Juicio al expresidente del barça

'Caso Rosell': un partido al que se le busca balón

Sandro Rosell en el banquillo de los acusados

Sandro Rosell en el banquillo de los acusados / periodico

Albert Guasch

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En una causa propensa para los símiles futbolisticos, uno de los letrados más aguerridos y a la vez cautivadores del equipo de la defensa estrujó una cita literaria como recurso de ataque.  Apeló a José Saramago. “Solo si nos fijamos en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes”. Una forma de sintetizar que todo un cúmulo de pequeñas irregularidades en la instrucción han conducido a que Sandro Rosell, el breve expresidente del Barça, se sentase este lunes en el banquillo de los acusados tras casi dos años en prisión preventiva. Dos años: ese es un elemento mayúsculo.

Las pequeñas cosas dejaron en mal lugar a la Sala de la Audiencia Nacional en el estreno del juicio. Lo que declamaban jueces, letrados de la defensa y el fiscal no llegaba al público, pero tampoco a los seis acusados. Los micrófonos no daban de sí. Muchos, incluido Rosell, que se inclinó lo máximo que pudo hacia adelante, se pusieron el dedo en el oído, gesticulando la deficiencia.

La autoridad máxima de la sala decretó un descanso que duró 20 minutos para solventar el error técnico. En los pasillos se lanzaban aspavientos. Como quien no quiere la cosa, se encontraron paralelismos con la instrucción judicial. Otro fallo. “Y así todo”, dijo una voz del entorno del expresidente. A todos ellos se les notaba que era un día de mandíbula tensa.

La interrupción conllevó que los agentes policiales colocaran de nuevo las esposas a Rosell y su compañero de celda, el abogado andorrano Joan Besolí, para sacarlos de la sala. Y permitió comprobar su decidida voluntad de exteriorizar firmeza. Sonrisas, guiños de ojo y algún escueto beso al aire hacia los suyos, también al final de la jornada inaugural, antes de alcanzar la puerta. Fuerte no lo estaba: a su llegada este fin de semana a Soto del Real se le bajaron las defensas y acusaba algún achaque febril.

Origen mutante

Se mantuvo Rosell impertérrito durante todas las exposiciones. Apenas intercambió palabra con Besolí, al que tenía a su lado. Justo detrás en su nuca se situó su esposa Marta Pineda, que reflejaba la gravedad de lo que estaba en juego. No hubo momentos de distensión, pese a algunas alusiones balompédicas. Lo intentó su abogado Pau Molins, que desacreditó a Romário como voz veraz. “Era un gran futbolista, recuerdo un gol al Madrid, pero no es jurista". Romário puso carbón a la caldera para la fiscalía en la instrucción, aunque en el juicio extrañamente no va a declarar. Tampoco lo hará Ricardo Teixeira, el expresidente de la confederación brasileña de fútbol y persona nuclear en parte del caso. Se dijo que no está muy entero.

Andrés Maluenda, el abogado de Besolí, el de la cita a Saramago, la emprendió contra toda la causa. De cómo el delito originario, dijo, ha ido mutando a medida que las evidencias desmentían sospechas; de que se trata de un caso de investigación prospectoria -“había que encontrarle algo a Rosell sí o sí”, acusó- y subrayó el ensañamiento del inspector policial que lideró la investigación, al que mencionó en tantas ocasiones que no hubo más remedio que apuntarle la matrícula, el 111.468.

Sin representación azulgrana

Al final de su extensa alegación, señaló: “Solo se me ocurre que se le ha perseguido porque este señor fue presidente del FC Barcelona”. No había este lunes nadie de la entidad azulgrana en la sala para pulsar reacción. El jueves se espera a Josep Maria Bartomeu. “Nada de esto tiene que ver con el FC Barcelona”, replicó a su vez el fiscal.

Quizá tiene que ver con el balón. Aportación en su turno de José María Fuster Fabra, abogado de la esposa de Rosell y socio ínclito del Espanyol: “Estamos planeando un partido fascinante pero resulta que no hay pelota”. Es decir, no hay delito. De eso se trata a partir de ahora: de encontrar el balón.