Año nuevo 2022: Personas y proyectos (y 3)

Barcelona luchadora: de una discapacidad a la lucha por una custodia

Dar futuro a niños en dificultades; pleitear por la custodia de una hija; no ver, pero no dejar de sonreír; y batallar contra el propio desahucio son las realidades vitales de Anna, Tatiana, Juan de Dios y Elena

El invidente Juan de Dios Díaz, en su casa de Barcelona

El invidente Juan de Dios Díaz, en su casa de Barcelona / Mari Latorre

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La vida les hizo una leva, y andan cada mediodía en sus particulares trincheras sin reclamar medallas ni hacer más ruido que el que hacen los demás en la gran ciudad, respirando detrás de sus proyectos o sosteniendo una cotidiana resistencia. Latidos vecinales como estos componen el 'trencadís' vital de la urbe que ya camina por 2022.

Estas cuatro historias completan el friso de luchas particulares, comunes y cotidianas que desfilan por El Periódico, y que en el año nuevo aportan nuevos pedacitos biográficos a la intrahistoria de la capital de Catalunya.

Tatiana, a por la custodia de su hija

"Fui saliendo de mi casa poco a poco"

Tatiana Hernández, denunciante de violencia machista, en su casa de Barcelona con su nueva pareja.

Tatiana Hernández, denunciante de violencia machista, en su casa de Barcelona con su nueva pareja. / Clara Soto

Al mediodía, Tatiana Hernández, de 31 años, organiza los paquetes que faltan por enviar; trabaja en una empresa de reparto. Desde que nació, vive en Poblenou, donde su hija va al colegio y, desde hace dos años, vive 15 días al mes. Tiene la tutela compartida con el padre, su ex, aunque ella sigue a la espera del juicio para conseguir la custodia. Ahora comparte casa con Adriana Elías, su pareja desde el cese del confinamiento. Empezaron a quedar a escondidas antes del trabajo, a las 6.30 de la mañana, ya que por la noche no podían hablar: Tatiana tenía el móvil silenciado para evitar discutir con su expareja. "Las discusiones empezaban por no tener la comida hecha, por el móvil, cosas así, y podían terminar de cualquier manera", recuerda.

"Las discusiones empezaban por no tener la comida hecha, por el móvil, cosas así, y podían terminar de cualquier manera

"Es un lobo con piel de cordero". Así es como describe al padre de su hija, con el que convivió durante 12 años. "Al principio no se manifiestan de esa manera; es cuando pasan los años". Seis después de nacer su hija y después de muchos intentos de dejarle, lo consiguió. "Yo quise irme de casa para que él se fuera -cuenta-. Las dos semanas antes de dejarlo, yo iba subiendo a casa de mis padres con el mismo bolso, pero un día llevaba un pantalón, otro una camiseta… Poco a poco fui dejando en casa de mi madre ropa mía y de la niña, y un día le dije a mi madre: ‘Mamá, ahora, ya está’. Era un viernes".

Aquel día, después del trabajo, en vez de ir a su casa fue a la de sus padres. "Le escribí y le dije que no iba a volver hasta que él se fuera". La pareja espera que la nueva ley vicaria -para proteger a los menores en casos de violencia machista o familiar- ayude a Tatiana a conseguir la custodia de su hija después de dos años, una orden de alejamiento y una denuncia por violencia de género en proceso.

Texto: Clara Soto

Anna, profesora de educación especial

"Que aprendan valores antes que a multiplicar"

Anna Cano, profesora de educación especial.

Anna Cano, profesora de educación especial. / Ana María González

Al mediodía, Anna Cano, profesora barcelonesa de 23 años y residente en Barberà del Vallès, realiza actividades en grupo para fomentar el aprendizaje cooperativo en la Escola Agustí Bartra de Terrassa. Cuando habla de ella se le ilumina la cara. Su colegio es uno de esos centros públicos conocidos como "escuelas de máxima complejidad", en los que un alto porcentaje de los alumnos son de familias inmigrantes. Muchas veces el idioma es un obstáculo, conviven con personas que no tienen mucho tiempo que dedicarles y viven situaciones socioeconómicas y socioculturales desfavorables.

