NO GANA FUERA DEL CAMP NOU

El Barça no aprende y se desploma en la Champions

El pujante equipo de Xavi que manda en la Liga va de palo en palo en Europa y se complica su futuro

Xavi Hernández, patea el balón desde la línea de banda durante el partido de fútbol de Liga de Campeones de la UEFA entre el Inter de Milán y el FC Barcelona.

Xavi Hernández, patea el balón desde la línea de banda durante el partido de fútbol de Liga de Campeones de la UEFA entre el Inter de Milán y el FC Barcelona. / AFP/MARCO BERTORELLO

Marcos López

Marcos López

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Era mano. Mano y penalti de Dumfries. Pero ni el colegiado esloveno Vincic lo vio. Ni la indescifrable (hoy si miro, mañana no sé y ayer ni me acuerdo) tecnología del VAR quiso ayudarle. El problema para el Barça va más allá de ese final polémico en Milán, donde se sintió "indignado y cabreado", como dijo Xavi. Tenía razón. El problema es que su equipo no chuta en Europa, despojado, además, del buen juego que exhibió en Múnich sin premio alguno por su falta de eficacia. En el viejo Giusseppe Meazza ni eso le sirve de consuelo porque el Barça jugó mal, remató peor y no tuvo tampoco solvencia defensiva, prolongando su desastre europeo.

Tuvo el balón (gobernó la posesión con un 68%, según la estadística oficial de la UEFA), pero fue insípido. Es como si el Barça de vuelta del parón, donde ha sufrido cinco lesiones (Koundé, Araujo, Memphis, Frenkie de Jong, Memphis y ahora Christensen en Milán) se hubiera aplatanado.

Es un equipo mustío, sin energía, desprovisto del vigor y el alma que desprende en la Liga. Que ataca mucho (99 le contabilizó la UEFA ante los 23 del Inter). Pero ataca mal. Sin amenaza exterior con disparo desde fuera del área como le había pedido Xavi. Así llegó, curiosamente, el gol del equipo italiano.

"Hemos regalado una hora de partido"

Llegó tarde el Barça a Milán. Tardó porque, como reconoció el propio entrenador, regaló la primera hora de partido. Y cuando se puso a reaccionar, ya con el 1-0 en contra, no tuvo recursos ni alternativas para equilibrar, al menos, el partido. Llegó tarde porque no gobernó el duelo con el Inter, encerrado en la jaula defensiva que ideó Inzhagi con su tradicional 3-5-2. Un sistema que como ya se vio en Mallorca se le atraganta al Barça de Xavi. O sin ir más lejos, fue el mismo traje táctico empleado por el Eintracht en la pasada Europa League.

Aguirre, el técnico del Mallorca, le enseñó el sábado el camino a Inzaghi, el entrenador del Inter. Aprendió bien el italiano. "Nos faltó ritmo, más intensidad", admitió Xavi.

Xavi, en el estadio Giuseppe Meazza durante el duelo con el Inter.

Xavi, en el estadio Giuseppe Meazza durante el duelo con el Inter. / Afp

Un dibujo táctico que no funcionó

Innovó Xavi en el once. No tanto por la elección de los jugadores (recuperó a Marcos Alonso y Sergi Roberto para la titularidad) sino por el dibujo híbrido que presentó. Tan híbrido que alteró las constantes vitales del equipo, que se sintió incómodo, preso de una ropa que no sentía suya.

Situó a Sergi Roberto como guardaespaldas de Dembélé en el flanco derecho, dio vuelo a Marcos Alonso en el otro costado, disfrazado más de extremo zurdo que de lateral o tercer central y envió, al mismo tiempo, a Raphinha a una inédita posición de interior zurdo, enclaustrado entre la telaraña tejida por Inzhagi.

El Barça emitió señales de disconformidad porque no era su modelo habitual. Y a la hora de partido, justo después de que Dembélé estrellara un balón en el poste izquierdo de Onana (primer tiro a puerta) Xavi se desdijo. ¿A quién eligió para los cambios? A las piezas que había encargado para cambiar el Barça: Marcos Alonso y Raphinha. La silenciosa asunción de una derrota táctica.

 

Dembélé encara a Bastoni.

Dembélé encara a Bastoni. / Daniele Mascolo / Reuters

'Ousmanesistema', o el centro sin resultado

Terminó el Barça con 50 centros y 13 saques de esquina a favor. Pero no sacó rédito alguno de estas acciones. Ni las llegadas desde la banda ni tampoco en las acciones a balón parado, lo que provocó una enorme frustración en un equipo atolondrado, simbolizado en la figura del desconcertante Dembélé.

Eran balones a Ousmane. Ya jugara en la derecha (ahí actuó la mayor parte del partido) o en la izquierda, donde apenas estuvo cuatro minutos antes de que apareciera Ansu Fati en el césped interista. 50 centros y 24 llevan la firma del delantero francés. O sea, prácticamente el 50% de la estéril producción ofensiva de un equipo ofuscado. Y de esos 24 solo cinco con éxito.

Síntoma de la desorientación que sacudió al Barça, que vivió al inicio en un cuerpo extraño y luego, al final, sacudido por la polémica, donde tenía toda la razón, que no debe servir de excusa. "Tenemos que hacer autocrítica, hemos despertado tarde. No hemos salido con la exigencia que supone jugar estos partidos de Champions".

Lewandowski remata de cabeza durante el Inter-Barça en Milán.

Lewandowski remata de cabeza durante el Inter-Barça en Milán. / Afp

Ahogado Lewandowski, desaparece el gol

El Barça vive del polaco. Es tan evidente como preocupante. Cuando Lewandowski no marca, el equipo entra en serios problemas: empate en casa ante el Rayo (0-0), derrota en Múnich contra el Bayern (2-0) y caída en Milán con el Inter (1-0). La dependencia del ‘nueve’ es peligrosamente adictiva porque en ninguno de esos escenarios han aparecido otros jugadores (Dembélé y Raphinha, sus socios del ataque, no aportan goles), lo que somete a un elevado estrés al equipo.

En el Allianz, fue víctima Lewandowski del impacto emocional del retorno a su vieja casa. En el Giusseppe Meazza ni eso. No se le vio. Un triste disparo a puerta, flojo, mal conectada la pelota, que permitió una de las paradas más sencillas de su vida para Onana queda como ejemplo de lo ahogado que estuvo. Ahogado quedó Lewandowski, seco estuvo el Barça. Y Xavi ni tan siquiera agotó los cinco cambios. Usó a cuatro jugadores (Piqué por el lesionado Christensen, Ansu por Raphinha, Balde por Marcos Alonso), por lo que no recurrió a Ferran Torres, que no jugó ni un solo minuto.

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