947 DÍAS DESPUÉS
Cristiano profana el jardín de Messi
Dos penaltis, uno inventado, dos goles de Cristiano. Messi, entretanto, se cansó de rematar sin puntería viviendo otra noche trágica en la Champions. Una más. Roma, Liverpool, Bayern, Juve...
Estaba solo Messi. Desnudo andaba el Barça. Como el Camp Nou. En un silencio trágico porque los primeros 20 minutos evocaron las terribles noches de Roma, Liverpool y Bayern Múnich. Pero estaba solo Leo. Él contra el mundo en un estadio desértico, con un equipo hecho un arial. Páramo de la destrucción que ha vivido el club en los cinco últimos años. Con público, el sonido de los pitos habrían hecho estallar los oídos de Koeman y de todo el equipo, llevándose incluso por delante al propio Leo. Era una noche nostálgica con el reencuentro, tras 947 días de ausencia, entre Messi y Cristiano.
Y en un penalti de Araujo que no era, el portugués le marcó, al fin, el primer gol al Barça en Champions, mientras el capitán azulgrana asistía atónito a la decisión árbitral, unido al desplome de su equipo. Él, cansado de aguantar al equipo y al club durante un lustro, intentó rebelarse.
¿Cómo? Pidiendo el balón ¡, retrasando su posición hasta el centro del campo, a veces llegando a zonas defensivas porque ni Pjanic ni De Jong, dos fichajes que cada día que pasan son peores jugadores de cuando llegaron al Camp Nou, eran incapaces de darle un pase en condiciones. Ni uno solo.
De torpeza en torpeza
Ronaldo, entretanto, cabalgaba feliz tras marcar ese penalti. Había hecho bien su trabajo. Dio la sensación de que una vez se había desmayado cuando notó el contacto con Araujo todo le resultó más cómodo. Antes de arrancar el partido ya se había abrazado con Messi. Después, también. Ni se había llegado a la hora de partido y ya había marcado dos goles. Ambos de penalti. El primero, no era; el segundo, sí. En otra torpeza de Lenglet que hizo perder los nervios incluso a Messi. Justo cuando el argentino quería volver a conectar al Barça con el encuentro. Pero era imposible. Siempre hay algún cable que se desconecta provocando una tormenta terrible.
Iba Leo disparando sin acierto ante Buffon transformado en la única respuesta ofensiva de un Barça que ha perdido el alma. Solo se le reconoce al equipo por el color de esa camiseta que lucía. Sí, era azulgrana. Pero nada más, con Cristiano disfrutando de la noche perfecta. Dos penaltis, dos goles. El primer jugador en la historia de la Champions que ejecuta en dos ocasiones al Barcelona desde los once metros. Y Messi contra el mundo. Se rebelaba sin éxito. Orgullo tiene y siempre tendrá
Como tantas y tantas veces. Más solo que nunca en el vestuario. Más solo que nunca en el campo. Serán, y están siendo, meses duros para el Barça. Y para Messi. Él ya quiso irse este verano, pero no le dejaron. Pese a todo, se resiste a todo. Pedía la pelota, quería imponerse con y sin balón, pero no tenía nadie que le ayudara. Nadie es nadie. Iba consumiéndose el capitán, cansado como anda desde hace meses, ya años, de vivir noches dramáticas como las de Roma, Liverpool o Lisboa. Por si le faltaba algo, hasta el Camp Nou, su jardín, fue profanado por Cristiano.
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