a todos los que beben alcohol que la práctica está prohibida por la ordenanza cívica. "A veces, los jóvenes se ponen a filosofar y te explican que la ordenanza no es democrática. Nosotros solo respondemos que nuestro deber es aplicarla", dijo un cabo de la Guardia Urbana durante el operativo de desalojo de la plaza.
Pero, según los vecinos consultados, la tolerancia a los ruidos y albotellón, suele ser mayor en la medida en que los residentes son más jóvenes. Ángeles Mayorca, de 23 años y vecina de la plaza de la Revolució, dice que hay ruido nocturno, pero eso no le impide dormir. "Me despiertan más los camiones de basura que molestan más", remata.
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