EPISODIOS DEL BALÓN

Espanyol-Barça, de cuando pitaba Franco Martínez

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Frederic Porta

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Tal como legó Vázquez Montalbán, el gran teórico del barcelonismo, la feroz rivalidad entre Barça y Espanyol acabó cuando Di Stéfano recaló en el Real Madrid, alterando radicalmente el destino del fútbol español. El recordado escritor situaba el epitafio del encono entre culés  y pericos en la final de Copa del 57, decidida en el Olímpico de Montjuïc por 1-0, con gol de Sampedro para los blaugrana.

En teoría, allá se acabó lo que se daba. O no, porque la realidad se empeña en recordar la pervivencia del antagonismo. El derbi mantiene tensión, tal vez rebajada, pero sigue siendo un partido distinto. Y las cuatro últimas décadas muestran numerosos ejemplos que así lo ratifican. La mayoría, vividos cuando Josep Lluís Núñez presidía desde el palco.   

“Núñez pone un circo y le crecen los enanos”. Durante los primeros años de su mandato hizo fortuna esta afilada sentencia. Si repasamos las peripecias vividas durante los derbis que él presidió basta con arrancar desde el estreno, 12 de diciembre del 78. De entrada, como el equipo marchaba tambaleante en la tabla, el novato Núñez decidió intervenir a la brava e imponer el debut del ‘Lobito’ Carrasco –aún ni siquiera era ‘Lobo’- para el partido en Sarrià. Al entrenador, Lucien Müller, no le quedó otra que hacer de tripas corazón y recordar quien manda entre patrón y marinero. 

Vendajes con clavo oculto

Por si aquella tarde faltaba picante en la fiesta, a ‘Milonguita’ Heredia y ‘Torito’ Zuviría no se les ocurrió otra que saltar a la cancha con un clavo escondido en el vendaje que cubría sus respectivas manos. Vaya si intimidaron a los defensas con tal amenaza, hasta el punto de provocar que Rafa Marañón rogara al colegiado Soriano Aladrén que registrara a Heredia. El argentino le replicó que él era futbolista, no carpintero, y aprovechó el descanso para enterrar tan impensable recurso en el césped. Ganaría el Barça por 0-2 y a la salida, los radicales agredieron con un palo al capitán Asensi y un navajazo casi causa una desgracia a Neeskens, conformado con ver rasgada su chaqueta. Desde el autocar, a Heredia y Migueli no se les ocurrió nada mejor que enseñar billetes de mil a los enfervorizados. Núñez se estrenaba en los derbis a lo grande.

Los primeros tiempos del diseñador de chaflanes dejaron otra píldora de categoría. Núñez quiso fichar a prueba a Dani Solsona, el gran estandarte perico, jugador de clase sensacional. El Espanyol se quedó perplejo ante la insospechada propuesta de ‘catar’” a una figura y decidió hacer caja traspasándole al Valencia.

Por cierto, en los 22 años de égida, Núñez conoció a seis presidentes del máximo rival, desde Manuel Meler a Dani Sánchez Llibre pasando por Antonio Baró, Ferran Martorell, Juli Pardo y Francesc Perelló. Curiosamente, no se vivieron grandes piques entre ambos palcos. Prefería tenérselas tiesas con Luis de Carlos, Ramón Mendoza o José María García. Era Gaspart, en todo caso, el encargado de amargar con su retadora dialéctica a los pericos.

La sangre de Krankl

El Barça-Espanyol de la Liga 78-79 (5/5/79) se despachó con un 2-1 final y la expulsión de Krankl y Pavón por agresión mutua. Saliendo del estadio, el goleador austríaco, aún enfurecido, sufrió un grave accidente de circulación en plena Diagonal del que resultó gravemente herida su esposa. La respuesta del barcelonismo, convocado para dar sangre a Inge, conmovió de tal manera a Hansi que decidió lucir el brazalete con la ‘senyera’ incluso cuando volvió a ser capitán en el Rapid de Viena. Tamaño sobresalto se vivió apenas a 11 días vista de la final de Basilea, el primer gran triunfo de la era Núñez. 

