Una pastilla azul para la voz de Sting, por favor

ELOY Carrasco

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Vamos a dar aquí una noticia: The Police no ha vuelto. Los que han vuelto son tres señores de cierta edad que hacen versiones --bastante deficientes algunas de ellas, vamos a dejarlo claro ya-- de los grandes éxitos de aquel grupo fabuloso que nació hace 30 años. The Police, los de toda la vida, los que le impulsaron a usted y a varias decenas de miles más a pagar un pequeño potosí por la entrada del concierto de septiembre en Montjuïc, ni han vuelto ni se les espera.

El trío ha completado ya cinco shows en la gira y, oigan, esto flaquea. Por lo que han mostrado los noticiarios y a tenor del abundante material que hay disponible gracias a YouTube, el supuesto Sting canturrea con voz mansurrona unas melodías a la baja, el que hace de Andy Summers rasga en la guitarra unos arreglos mayormente fláccidos, y solo el teórico Stewart Copeland da el pego, hiperactivo y contundente.

La cuestión real es que han pasado 23 años y resulta que las canciones de The Police son muy exigentes. Sting conserva una pinta jovial envidiable pero la voz, amigos, necesita urgentemente una pastilla romboide de esas de color azul para recuperar la potencia de aquel big bang del pop-rock rubio teñido que fue este grupo. El jefe ha adaptado el repertorio a sus actuales posibilidades vocales, con lo que So lonely es casi una birria y Don't stand so close to me directamente da pena, por decir dos de sus singles más infalibles. No es raro, por tanto, que Copeland, que es un cachondo muy agudo, se haya despachado contra los primeros bolos con una autocrítica rebosante de ironía, que es el modo más inteligente de soltar verdades como puños que dichas de otra manera suenan a bruto. Y eso es lo que hay.

También han vuelto los Stones, por cierto. No se líen: los ancianos ingleses que tocan My generation se llaman The Zimmers. Los Stones son esos que llevan décadas empezando la última gira. Y sigue colando.