"Prefiero que mis alumnos aprendan a ser personas respetuosas y tolerantes a que sepan multiplicar o las reglas gramaticales", se sincera Anna. Cómo se relaciona el profesorado con su alumnado en estos centros le parece clave: "Si ya ponemos la etiqueta a estos niños por lo que probablemente tienen en casa, quieras o no hace provocamos un efecto Pigmalión", asegura. Es decir, "el alumno tiene que notar que el profesor tiene expectativas puestas en él. Eres un referente para ellos. No sabes cuánto te pueden agradecer esos niños lo poco que puedes hacer por ellos".

Texto: Ana María González

Elena Martín, en lucha contra su desahucio

"No me van a echar del centro de Barcelona"

Elena Martín espera una orden de desahucio de su casa de Barcelona.

Elena Martín espera una orden de desahucio de su casa de Barcelona. / Félix Montero

Al mediodía, Elena Martín no tiene rutina: cada día es diferente. Trabajaba en un comedor escolar, pero se quedó en paro en 2018. Ahora los martes y los miércoles tiene asamblea en los Sindicatos de Vivienda del Raval y la Barceloneta, y una vez a la semana intenta parar los desahucios de Ciutat Vella. Martín empezó a militar cuando recibió su primera orden de desalojo, hace tres años.

"Al final lo solucionamos porque luchamos mucho, pero es horrible y pasé mucha vergüenza", comenta. Paró el desahucio en la puerta de su casa pero después recibió una notificación de desalojo con fecha abierta, y también lo detuvo con recursos judiciales. "Vives en tensión constante", afirma. Hoy espera una resolución de la Audiencia Provincial de Barcelona por una nueva denuncia. "Si no ha habido error en el procedimiento, recibiré otra nueva orden de desahucio".

Con voz ronca y mirada firme, Martín asegura que lleva de manera distinta esta nueva demanda. "Si no es esta casa será otra, ahora no me importaría irme, sin embargo quiero quedarme por una cuestión de pura resistencia: he nacido aquí, he vivido aquí y no me van a echar del centro de Barcelona". 

Texto: Félix Montero

Juan de Dios, con cataratas de nacimiento

"Nací ciego, pero trato de ser feliz"

Juan de Dios Díaz, ciego de nacimiento, en su casa de Sant Andreu.

Juan de Dios Díaz, ciego de nacimiento, lee en braille en la biblioteca de su casa de Sant Andreu. / Mari Latorre

Al mediodía, Juan de Dios Díaz está saliendo de su casa para dar una vuelta por su barrio, Sant Andreu. Por las tardes le gusta quedarse en casa, y más en invierno. En algunas ocasiones acude como colaborador a la sede de la ONCE para asistir a reuniones de la Junta Política y de la Comisión de Pensionistas.

Nació ciego -y no invidente, ese término no le gusta-, con unas cataratas congénitas, y a sus 57 años asegura que está satisfecho con su existencia. "He tenido una vida feliz y mucha suerte con la familia que me ha tocado", afirma con una sonrisa en el rostro. Ha trabajado mucho para ser una persona independiente, pero nunca le ha faltado el cuidado de su madre, quien hasta hace un año estuvo siempre pendiente de él. “Ella lo ha pasado peor que yo. En las habitaciones de hospital de antes había cuatro camas con parturientas. La gente que venía a ver a los demás bebés me miraba a mí”.

Juan está jubilado. Le ayuda Delia, que acude tres días a la semana a su casa. “Sobre todo hay que tener cuidado de no dejar nada por medio o cambiarlo de sitio, porque para ellos significa mucho”, explica ella.

Uno de las 'hobbies' de Juan es entrenar la memoria, recordar fechas y detalles exactos de hace años, pero tiene otros gustos: “Ahora me entretengo como todo el mundo, con Youtube en el móvil”.

Texto: Mari Latorre

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