ACTUALIDAD AZULGRANA

El clásico del caso Negreira

El Barça busca sentenciar la Liga ante el Madrid en un duelo marcado por el escándalo de los pagos al excolegiado y la relación compleja entre Joan Laporta y Florentino Pérez

Florentino Pérez y Joan Laporta.

Florentino Pérez y Joan Laporta. / EFE/ Mariscal

Albert Guasch

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Boris Izaguirre, que por lo visto ha pasado unos días de esta semana por Barcelona, dijo hace bastantes años que no había nada más aburrido que un domingo por la tarde en la capital catalana. O algo parecido. Lo decía de ese modo juguetón con el que suele hablar y que no puede ofender a nadie. Uno desconoce si aún sostiene esa impresión, y no se pretende desde aquí darle o quitarle la razón. Solo comentar que a veces hay domingos, como el de hoy, en que el Barça recibe al Madrid y la ciudad, el estadio en concreto, se convierte en el lugar en que millones de personas querrían estar.

Este es un Barça-Madrid singular, marcado por el caso Negreira, tan presente con todas sus sombras y que el presidente Joan Laporta pretende convertir en un ataque de Estado a la institución y cambiar así la mirada de los socios. Que de entrada la indignación se dirija hacia el club blanco, parte denunciante, y que el Camp Nou sea hoy una caldera a fuego vivo. Que sea, en suma, una tarde-noche sobreexcitada, de las que vale la pena vivir en Barcelona.

Se verá hoy si Laporta tiene o no éxito en desviar el foco de lo fundamental, más allá de lo penal, que es el desmán ético de pretender influir con un pastón en el estamento arbitral, por un lado, y la frivolidad (como mínimo) con que se han gestionado durante todo el siglo XXI los fondos del club, por otra. Laporta ha aprovechado que el Madrid de Florentino Pérez se ha sumado a una causa en la que ya hacían cola el CSD, Hacienda, LaLiga, la Federación Española de Fútbol y la Fiscalía Anticorrupción para agitar el ambiente y recuperar la visceralidad antimadridista.

No habrá, como se desveló durante la semana, la tradicional comida entre directivas y desde Madrid se ponía en duda de que el presidente blanco viajase a Barcelona, escenificación de una ruptura diplomática que tiene un aire a postizo.

No habrá comida, pero sí estrategias comunes, como la fantasía de la Superliga europea y la batalla contra el lenguaraz Javier Tebas. Aparentan enfado, quizá real, pero ninguno de los dos está dispuesto a quitarse el anillo de una alianza estratégica que consideran esencial.

En su arenga del viernes a los socios para que "animen más que nunca", la sexta alusión al caso mientras "la investigación externa" se supone que continúa, Laporta ni siquiera mencionó a Florentino. El Madrid, en su comunicado en que informó de que se personaba en el caso Negreira como acusación particular, tampoco hizo mención a Laporta. Sí a sus predecesores Josep Maria Bartomeu y Sandro Rosell. Amigos a escondidas ahora. Las respectivas masas sociales fuerzan una complicidad furtiva.

A Xavi le preguntaron ayer de nuevo por el caso Negreira con la referencia de esas palabras de Laporta en que reincidía en que todo obedece a una campaña que "tiene como objetivo a corto plazo desestabilizar el equipo y a medio plazo controlar el Barça". El entrenador, que dirigirá su primer clásico en el Camp Nou, cerró filas, como es habitual en él. "Todo lo que diga el presidente va a misa. Es el líder del proyecto. No quiero hablar más de esto, me centro en el fútbol. Mañana tenemos un clásico trascendente en la Liga, que es nuestro objetivo".

Y es así. El Barça puede situarse a 12 puntos del equipo blanco a falta de 12 partidos y poner cuesta abajo la Liga, en posición de un pequeño empujón nada más. Xavi se reconoció como "extra motivado". Espera lo mismo de los jugadores. Una ventaja tan holgada minimizaría el debate sobre el estilo, la distancia entre lo que a veces se ve y lo que se predica. Nunca es fácil ser uno mismo ante el Madrid. El estilo en la camiseta, con el logo de Motomami de la disruptiva Rosalía, parece más garantizado. No se espera una noche aburrida en Barcelona.

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