Los Oscar coronan a Scorsese y dan la gloria a dos maquilladores de BCN

IDOYA NOAIN / ENVIADA ESPECIAL / LOS ANGELES

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"Si no hubiera negros, judíos y gays no habría Oscar". Casi cuatro horas después de que Ellen DeGeneres pronunciara estas palabras en su monólogo inicial, cuando ya se conocía el palmarés la 79ª edición de los premios de la Academia de Hollywood confirmó que, como en la mayoría de guiones de sus estudios, la meca del cine hace con sus galardones lo que se espera. Hay espacio para los anunciados como el de Helen Mirren o el de Forest Whitaker y, a la vez, pequeñas sorpresas y guiños a cineastas no sometidos a su sistema, pero en Hollywood manda Hollywood.

Sin ir más lejos, Martin Scorsese, bañado en oro por la películaInfiltrados26 años después de su primera nominación como director, bromeaba nada más subir al escenario. "¿Pueden volver a comprobar el sobre?". Era eso, una broma, porque en cuanto aparecieron en escena Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas para dar el Oscar al mejor director, solo un iluso podía pensar que el elegido iba a ser Stephen Frears o Alejandro González Iñárritu. A Spielberg se le iluminaron los ojos. Scorsese lo supo entonces. Oyó su nombre, gritos y aplausos y vio a un auditorio entregado a celebrarlo. Se hacía justicia. Cierto tipo de justicia.

LA MÁS TAQUILLERA, LA MEJOR

Era el tercer Oscar paraInfiltradostras los de guión adaptado y montaje, y quedaba aún el gordo, el que volvía a unir los designios a menudo paralelos de los académicos y la taquilla. La revisión bostoniana deInfernal affairsera la mejor película. Con 132 millones de dólares en taquilla, mucho más que sus otros cuatro rivales, era ya la mejor para los contables.

Era la culminación de una noche en la que, poco a poco, se había ido desdibujando la ilusión de que Hollywood permitía a otras lenguas y otras miradas medirse de igual a igual. Hubo logros, y muy importantes, en una velada en que las banderas mexicanas ondearon en la platea y Penélope Cruz conquistaba la cumbre más alta a la que ha llegado una intérprete española. Pero el palmarés final hacía incluso que supiera a poco lo que es mucho: tres Oscar deEl laberinto del faunopor dirección de arte (Pilar Revuelta y Eugenio Caballero), maquillaje (David Martí y Montse Ribé) y fotografía (Guillermo Navarro), --sólo por detrás de los cuatro deInfiltradospero con la notable ausencia del de película extranjera ante el poder deLa vida de los otros-- y una estatuilla para la banda sonora de Gustavo Santaolalla paraBabel, único oro de las siete opciones de la película de Alejandro González Iñárritu. Cuando Coppola, Lucas y Spielberg salieron a escena, fueron presentados como"the three amigos". Adiós al espejismo deFrijoliwood.

TINTE ECOLÓGICO

La retroalimentación acabó también con las esperanzas de los dos cortos españoles nominados, que firmaban Borja Cobeaga y Javier Fesser. Un trabajo de un estudiante de cine en California que homenajea aWest side storyy toca el tema del conflicto árabe-israelí en una comunidad donde el poder judío es conocido era demasiado goloso como para permitir que subiera al escenario un divertidísimo vasco o alguien que recuerda que África también existe.

La broma de DeGeneres volvía a resonar, igual que cuando subían al escenario Forest Whitaker y Jennifer Hudson, dos actores con impresionantes trabajos y el mismo negro color de piel. Sólo el Oscar de Eddie Murphy, favorito en las quinielas, se quedó en el camino por el reconocimiento a Alan Arkin, uno de los dos Oscar paraPequeña Miss Sunshine(otro ejemplo de que Hollywood se rinde a los logros del cine independiente, sobre todo si en taquilla ingresan ocho veces su presupuesto).

La sensación de que todo está planeado al milímetro la ratificó la omnipresencia del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore. El año en que los Oscar se han teñido de verde ecológico,Una verdad incómodaganó como mejor documental. Y una de las mayores sorpresas de la noche fue el Oscar a la canción de Melissa Etheridge que competía con tres del musicalDreamgirls. La comida en el Teatro Kodak fue orgánica. Algunas cosas son difíciles de digerir.