El 11 de enero de 1981, hay derbi en Sarrià y nieva sobre Barcelona. Y no son cuatro copos. El Barça queda atrapado en el Hotel Vallvidrera, sempiterno lugar de concentración, y el autocar no puede salir ni con cadenas. Solución de urgencia: los Ferrocarriles Catalanes. Con Helenio Herrera a la cabeza, la expedición  llegó andando y el árbitro permitió atrasar media hora el encuentro.

Como las radios informaron en abundancia, muchos ‘pericos’ volvieron a salir a las inmediaciones para recibir a los peatones con una señora silbatina. Ganaron los locales por 1-0 y como guinda, pitó Franco Martínez, el ‘culpable’ de que los colegiados sean conocidos con el sello de padre y madre. En tiempos de dictadura, dejarle sólo como Franco hubiera propiciado un alud de jugosos titulares de prensa, de ahí el recurso preventivo, aún vigente e inextinguible.

Si existe un derbi que los hinchas blanquiazules mantienen fresco en la memoria es el del Camp Nou en la Liga 81-82 (28/3/82). Recital perico, victoria por 1-3 y actuación estelar de Urbano. El Barça le fichó ipso facto. Tremendo revés en la recta final de la llamada Liga de Lattek, perdida cuando estaba ganada. Y eso que les entrenaba Maguregui, aquel socarrón ‘míster’ famoso por plantar autocares de dos pisos ante su portero.

Turno para el icono Maradona, expulsado el 22 de abril del 84 por propinarle un pisotón a Miguel Ángel y oscurecer así la gran tarde de Marcos Alonso, autor de cuatro goles en el 5-2 final. 

El siguiente en la lista de los partidos de la máxima presididos por Núñez también tuvo su aquel, aunque se disputara en la tercera jornada de la Liga 84-85. El árbitro, de nuevo Franco Martínez, anuló un gol a Orlando Giménez en el 87, preservando así el pírrico 1-0 del Barça. El políglota Azkargorta estaba aprendiendo el idioma yentró en la sala de prensa preguntándose retóricamente “¿cómo se dice ‘robo’ en catalán?”.

Última jornada del campeonato 85-86. El Barça cae en Sarrià por 5-3. La Liga estaba perdida, sí, pero aquella goleada presagió que saliera mal en el anhelo de ganarLa Copa y la Copa de Europa días después. Perdió con el Zaragoza y con el Steaua. La herida duró abierta largo tiempo.

La euforia de Wembley

 En cambio, la penúltima jornada de la Liga 91-92, un Barça eufórico tras el triunfo en Wembley ganó en Sarrià por 0-4 sin importar la temprana expulsión del defensa Nando. Ya dirigía Cruyff y el club empezaba a mudar su piel.  

Iniciado el nuevo milenio, el nuñismo quiso perpetuarse en Joan Gaspart, menos beligerante que en sus tiempos de vicepresidente.

El experimento salió tan rana que el péndulo osciló hasta el otro extremo, comportando la revolución Laporta tres años después. El nuevo presidente arrancó su colección de derbis a lo grande y así, el 13 de diciembre del 2003, Pino Zamorano tuvo a bien expulsar a tres futbolistas de cada bando en Montjuïc y resuelto a favor del Barça (1-3). La venganza tardó pero resultó espectacular, con el célebre ‘Tamudazo’ que envió al traste las aspiraciones rivales de ‘campeonar’ en el minuto 89 de la penúltima jornada. 2-2. Aquel día, 9/6/2007, en el Camp Nou, Messi metió un gol con la mano, concedido como legal. 

Laporta la lió a final de su égida, diciembre del 2009, cuando definió el clásico catalán como “derbi metropolitano” con la excusa de la ubicación en Cornellà. Hoy, en torno a un futuro presidente, Gerard Piqué, se alimenta la llama eterna de la tirria mutua. El pasado febrero, durante el enfrentamiento copero, el central se hartó de ver pancartas ofensivas con Shakira y decidió pasar al ataque dialéctico.

Si buscamos consuelo, era muchísimo peor en tiempos de Samitier, aquellos años 20 del siglo pasado, caracterizados por la trifulca continua entre ambas aficiones. Entonces sí andaban a la greña. Hoy, en comparación, son fuegos de artificio que mantienen viva la tradición.