LA ÚLTIMA IRRUPCIÓN AZULGRANA

Ferran Jutglà, un niño obsesionado por llegar a Primera. "Yo seré futbolista"

El delantero de Sant Julià de Vilatorta creció con una feroz obsesión por jugar en Primera hasta el punto de poner en aprietos a sus entrenadores en edad de formación por su carácter temperamental

Jutglà, en edad infantil en el Vic Riuprimer.

Jutglà, en edad infantil en el Vic Riuprimer.

Arnau Segura

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"Estoy temblando", escribió Ferran Jutglà (1999) por WhatsApp a su grupo de amigos, justo después de estrenarse con el primer equipo del Barça. "No puedo ni escribir", respondió uno. "Me tiemblan hasta los pelos, chaval", dijo otro, fascinado, como todo los barcelonistas, por la irrupción del atacante de Sant Julià de Vilatorta (Osona). Hace nueve días debutó con el primer equipo, en Pamplona; hace siete días debutó como titular y goleador en la Maradona Cup, y hace tres días debutó como titular y goleador en partido oficial, contra el Elche, en su bautismo en el Camp Nou. "Estamos flipando todos. Es brutal, como si estuviéramos soñando", admite Joel Arumí, uno de los mejores amigos de Jutglà.

El sábado, a diferencia del resto de la colla, no pudo estar en el Camp Nou, ni en la cena posterior, porque tenía partido con el filial del Atlético de Madrid. En el descanso supo que Jutglà había marcado y se le dibujó una gran sonrisa. "Él siempre había soñado con este momento. Está viviendo su sueño, y lo está dando todo para seguir haciéndolo. Cuando el Barça fichó a Xavi me decía: 'yo solo quiero un entrenamiento con el primer equipo para demostrar quien soy'. Siempre ha tenido clarísimo que quería ser futbolista: solo le importaba esto", dice, antes de revivir tardes y tardes hablando del sueño de ser futbolistas e imaginándose en la élite, mientras jugaban en la pista de Sant Julià.

Jutglà cabecea y marca su primer gol con el Barça ante el Elche.

Ferran Jutglà, en el gol que anotó al Elche. / Jordi Cotrina

Todo estaba relacionado con la pelota y con las ganas de entrenarse para poder ser mejores: frecuentemente Jutglà le pedía la bici de carretera de su padre para ir pedaleando a la escuela, en Vic, y los fines de semana era habitual verles chutando en el césped de cualquier campo de la comarca, en los descansos. Todo estaba impulsado por la ambición de Jutglà de hacer realidad su sueño y su alergia a perder: "Ahora ya ha aprendido a canalizarlo y es otro, pero cuando era pequeño no toleraba perder. Si perdía no le podías decir nada. Quería ganar en todo. Y siempre. Y cuando jugábamos en la Play igual. No perdonaba ni un gol".

"Él siempre había soñado con este momento. Está viviendo su sueño, y lo está dando todo para seguir haciéndolo. Cuando el Barça fichó a Xavi me decía: 'yo solo quiero un entrenamiento con el primer equipo para demostrar quien soy'"

— Joel Arumí, jugador del Atlético B y amigo de Jutglà

Más de un excompañero en el Vic Riuprimer recuerda que, pese a que los partidos ya estuvieran más que decididos, se enfadaba cuando le cambiaban, y Pep Vall, vocal de la junta, recuerda un día que Ferranet, como se le conocía y conoce en Osona, "un malparit en el buen sentido de la palabra", dijo: "Si juega este de portero perderemos. Ya haré yo de portero".

De pequeño se le recuerda en Osona como "un 'malparit", obsesionado con ganar, pendiente de lo que hacía Riqui Puig, que era rival por entonces, con una enorme potencia y que jugaba con una cresta engominada de rojo o verde

Alimentada por un talento ingente, la ambición de ser futbolista era tan grande, más que su pequeño cuerpo, que muchas veces le desbordaba y le sometía. "Era extremadamente competitivo. Si no le dejabas chutar alguna falta se cabreaba. Siempre tenía que ser el mejor", certifica Carles Arjona, su entrenador en alevines.

Tiene grabada la imagen de un niño, hijo de pastelero, bajito y "rabassut" que siempre preguntaba por Riqui Puig, entonces rival y hoy compañero, y que jugaba con una cresta engominada y pintada de verde o de rojo, con la camiseta por fuera, con botas de colores y, sobre todo, con una potencia que dinamitaba defensas y reventaba porteros y con una entrega excepcional: "Mi padre siempre me decía 'Marranet (en referencia a Ferranet, porque era como un cerdo, como un jabalí) puede llegar lejos si no se estropea'".

Ferran Jutglà acosa a Edgar Badia, el portero del Elche.

Ferran Jutglà. / Jordi Cotrina

En un partido contra el Barça, Arjona le dejó en el banquillo por no haber entrenado bien: llorando, Jutglà respondió gritando: "¡Eres un capullo!". En un entrenamiento le dijo: "'Ponte en el medio del campo'. Le di el balón y le dije: 'ahora juega tú solo contra todos', y claro, a los cinco minutos perdía 7 o 8 a 0. Lo hice para que entendiera que por bueno que fuera el mundo no giraba a su alrededor. 'Esto es lo que te pasa en el campo, Ferran. ¿Lo ves? Necesitas a tus compañeros para hacer goles y para ganar. Si no, pierdes'". Otro día le expulsó del entrenamiento, y se fue hacia la ducha diciendo: "Me da igual lo que me digas. Yo jugaré en Primera". "Lo decía siempre: 'yo llegaré a Primera", destaca. Coincide Èric Palomo, técnico suyo en infantiles: "Yo seré futbolista', decía siempre".

"Era extremadamente competitivo. Si no le dejabas chutar alguna falta se cabreaba. Siempre tenía que ser el mejor"

— Carles Arjona, entrenador en alevines de Jutglà en el Vic Riuprimer

Tras brillar en el Riuprimer, fichó por el Espanyol (2010). Estuvo ahí tres años: hasta que, rechazado, regresó a casa, al Vic Riuprimer. "Escuchar 'este ya no llegará' o 'se le ha acabado' hace mucho daño, y más en el momento de hacer el cambio de niño a hombre, pero nunca se hundió. Remontó. Y hasta aquí. Y llegará hasta donde quiera, porque es muy fuerte mentalmente y porque jamás ha tenido ningún problema para remangarse y bajar al fango", subraya Arjona, feliz de ver que Jutglà ha sabido domar su ambición, convirtiéndola en un trampolín, y de ver que no olvida las raíces.

Jutglà

Jutglà. / ARCHIVO

Cuando fichó por el Unificación Bellvitge, de hecho, aprovechó que el curso en División de Honor termina pronto para jugar seis partidos con el Sant Julià en tercera catalana. Después pasó al Sant Andreu, el Valencia y el Espanyol, para acabar llegando este verano a Barça B y ahora al Barca, guiado por una personalidad estajanovista. Y el sábado, después del primer gol, dibujó una casa con sus manos. "Representaba los amigos y la familia", revela Arumí. Y Arjona concluye: "Es humilde. Tiene los pies muy en el suelo y no cambiará: ha tenido que comer mucha mierda para llegar hasta aquí". 

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